Experimenta 100: más que competencia, compañeros de viaje

Experimenta celebra su número 100 con una edición especial que no solo honra su trayectoria, sino también la de todos los que, desde distintos frentes editoriales, hemos apostado por hablar de diseño. En este laboratorio de ideas, el protagonismo lo comparten muchas voces. Y eso, en los tiempos que corren, no es habitual. Cuando una revista alcanza los 100 números, hay que celebrarlo. Pero cuando, además, lo hace invitando a participar a quienes en teoría son su competencia directa —otros medios, otras editoras, otros canales que también hablan de diseño—, entonces no solo se celebra el número, también se celebra una actitud. La de la generosidad, la de la honestidad profesional, la de quien entiende el oficio editorial como algo más que una carrera de fondo para ocupar el centro de atención. Por eso, estar en ese número 100 de Experimenta no es solo un honor. Es también un reconocimiento que siento como compartido con toda la gente que ha hecho posible el camino de Gràffica. Personalmente, me toca de una forma especial, porque Experimenta fue mi puerta de entrada a este mundo. Fue la revista que me abrió los ojos cuando aún era estudiante de Bellas Artes, cuando lo del diseño era una intuición más que una certeza, cuando el futuro aún estaba lleno de signos de interrogación. Recuerdo buscarla en bibliotecas, comprarla en librerías, leerla con la atención que se le presta a los mapas. Todavía conservo muchos de esos números antiguos, como quien guarda los libros que le cambiaron la vida. De vez en cuando los hojeo y me sorprende lo mucho que hemos cambiado, y lo que, pese a todo, sigue intacto. Con el tiempo, he tenido la suerte —y el esfuerzo— de poder dedicarme también a esto de editar. De publicar, de contar, de construir un medio que dé visibilidad al diseño. Por eso, encontrarme en las páginas de Experimenta 100 es también una especie de certificación no escrita de que todo ese trabajo ha merecido la pena. Que estar ahí significa haber contribuido de alguna manera a una conversación más amplia, más profunda, más diversa. Y no deja de ser bonito pensar que, en vez de competir, lo que hemos hecho ha sido sumar. Porque si algo demuestra este número especial de Experimenta es que los medios especializados no solo cumplen una función informativa o documental. Son, en sí mismos, herramientas de diseño. Editar es proyectar, seleccionar, jerarquizar, decidir. Y en esa edición hay tanto de diseño como en cualquier producto, tipografía o interfaz. Por eso, este número 100 se titula acertadamente “Publicar diseño: un laboratorio de ideas”, porque eso es precisamente lo que ha sido Experimenta durante 35 años: un lugar donde ensayar, experimentar y, sobre todo, pensar. En sus páginas hay nombres clave, trayectorias que son referentes, voces que han construido pensamiento crítico desde distintos lugares. Me alegra verlas ahí. Me emociona, también, que se nos considere parte de esa conversación. Porque como tantas veces hemos hablado con Marcelo Ghio —alma y timón de Experimenta—, esto de editar sobre diseño no siempre tiene lógica desde fuera. Si un analista financiero evaluara alguno de nuestros proyectos, seguramente pensaría que estamos locos. Pero seguimos. Porque creemos en ello. Porque sabemos que tiene sentido para quienes, como nosotros, piensan que el diseño necesita discurso, contexto, memoria y futuro. Por eso, más allá del simbolismo redondo del número 100, lo importante es el gesto editorial que propone. No solo se celebra el pasado, también se documenta el presente y se proyecta hacia adelante. Y eso lo hace incluyendo a quienes también estamos editando, investigando o divulgando desde otros frentes. Publicaciones como las de Carlos Rolando o Manolo Prieto, que no me canso de recomendar —a veces incluso antes que la nuestra— son ejemplo de ese ecosistema que se enriquece cuando no se cierra sobre sí mismo. Este número de Experimenta debería estar en la estantería de cualquier diseñador. No por coleccionismo, sino por necesidad. Porque recoge piezas clave del engranaje cultural del diseño, porque recuerda de dónde venimos y nos enfrenta a dónde podríamos ir. Porque leer, como decimos en Gràffica, nos hace diseñar mejor. Y esta revista, en cada una de sus 174 páginas, nos invita precisamente a eso: a leer más y diseñar con más conciencia. Así que gracias, de corazón, a Experimenta. Por hacernos un hueco, por abrir la conversación, por no pensar en términos de enemigos ni de cuotas de mercado. Por entender que, al final, todos estamos en lo mismo: intentando darle forma a las ideas para que puedan seguir circulando. Porque si hay algo que no cambia en el diseño, es su capacidad para transformar. Y también la nuestra para contarlo.

Experimenta 100: más que competencia, compañeros de viaje

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