Compuesta por más de 90 obras del valenciano Josep Renau (1907-1982) y de la norteamericana Martha Rosler (1943), Tristes Armas es un diálogo entre dos artistas que invita a reflexionar sobre el fenómeno de la guerra y su actualidad. La muestra incluye piezas de la etapa valenciana de Renau (1907- 1939), de su exilio en México (1939-1958) y de su etapa en el Berlín comunista (1958-1982) que dialogan con obras de Rosler sobre la Guerra de Vietnam (1967-1972) y los conflictos bélicos de Afganistán e Irak (2004 y 2008).
El título de esta exposición se basa en dos palabras extraídas de unos emotivos versos de Miguel Hernández, procedentes de Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941):
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes
Este poema escrito en tiempos aciagos y de brutal irrupción de la fuerza militar –el golpe de estado fascista de Franco en 1936– supone un reconocimiento atribulado de la derrota de la palabra, del fracaso de los sentimientos y de los afectos frente a la fría lógica bélica.
La historia del siglo XX está surcada de numerosos conflictos políticos, económicos y territoriales, dirimidos mediante el uso de la violencia militar. Estos conflictos (Primera Guerra Mundial, Guerra Civil española, Segunda Guerra Mundial, Vietnam, Guerra Árabe-Israelí, Guerra por la Independencia de Argelia, Guerras Civiles Libanesas, Guerras Yugoslavas…) han dejado una huella de destrucción y odio. El siglo XXI no ha empezado mejor y muchas contiendas ocupan en la actualidad la atención de los medios de comunicación (Afganistán, Irak, Siria…).
La conciencia del desastre que supone la guerra ha conducido a distintos sectores sociales a movilizarse. También desde la producción artística se han alzado voces críticas ante los enfrentamientos armados. Sin embargo, pocos lo han hecho con la perseverancia y clarividencia de los dos creadores reunidos en esta exposición: el valenciano Josep Renau (1907-1982) y la estadounidense Martha Rosler (1943).
Josep Renau mantuvo una posición militante desde planteamientos comunistas durante la Guerra Civil. Años después, ya en el exilio, diseccionó con atención el imperialismo norteamericano y las consecuencias brutales de su afán de expansión y poder. Fue en México donde Renau realizó un conjunto de obras –entre ellas algunos murales– en los que atacaba las bases del capitalismo y el poder omnímodo de la burguesía. También sería durante el periodo mexicano el momento en que Renau concibió su serie de fotomontajes más logrados estética y políticamente: The American Way of Life.
En esta serie, aunque no únicamente, el imperialismo norteamericano asoma en su intento de controlar Cuba y también en las masacres de Vietnam. Para Renau todo ello es fruto de un sistema social que mercantiliza la vida. Por ello la sociedad de consumo que emerge de la segunda Guerra Mundial es blanco de su ironía. Una sociedad en la que el cuerpo de la mujer es también un objeto de consumo.
En el caso de Martha Rosler, fue la guerra de Vietnam lo que motivó algunos de sus primeros fotomontajes a finales de los años sesenta. Rosler quería traer mental y visualmente las batallas de Vietnam a los hogares norteamericanos. Pretendía de ese modo romper la comodidad e indiferencia de la sociedad de su país ajena a los crímenes que el ejército norteamericano estaba perpetrando a muchos miles de kilómetros de distancia. Desde una posición feminista, Rosler recortó imágenes procedentes de revistas que eran consumidas sobre todo por mujeres –el mundo doméstico desde al menos Jean Jacques Rousseau había sido pensado como un espacio femenino y esto es discriminatorio– para problematizar la idea de hogar, ese hogar del que carecían los vietnamitas, que huían de los bombardeos y del napalm.
Rosler incidió particularmente en este aspecto en su serie House Beautiful. Bringing the War Home (1967-1972), pues los espacios en los que aparecen soldados e imágenes bélicas son aquellos en los que las mujeres, privadas de acceso a la vida pública, al trabajo, a la formación, pasan su vida. En Rosler hay también una lectura de clase, pues los hogares retratados en sus montajes pertenecen a sectores pudientes, a los privilegiados –véase por ejemplo Balloons, Boy’s Room, House Beautiful (Giacometti), First Lady–. Las casas de los desfavorecidos no ocupan lugar en las revistas de decoración. No suelen ser modelos a imitar o a los que aspirar en la escala social.
Recientemente, Martha Rosler ha vuelto a abordar la cuestión de la guerra centrándose en la invasión de Afganistán e Irak en los años 2004 y 2008. Lo que viene a plantear es que, al menos desde Vietnam, la atroz beligerancia de los distintos gobiernos estadounidenses no ha cambiado, y que la sed de guerra continúa. Y por ello es preciso seguir produciendo imágenes que pongan en evidencia esos hechos. No es algo superado.
Tampoco era algo superado para Josep Renau quien, desde una posición distinta, siguió a lo largo de su vida centrando su mirada escrutadora en los conflictos bélicos, tanto en México como en la República democrática alemana –el gobierno de la RDA le concedió la medalla al mérito patriótico en 1972–. La presencia de las armas en su obra es abrumadora. Figura tanto en sus témperas para el mural La marcha de la juventud hacia el futuro (1973) como en obras anteriores, por ejemplo en Patria o muerte (1961) o en La patria mexicana defendida por sus hijos (1943).
La diferencia con Rosler estriba en que Renau sostenía que la garantía de la existencia de naciones que no aceptaban las injerencias de otras –claramente se refería a Estados Unidos– se basaba en el mantenimiento de una industria armamentística propia. Las armas están presentes, incluso en su función de propaganda, en toda la trayectoria de Renau como garantía a su juicio de la defensa de los pueblos oprimidos.
Tristes Armas. Josep Renau y Martha Rosler ante la guerra
IVAM
Hasta el 5 de julio