Si analizamos la historia del arte, la falta de mujeres artistas referentes no pasa desapercibida, pero este es un aspecto que empieza a cambiar y que destapa, asimismo, la poca presencia que poseen en otras partes del sector, como puede ser la dirección de museos. Que las mujeres no han tenido una presencia destacada en el mundo del arte es una realidad; que actualmente son las que dominan determinadas parcelas como las de la ilustración, también. Pero, ¿desde cuándo ocurre esto?
Desde hace unos años, es muy habitual escuchar que ‘la ilustración está de moda’ y, si buscamos entre los autores, suenan más los nombres de las mujeres que los de los hombres. Esta afirmación no resulta casual si atendemos a que el número de mujeres que, hoy en día, realizan estudios de Bellas Artes es superior y más notable respecto a las que se especializan en ilustración y se dedican profesionalmente a ella.
Pero esto no siempre ha sido así. Si nos remontamos unas décadas atrás, nos encontramos con que el número de mujeres profesionales dedicadas a la ilustración en todos sus ámbitos (editorial, cartelería, publicidad, cómic) era mucho menor respecto a la actualidad.
Resulta una obviedad histórica que las mujeres hayan tenido más difícil desarrollarse profesionalmente en cualquier entorno si se compara con el de los hombres. Si realizásemos un análisis severo, comprobaríamos que apenas había mujeres creciendo y progresando en profesiones como arquitectas, abogadas, médicas y, mucho menos, ejerciendo tareas de responsabilidad en empresas o dirigiéndolas.
Por este motivo, hemos querido destacar a tres ilustradoras que se dedicaron a la publicidad entre las décadas de los 60 y los 80. Queremos saber más acerca de su experiencia como dibujantes en agencias y poder conocer en qué momento la historia comenzó a cambiar para las ilustradoras.
Consuelo Arizmendi hace 53 años que dejó de dibujar a nivel profesional para dedicarse a su familia. Recuerda con inmensa alegría la primera vez que le encargaron una historieta. Una vez que empezó a trabajar para una agencia de publicidad, se encontró con que no tenía compañeras y era la única dibujante femenina. «Realizaba dibujos de todo: desde una cama a un billete de 1.000 pesetas a plumilla». Pero su labor, principalmente, se resumía, como ella misma nos cuenta, «en hacer aquellos dibujos que no le gustaba hacer a mi jefe, es decir, los de moda femenina. Pero a mí no me importaba».
Podemos entender que su responsabilidad se limitaba a dibujar, sin más, la temática que en aquel momento se empezó a destinar a las mujeres, algo que Consuelo Arizmendi destaca como la diferencia respecto a las ilustradoras de hoy en día:
«Creo que, actualmente, hay más mujeres y tienen mucha más visibilidad, ya que ahora hacen todo tipo de ilustraciones. En la época en que yo trabajé, las dibujantes estábamos dirigidas a temáticas consideradas ‘femeninas’».
Con unos años de diferencia, ya en la década de los 80, Fina Fuertes, formada en Decoración e Interiorismo, nos cuenta que desde sus inicios hacía de todo, incluyendo proyectos de decoración y alzados y perspectivas de edificios de gran envergadura, trabajando para arquitectos y empresas constructoras. La ilustración formaba parte del conjunto del trabajo, era una faceta más, pero no la única. Y afirma, muy rotunda, no haberse sentido nunca relegada: «Luché por un trato igualitario respecto a mis compañeros de trabajo en las agencias. Éramos muy pocas (mujeres), pero en un ambiente muy igualitario, vanguardista y moderno».
Fina Fuertes distingue la visibilidad positiva, respecto a la actual, por el hecho de ser menos las mujeres que trabajaban en las agencias, recalcando que la responsabilidad exigida siempre fue la misma para todos los compañeros.
Por su parte, Reme Beltrán, empieza pintando con gran tendencia hiperrealista y es por ese motivo que comienza a hacer ilustración para publicidad. Trabajó unos años en una agencia haciendo ilustraciones y algo de diseño gráfico y al salir de allí, continuó como ilustradora freelance para diversas agencias de publicidad de Valencia. Era la única mujer del departamento creativo de su agencia y afirma que «desarrollaba el trabajo para el que estaba preparada. Después, siempre he sido freelance. No recuerdo haber sido tratada de forma trivial».
Cuando decae la ilustración para las agencias, y surge el predominio de la informática, tuvo que acoplarse a los cambios y fue entrando en el diseño gráfico que, con frecuencia, completaba con ilustración manual y, cada vez más, digital.
El hecho de poder trabajar de modo independiente y no tener obstáculos por ser mujer, avanzaban un cambio en la sociedad y en sus paradigmas.
El cambio que Beltrán subraya con las dibujantes de hoy en día es absolutamente técnico: «La aparición de la informática en nuestras vidas, al principio de los 90, supuso un profundo cambio en la manera de trabajar en ilustración y diseño. El continuado avance en tecnologías y la diversidad de medios hacen que el mundo de la ilustración sea muy diferente al de los años previos a la informática, tanto por los medios disponibles para la realización de ilustraciones como por la proyección posterior de esas ilustraciones».
Estos tres ejemplos de mujeres nos sitúan en la perspectiva de cómo, en apenas veinte años de distancia entre ellas, las mujeres ya podían obtener puestos de relevancia –aunque fueran las únicas en ese momento– y empezaban a no tener que abandonar sus carreras para dedicarse a la vida marital o a la crianza de sus hijos.
Sin embargo, han hecho falta cincuenta años para que el número de ilustradoras sea muy superior al de sus compañeros hombres.
Estas ráfagas de esperanza y de haber vivido cambios positivos, aunque lentos en el tiempo, podrían quedar atascados cuando hablamos de la diferencia salarial entre mujeres y hombres en épocas pasadas y en relación al presente. Actualmente, la brecha salarial en nuestro país es de un 14,2 % entre sexos. Sin embargo, Arizmendi, Beltrán y Fuertes son contundentes en su respuesta y afirman que su sueldo era en función al puesto que ocupaban dentro de la agencia, siguiendo lo estipulado, independientemente de ser hombre o mujer.
En cuanto a su experiencia, también como trabajadoras autónomas y siempre en comparativa con el momento presente, Reme Beltrán no ve distinciones entre sexos en la ilustración: «Al menos yo no las conozco».
Fina Fuertes tampoco hace distinciones entre sexos. Para ella, el sistema es tan cruel que el libre mercado está haciendo mucho daño en la profesión en general: «Antes teníamos unas tarifas que compartíamos con los compañeros para no perjudicarnos. Ahora creo que no se respeta».
Son estos los motivos por los que piensa que para que exista una igualdad plena en esta profesión hay que seguir luchando y se vuelva a poder seguir viviendo de la ilustración, como fue en su caso.
Para Consuelo Arizmendi, quien reconoce estar un poco desconectada, la ilustración tiene mucho futuro, ya que como espectadora ve dibujantes muy creativas y con una formación muy sólida. Aunque le cuesta responder indicando que no sabe muy bien cómo están las cosas actualmente, lo cierto es que señala que es necesario equiparar sueldos (eso que ella sí tenía en los años 60) así como oportunidades, valorando el trabajo por calidad y no por género.
Estas tres mujeres son ejemplo de cómo ha evolucionado la profesión de ilustradora según avanzaba la sociedad. Consiguieron no tener que renunciar a una carrera profesional para atender las obligaciones domésticas, aunque todavía queden muchos aspectos por corregir. Demostraron ser capaces de tener cargos de responsabilidad siendo, a veces, la única mujer de la agencia y, a pesar de los cuestionamientos sociales que eso pudiera conllevar, eran remuneradas por su oficio y no por su condición.
Conocer sus opiniones, su trabajo y sus circunstancias, nos han demostrado que la presencia de las mujeres en la ilustración ya no tiene una visibilidad anecdótica.