«Iconos, entre la memoria y el anacronismo», por Óscar Guayabero

Con este artículo de Óscar Guayabero entendemos por qué pese al paso de los años —y la evolución del diseño de los objetos—, seguimos utilizando formas anacrónicas para representar arquetipos.

Hace unos días, paseando por el monte nos encontramos en un camino rural una señal que indicaba un paso de vía sin barrera. Primero, me sorprendió que ese sendero necesitara señalización, pero es cierto que no tan solo sabíamos que por allí pasara una vía férrea. Según parece pasan por allí cuatro trenes al día. Lo segundo me llamó la atención es que las señales eran bastante nuevas, pero sin embargo la imagen de la señal, con una locomotora digna de El maquinista de la general con su chimenea y su humo incluido, me hacía saltar a un pasado que ni tan solo he vivido.

Por ese motivo me puse a pensar en las señales, símbolos, imágenes que usamos de forma recurrente y que ya no se corresponden con objetos actuales. Los iconos suelen ser una síntesis muy esquemática de un objeto real. Me pregunto en que momento las nuevas generaciones dejarán de entenderlas porque el objeto al que remiten ya no forma parte de su imaginario colectivo, ni tan solo como anacronismo.

Hay en el diseño una evolución formal, que en muchos casos viene del objeto precedente. Por ejemplo, los primeros coches autopropulsados eran deudores, formalmente hablando, de los carros tirados por caballos. También hay algunos que al ser nuevos en su totalidad generan un nuevo arquetipo, como sucedió con el teléfono.

Los iconos también responden a ese esquema, quizás los primeros intentos para «normalizar» los iconos de buena parte de los objetos, vehículos, casas, etc que nos rodea lo hicieron Marie Neurath, Otto Neurath y Gerd Arntz con su proyecto Isotype (International System of Typographic Picture Education) del que ya hablé en un artículo anterior. Entre los tres crearon, en 1937, más 4.000 pictogramas y marcaron el inicio de los iconos y algunos de ellos, con variaciones, aún son usados en la actualidad, en aspectos tan diversos como las infografías de prensa, los manuales de circulación o las instrucciones médicas.

Otro punto de inflexión fue cuando Olt Aicher, crea los iconos de los juegos olímpicos de Munich en 1972 y sustituye una abstracción simplificada de las posiciones físicas de los atletas (Tokio, 1964) por una estructura modular de 3 elementos: cabeza, tronco-con-los-brazos, cintura y piernas, configurando así todas las diversas posiciones del atleta en movimiento. Esa estructura en 3 partes de las figuras humanes aún perdura en múltiples funciones, desde la señalización de los WC o ascensores a las advertencias de peligro en los tendidos eléctricos.

Pues bien, me planteo que sucede con los iconos, sea cual fuere su origen, que se mantienen en la actualidad pero que ya no se pueden conectar formalmente con ningún objeto existente hoy, desde el disquete que los programas tienen como icono de «guardar» documentos, hasta el teléfono que aparece a menudo en formularios y que referencia a los teléfonos de baquelita creados por Henry Dreyfuss para la empresa Bell Telephone a finales de los años 30. Pasa lo mismo con muchos otros iconos, los de las bombillas de las ideas o los de los coches y camiones del actual manual para sacarse el carné de conducir.

En los casos de los objetos tecnológicos hay una razón que creo vislumbrar, cuando más actuales son esos objetos más cajas herméticas parecen. Por ejemplo, la televisión, en muchos casos se sigue sintetizando las TV de tubos catódicos, pero es que las nuevas TV son poco más que un rectángulo negro. Con el teléfono sucede un tanto igual, los smartphones pueden ser un Ipod, una agenda de mano o cualquier otra cosa.

«Los detalles no son el territorio de los iconos.»

Cierto que si se le añaden algunos detalles se identificaría, pero los detalles no son el territorio de los iconos. Tienen que ser la mínima expresión e identificarse de inmediato. Incluso los ordenadores han pasado de ser un conjunto de pantalla, teclado, torre y ratón a una caja hermética que se abre en dos partes. Y pasa así con otros aparatos o avances tecnológicos, un disco de vinilo es fácil de representar un MP3, no tiene forma.

Al mismo tiempo, un tocadiscos es sencillo de ver, una lista de streaming no tanto. Si estuviéramos jugando al Pictionary sabríamos dibujar una cocina de gas o un hornillo de carbón y es probable que nuestros compañeros de equipo lo descifraran. Una vitrocerámica o una placa de inducción es un cuadro abstracto con geometrías. En las pantallas del móvil aún vemos el icono del despertador de los que usaban nuestros abuelos e iban a cuerda manual, pero es que los nuevos despertadores son puras cajas con una pantalla LCD.

Puede que en realidad usemos esos iconos anacrónicos porque nos recuerdan cuando aún entendíamos un poco cómo funcionaban las cosas de nos rodean. Si bien es cierto que el icono de un teléfono móvil debería contener una multiplicidad de iconos: cámara de fotos, micrófono, reloj, calculadora y muchas otras cosas, además de un teléfono, hay un doble reto para el diseño: por un lado, quizás deberíamos intentar encontrar nuevos iconos más conectados con la realidad actual y por otros, probablemente es necesario un «salir de la caja» y repensar los objetos electrónicos para que tengan una personalidad propia más allá de un paralelepípedo.  

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