«A todo el mundo le gusta el arte urbano hasta que le propones pintar la fachada de su casa», Marina Capdevila

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Aunque ya conocíamos el trabajo de Marina Capdevila, todavía no habíamos tenido la oportunidad de charlar con ella. Hoy, hemos podido hacerlo y descubrir porqué es toda una amante de la exageración de las situaciones de la vida cotidiana y porqué siempre busca la ironía para llevarlas al punto más extremo a través de la ilustración.

Marina Capdevila es una ilustradora con base en Barcelona. Tras estudiar Bellas Artes en la Ciudad Condal, ​​se trasladó a Rotterdam para estudiar un programa erasmus en la Academia Willem de Kooning y trabajar en el estudio Wallis & Mosman y Studio Piraat como diseñadora gráfica. De vuelta en Barcelona, ​​estudió el máster The Creative Illustration en la escuela EINA y luego comenzó su carrera como ilustradora, trabajando para empresas como Inditex y más tarde como freelance, trabajando en publicidad y desarrollando su trabajo personal en su estudio.

Entre su trabajo, podemos encontrar proyectos de publicidad para marcas como Reebok, Zara, Bershka, Movistar, Estrella Damm, TV3 o Freixenet, así como murales en diferentes lugares como Florida, Nueva York, California, Suiza, México, Italia, Canadá, Holanda, Estados Unidos. Reino, Austria, España…

Lo que más nos llama la atención de Marina es el objeto de su inspiración: la belleza que no sigue los cánones estéticos habituales como personas mayores, personajes eternos perdidos en una sociedad que ya están empezando a luchar por comprender. Además, tal y como ella misma afirma, su musa es su abuela. Con ello, lo que quiere comunicar a través de su trabajo, es el deseo de alcanzar la vejez con plena vitalidad. Los recursos de la exageración y la ironía son puntos clave en sus creaciones, así como una poderosa paleta de colores combinada con sombreados suaves, inspirados en la técnica renacentista Sfumato.

Marina Capdevila pintando. Foto de Mike Chaney

Durante tu trayectoria, has trabajado como ilustradora para marcas como Zara, Reebok o Movistar, pero también has hecho grandes murales en edificios. ¿Cuáles son las diferencias a la hora de afrontar uno u otro proyecto?
Diría que la diferencia reside en la libertad creativa. Últimamente, cuando trabajo con murales o con proyectos para festivales, éstos me dan una libertad creativa absoluta. Mientras que cuando trabajo con marcas, siempre existen más limitaciones. De todos modos, este último año las marcas sí que me han dado mayor libertad en los proyectos ya que son ellas las que me llaman y ya saben cuál es mi trabajo. Se ha vuelto bastante cómodo trabajar en proyectos para marcas.

¿Por qué te hiciste freelance?
No soportaba tener jefes. Tampoco el ritmo de una gran corporación como Inditex, para la cual estuve trabajando durante un año. Era un ritmo muy acelerado. Aprendí muchísimo a cómo no llevar una empresa y me di cuenta del estrés que suponía trabajar en un sitio así. El hecho de intentar hacer una aportación creativa y que te la cortasen al momento, me hizo hacerme freelance.

Siendo que has trabajado en los dos lados –en empresa y como freelance–, ¿cuáles dirías que son las principales diferencias en cuanto a metodología de trabajo?
Dentro de una empresa, el ritmo de trabajo suele ser muy acelerado. Yo hacía diseños para camisetas como churros. Si podías hacer cuatro en una mañana y además asistir a una reunión y atender a un proveedor, mucho mejor. Siendo freelance, los timings los marco normalmente yo y los clientes suelen adaptarse bastante. Aunque claro, no es algo que suceda siempre ya que sí que ha habido algún fin de semana en el que he tenido que quedarme a preparar una propuesta, cambiar alguna cosa de último momento…

Es un poco diferente cuando se trata de trabajar con murales. El tiempo es más ‘abstracto’. Parece muy fácil al principio, pero a la hora de realizar el boceto siempre aparecen pequeñas trabas: hay mucha gente que opina sin entender de arte.

Es decir, para hacer un mural, se necesita la aprobación del alcalde, de los vecinos, del propietario de la casa y todo esto se convierte en un proceso más lento. Pero a pesar de ello, es mucho mejor que tener un jefe y tener un horario muy marcado que no te permite salir de la rutina cada día. Cosa que no ocurre cuando se trabaja con murales. De hecho, con ellos, justo lo que no tengo es rutina, ya que supone trabajar fuera del estudio. Un día estás en Barcelona, otro en Brasil, Croacia, México. Es un cambio de rutina total. Yo soy muy rutinaria los días que tengo que estar en el estudio, por eso necesito combinar estas dos vertientes.

Boceto de Marina Capdevila: ‘Marujas’

¿Crees que ha cambiado la concepción tradicional y más conservadora que tiene el público en España respecto al arte urbano? ¿O crees que todavía sigue existiendo cierto rechazo?
Sí, yo creo que sigue existiendo cierto rechazo al arte urbano. A todo el mundo le gusta el arte urbano, el muralismo, etc., excepto cuando a uno le plantean que la fachada de su propia casa sea la que va a ser intervenida. Ahí la cosa cambia.

Por ejemplo, para el último mural que pinté en mi pueblo –Falset–, la gestión del proyecto costó un año y medio, por problemas como este, cuando yo creía que tardaríamos un mes. El alcalde estaba de acuerdo con que se llevara a cabo el mural, pero parte del ayuntamiento no. «Esto no es Nueva York, es un pueblo pequeño», nos llegaron a decir. Además, los propietarios de las casas que tenían las paredes más adecuadas para pintar no querían que se intervinieran en ellas. Incluso tuvimos problemas por encontrarse algunas de ellas cerca der la iglesia. Al final encontramos una pared en la que el propietario nos dijo que era todo un honor y un regalo tener una obra de arte en su pared.

‘Salut!’, mural pintado en Falset

Este tipo de problemas también los he tendido en algún festival. Por ejemplo en Italia, donde no había manera de que aprobasen mi boceto porque a algunas personas les parecía muy transgresor.

Pero, al final, lo que pasa siempre es que, al principio, a la gente no le gusta cuando se plantea la idea, pero una vez empieza el proyecto están encantados. Siguiendo con el ejemplo del mural en mi pueblo, cuando empecé con el mural pasaba la gente y me decía que con quién tenía que hablar para que también pintara su casa.

¿Cómo es el proceso de pre-producción antes de realizar un mural a tan gran escala como por ejemplo tu trabajo para el Cura Festival Brazil? ¿Cuánto tiempo te lleva desarrollar un proyecto?
Depende de cada caso. Por ejemplo, hay proyectos en los que imaginaba que el proceso sería más corto y sin embargo acabó siendo más largo. Como el mural que contaba antes. Pensaba que, habiendo pintado en muchos lugares del mundo, sería genial pintar en mi pueblo. Me apetecía mucho y al alcalde le pareció bien. Todo indicaba que no tardaríamos más de un mes en finalizarlo, pero como comentaba, al final se alargó mucho.

Foto de Instagrafite

Sin embargo, el mural más grande que he pintado nunca –el de Brasil–, fue un proceso de dos semanas en las que me puse a trabajar súper rápido en el boceto, a preparar maletas, materiales, etc. Es verdad que implicó mucho estrés, pero quedé muy contenta con el resultado y el proceso.

En cuanto al proceso de pre-producción, normalmente cuando me indican dónde tengo que ir a pintar, investigo un poco la cultura del lugar.

Estudio la cultura del país, qué tipo de ciudad es, si se trata de un barrio pobre o rico, qué tipo de perfil predomina en la zona, si son jóvenes o personas mayores, … Y normalmente intento trasladar esa cultural en particular a mi mundo; intento plasmar la idea de ese vecindario con mi estilo. Hago mi boceto y lo enseño. Si lo aprueba el cliente, pasa a la administración y, más tarde, ya llega la fase de preparación de materiales para trasladarme finalmente al lugar donde tengo que pintar.

¿Por qué siempre utilizas como modelos de tus ilustraciones a gente mayor?
Cuando me inicié por mi cuenta a dibujar, empecé con una ilustración más realista con gente joven y guapa, pero me di cuenta de que no me aportaba nada. Además, lo estaban haciendo muchos artistas.

Entonces pensé qué era aquello que realmente me aportaba a mí; qué era aquello que me hacía reír. Y pensé en mis abuelos, que tienen 92 años los dos y representan lo que son mis dibujos. De ahí que mi abuela sea mi musa.

A pesar de su edad, disfrutan la vida al máximo; salen a bailar y a cenar los sábados, van al bar con los amigos, … Cosa que a mí me hacía mucha gracia y no encontraba fuera de mi entorno familiar.

Cuando vine a Barcelona me di cuenta de que había mucha gente mayor muy sola, sentada en bancos por la calle sin apenas energía. Me di cuenta de que había otra realidad a la de mis abuelos. Centrarme en esta temática a la hora de realizar mis ilustraciones supone como una terapia para mí, porque me da mucho miedo envejecer, enfermar y a morir sola. Por eso, toda mi obra tiene ese toque más rebelde. Miro mis cuadros y pienso «bueno, sí, todo puede acabar bien».

Good Vibes Only, Australia

Teniendo en cuenta la gran exposición a la que están sometidos los murales en la calle, ¿cuáles crees que son los riesgos a los que está expuesta la obra? ¿Cómo protege un artista mural sus trabajos?
No se protege. En el momento que decides hacer un mural, aceptas que está expuesto a todo el mundo: a quien quiere hacerle una foto, a quien quiera mirarla o a quien quiera destrozarla o intervenir. Yo creo que es como darle vida a una pared y hay quienes la respetan y quienes no. En mi caso, ha habido murales que no me han durado ni un día. Es bastante frustrante acabar de pintar el muro por la noche e ir al día siguiente a hacerle la foto –que la final es lo que queda–, y ver que ya está tachado.

Bueno, son experiencias con las que vas aprendiendo. Por ejemplo, cuando fui la primera vez en Miami, estuve toda una semana pintando el mural y justo cuando lo terminé por la noche, ya muy tarde, pensé «mañana vengo y hago la foto». Al día siguiente alguien ya lo había intervenido de muy mal modo. Menos mal que, al final, pude repararlo con unos amigos.

En Miami es algo habitual y ya te acostumbras, es una jungla donde todos quieren pintar.

Por suerte, los murales de dimensiones más grandes y todos aquellos que he hecho comisionados para festivales están intactos. Los que me han estropeado son los más pequeños.

María Capdevila junto a su mural en Florida. Foto de Diana Larrea

La potencia de un mural es precisamente el hecho de destacar en el entorno y el contexto en el que se encuentra, pero también supone una desventaja a la hora de mostrarlo al resto de personas que no pueden estar ahí para verlo. ¿Cómo consigues llevar la esencia de tu trabajo a ese resto de público que no lo puede ver físicamente?
Aunque siempre vaya con fotógrafos y yo con mi cámara, coincido con mucha gente en que no tienen nada que ver el apreciar el mural en una foto y hacerlo en directo. La gente me dice que estar allí y levantar la cabeza para verlo es mucho más impresionante que verlo a través de la pantalla. Incluso para mí, verlos en persona supone rememorar recuerdos de aquellos momentos.

¿Cuál crees que es la situación de las profesionales de la ilustración/arte mural hoy en día? ¿Has sufrido algún tipo de discriminación o trato diferente por el hecho de ser mujer?
Yo creo que es muy obvio que existe una discriminación hacia las mujeres, sobre todo el mundo del muralismo y el arte urbano. Es algo que se observa muy claro en este tipo de festivales de muralismo. Suelen ser casi todo hombres. Cuando he participado en alguno, junto a otros artistas, suelo estar yo como única chica; suelo estar sola.

Es un mundo muy masculino y me molesta mucho el comentario de «lo tienes más fácil para que te inviten a los festivales porque hay muchas menos chicas que pintan». Eso es mentira, hay muchas chicas que pintan e ilustran, pero no se les da visibilidad.

Tampoco veo una solución haciendo un tipo de festival, plataforma o acción en la que solo se inviten a ilustradoras. No tiene sentido ya que lo que queremos es igualdad. Lo que tendría que haber son más mujeres en el resto de festivales mixtos. Y yo lucho por ello.

Quizá este año sea el momento indicado para dar este paso. Pero salvo el caso de Brasil, en el que toda la organización eran chicas y –a excepción de un chico–, todas éramos ilustradoras, en los demás festivales suele haber una gran mayoría de hombres.

La tradición del mundo del arte urbano, el muralismo y el grafiti siempre ha estado asociado a un sector más masculino, pero ahora ya no es así.

Desvelarte Festival, Santander

¿Qué otros proyectos tienes entre manos?
Además de los murales, también hago trabajos en el sector de la publicidad. Estos cada vez son proyectos más cómodos, mejor pagados y en ellos suelen tener más en cuenta la idea y el concepto que originalmente propongo. También tengo proyectos más personales de pintura, de los que he podido hacer dos exposiciones colectivas en Oakland y San Francisco.

¿Qué vertiente de tu trabajo te atrae más: murales, proyectos publicitarios o el trabajo personal?
Creo que todas ellas se compaginan y es lo que necesito. Me gusta tanto estar sola en mi casa y pintar lo que me apetece como hacer publicidad y ver mi trabajo por la ciudad con mi estilo. Además, los murales para festivales y otros proyectos, al final se han convertido en mi forma particular de viajar, y en el modo en el que me relaciono con la gente de cada lugar: estoy en sus casas, me enseñan sitios menos turísticos y salgo del estudio. Creo que, de mi trabajo, no podría elegir una sola rama.

→ www.marinacapdevila.com

 

Women With No Cigarette

 

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