Giacometti, terrenos de juego, responde a las investigaciones sobre la concepción espacial que el escultor Alberto Giacometti realizó a lo largo de toda su vida. La exposición, coproducida por Fundación Mapfre y la Hamburguer Kunsthalle de Hamburgo, reúne cerca de 190 piezas, entre esculturas, pinturas, dibujos, grabados y fotografías, procedentes de 32 prestigiosas colecciones internacionales públicas y privadas.
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La muestra parte de sus desconocidas esculturas surrealistas, concebidas como ‘tableros de juego’, y donde el artista desarrolla, como en una maqueta, su concepto de ‘escultura como lugar’, como un terreno de juego entre el arte, la vida y la muerte. Partiendo de estas primeras investigaciones, Giacometti comienza a trabajar en sus creaciones visionarias para plazas monumentales, en las que el espectador queda incluido como una ficha más del juego.
Desde esta perspectiva, la exposición redescubre sus famosas esculturas agrupadas de posguerra, donde se confrontan sobre una misma plancha de bronce diferentes espacios y tiempos. De forma paralela, el escultor convierte su mítico taller de 18 metros cuadrados en un campo de experimentación para escenificar espacialmente sus obras, y a sí mismo con ellas. De este modo, la muestra acaba guiándonos hasta el gran legado artístico de Giacometti, el mundialmente célebre grupo de figuras de tres metros de altura, que diseñó para la explanada del Chase Manhattan Plaza de Nueva York, y entre los que destacan El hombre que camina y la Gran Mujer. La muestra se convierte así en un tablero de juego para el propio espectador.
Giacometti desarrolla, dentro de su vinculación al surrealismo, a principios de los años 30, esculturas horizontales, concebidas como maquetas de lugares. La más famosa es Maqueta para una plaza (Peggy Guggenheim Museum, Venecia). En estas esculturas, el espacio se ofrece, obra y pedestal se entrecruzan y tanto el espacio real, como el tiempo real se convierten en parte de la escultura.
Estas obras pioneras recuerdan, por su tamaño y su carácter, a tableros de juego, en los que el escultor “juega” tanto con la ubicación de los distintos elementos sobre una plancha que los une, como con los “movimientos de esos elementos relacionados entre sí”, tal como él mismo decía. Se acabó el juego (National Gallery of Washington) es uno de los ejemplos más importantes. Los juegos que se desarrollan giran en torno al erotismo, a la vida y a la muerte, y, tanto en las esculturas como en los dibujos preparatorios que se presentan, se pone en evidencia como el artista experimenta con diferentes distancias entre los distintos elementos, y como va privilegiando alternativamente la vista cenital y la frontal. De forma paralela, introduce al espectador, antes pasivo, participando físicamente de la propia escultura.
En 1934, Giacometti rompe con los surrealistas. En esos momentos, su reflexión en torno a distancia, a la dimensión y a la interrelación entre los diferentes elementos de su escultura progresa sustancialmente. En el texto programático El sueño, el Sphinx y la muerte de T., de 1946, reflexiona sobre su propia persona en relación con los demás, con el espacio y con el tiempo. Finalmente, imagina un disco de espacio-tiempo, donde se materializaría la interconexión que siente entre vivencias, pensamientos y angustias: “De repente, tuve la sensación de que todos los sucesos existían simultáneamente a mi alrededor. El tiempo se hizo horizontal y circular, era al mismo tiempo espacial. (…) Un disco de aproximadamente dos metros de diámetro. (…) Con un extraño placer, me vi deambulando sobre ese disco de espacio-tiempo”, contaba Giacometti.
Fundación Mapfre
Giacometti, terrenos de juego
Del 13 de junio al 4 de agosto
Paseo Recoletos, 23 Madrid
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+info: exposicionesmapfrearte.com