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Jordi Lafebre es un ilustrador y dibujante de cómics barcelonés que lleva trabajando como freelance desde 1998. Sobre todo, se dedica a la creación de novelas gráficas, ilustración y diseño de personajes. Como él mismo afirma, le encanta dibujar. De hecho, lo hace desde que era una niño. Esto, junto a su pasión por contar historias, lo convierte en un historietista nato.
¿Cómo se consigue tener un estilo tan definido?
En mi caso, y creo que en el de otros muchos ilustradores, el estilo no es una búsqueda de piezas exteriores en otros estilos o intereses. Es más bien una aceptación de quién soy y dejar crecer lo que pide salir. El estilo nace del trazo, que es un gesto del brazo, y cada uno tiene una velocidad y fuerza distintas.
Los movimientos se pueden educar, por supuesto, pero en lo que atañe a la personalidad creo que es más fácil investigar sobre las propias tendencias de cada uno.
Con el tiempo he entendido que también hay una búsqueda inconsciente de aquello que me fascinaba de niño. Tienes una imagen ideal creada en la cabeza –un tanto borrosa– y al enfocarla resulta que es algo que siempre ha estado allí. Obviamente me documento y me inspiro en el trabajo de artistas gráficos (no necesariamente ilustradores), pero el estilo “personal” viene del ADN gráfico de cada uno.
¿Qué cómics leías de pequeño? ¿Cómo te han influido?
A mí me costó mucho aprender a leer. Los tebeos me ayudaron al hábito de la lectura, pero me saltaba la gran mayoría de bocadillos. Así que te voy a confesar que he “visto“ muchos Asterix y Tintin, pero leerlos propiamente dichos, he leídos menos.
De pequeño, los tebeos y animación ejercían magia sobre mí: me sentía literalmente dentro de esos mundos, y me fijaba en todos y cada uno de los detalles de los que mi cabeza era capaz de atrapar. Después he seguido buscando esa magia, y por eso intento crear un mundo gráfico en el que todo sea coherente y tenga entidad propia.
Me siento más cómodo en un mundo de línea, dónde el trazo marca el principio y el fin de los objetos, casi formando una lista de palabras de lo que hay. En eso la tradición franco-belga tiene grandes maestros y yo me enmarco dentro de esta tradición, por mucho que tenga otras influencias cruzadas, pues de jovencito leía también cómic americano y mangas y todo lo que caía en mis manos.
¿Cuánto tiempo dedicas a la documentación antes de diseñar los personajes de tus cómics?
La documentación la disfruto mucho. Para mí, la documentación forma parte del proceso de dibujo y nunca me he puesto a contar las horas, pero creo que son bastantes. Si se intenta trabajar sobre una época y lugares concretos, a mí me gusta sentirme seguro y entender el periodo histórico, de manera que a veces he estudiado el patrón de las ropas o el corte de pelo para saber dibujar con cierto conocimiento de causa.
Dibujar es una manera fascinante de adentrarse en un mundo del que conoces poco, porque para dibujar algo bien, es mejor entenderlo y para entenderlo hay que estudiarlo al menos un poco.
Se asemeja a la imagen del iceberg: hay mucho trabajo debajo para aflorar un dibujo bien documentado. Además, la memoria colectiva funciona de una manera muy potente y si das con la tecla adecuada a la hora de dibujar el lector se siente transportado de inmediato dónde sucede el relato. Forma parte de la magia de la que hablábamos al principio.
¿Cómo es el proceso que sigues antes de ponerte a dibujar?
Este 2018 cumplo 20 años de profesional; mi personalidad y mis hábitos han ido cambiando con el tiempo y supongo –¡y espero!– que seguirán cambiado. El dibujo debe estar vivo.
Llevo un tiempo buscando simplicidad en las formas y profundidad en el contenido; especialmente para las imágenes aisladas o viñetas clave del relato.
Esa búsqueda de la simplicidad se cuece en mi cabeza antes ni siquiera de tocar un lápiz. Las portadas o carteles me los pienso durante semanas antes de permitirme esbozar una sola línea, porque el dibujo puede llegar a ser un poco tramposo y tapar los huecos de significado con filigranas, que es precisamente lo que quiero evitar. Me gustan las soluciones simples que una vez la ves, ninguna otra opción sea posible.
En el caso del dibujo de narración en los cómics, en los que parto de un guion previo, intento llegar al dibujo de forma fresca, sin abocetar demasiado. La idea, otra vez, es no dar demasiados palos de ciego antes de dar con la imagen definitiva. Es como andar por una cuerda sin red, me obliga a trabajar plenamente concentrado y creo el dibujo adquiere otra densidad.
¿Cómo realizas la elección de colores para cada trabajo?
Para el color en los cómics intento dar toda la importancia posible a la narración. No entiendo los elementos de una viñeta, ni siquiera viñetas enteras sin su contexto en el relato y la carga emocional que requiere.
El color, a mi entender, funciona como la banda sonora que da una base sutil al lector de lo que debe sentir y pensar en cada escena.
Así que las gamas de las secuencias pueden variar bastante en función del momento narrativo. También tengo en cuenta el periodo en que sucede la historia, e intento que quede todo equilibrado en un proceso que se parece mucho al del etalonaje del cine, que es una corrección del color después del rodado para dar las apariencia adecuada a la escena. Para decirlo sin complicaciones diría que primero busco un color general para la escena, o dos colores que dialoguen. ¿Es de noche o de día? ¿Es interior o exterior? ¿Es una escena calmada o de tensión? ¿Alegre o triste?
Para los trabajos aislados, portadas o ilustraciones, sigo un proceso similar pero debo tener en cuanta el contexto en el que irá la imagen y a qué tamaño/s va a reproducirse. No hay la dificultad de tener que enlazarlo en un relato de forma coherente pero sin embargo debes darle la entidad necesaria para habitar un un hábitat repleto de otras imágenes y distracciones para el lector.
¿En qué te inspiras a la hora de diseñar nuevos personajes?
El personaje está “ahí”; mi trabajo es captarlo como una antena. Suena un tanto metafísico per es mi disposición a la hora de plasmar un personaje en imágenes. Suelo dejar que venga solo, a partir de lo que me sugiere una frase del texto, o algún recuerdo. Supongo que la “fuente de inspiración”, para intentar responder la pregunta de una forma un poco más ordenada, es “ todo a la vez y nada en concreto”.
En general hay un clic que me da una primera pista de cómo es el personaje y luego voy tirando del hilo hasta dónde me deja. Y si es un personaje de cómic, pues a base de dibujarlo va evolucionando y tomando unas formas y personalidades propias, que no he decidido de forma consciente.
¿Trabajas bajo encargo o apuestas tú por los proyectos que te parecen interesantes? ¿Cómo es tu relación con el cliente en el caso de los encargos?
Cuando el trabajo nace de mis intereses y busco un editor que le de cuerpo y financiación intento que el proyecto nazca de una inquietud interior, un tema que para mí sea importante. Luego hay que buscar la relación de equilibrio entre lo que a mí me interesa y la forma final en la que el público al que va destinado también pueda sentir cierto interés, claro.
Si es un encargo que me viene dado, para aceptarlo ya debe guardar un mínimo de coherencia con mi resto de trabajos, no creo que tenga sentido trabajar dispersando los estilos y formatos. Pero una vez aceptado el encargo, me pongo 100% al servicio del cliente y de sus necesidades.
Mi autoría queda en un segundo plano. Aporto mis conocimientos y creatividad a la hora de buscar opciones nuevas, pero el criterio siempre final siempre es del cliente.
¿Qué ha supuesto para ti trabajar con Benoît Drousie (Zidrou)?
Benoît apareció en mi bandeja del mail justo cuando yo andaba buscado un guionista con el que trabajar en el mercado francés, porque la vida, a veces, tiene este tipo de cosas. Me lancé de pleno a colaborar con él porque era lo que había estado buscando durante años sin éxito. Y a partir de un pequeño trabajo juntos vimos que había química profesional y nos pusimos a trabajar de manera continuada, hasta la fecha. No se puede explicar mi trabajo de mis últimos diez años sin mencionarle de manera destacada; casi todo lo que he dibujado han sido sus palabras. Creo que con el tiempo he encontrado un lugar en el mercado y el público me reconoce los dibujos, y es halagador, pero fue junto a él con quien crucé ese umbral, por así decirlo.
¿Es diferente la acogida de tus cómics por el público franco-belga y una vez se publican en España?
La acogida es buena, porque ¡toda acogida me parece bien! No sólo en España o el mercado francófono, si no en los distintos países en los que tenemos la suerte que nos traduzcan. Las cifras varían, claro, porque cada mercado es distinto, pero no me he puesto a hacer un estudio detallado, la verdad. Los Buenos Veranos, por ejemplo, está publicado en Japón, y en Brasil, entre otros lugares. ¡A mí eso ya me parece un éxito en sí mismo! Y no pasa una semana sin recibir algún mensaje de elogio de alguien que se ha leído un libro y lo ha disfrutado. Todo eso es muy bonito. Parece un tópico, una respuesta de manual, pero es la verdad. El público como tal es muy volátil, se puede interesar o dejar de hacerlo por algo por las razones más dispares, y parte de nuestro trabajo es seguir pendientes de contar cosas que hagan palpitar a parte del público. El mero hecho de saber que llegas a mucha gente repartida por el planeta ya es algo de lo que sentirse muy satisfecho.
¿Crees que un cómic debe hacer reflexionar al lector o ser puro entretenimiento?
Creo que al cómic no le hemos sabido sacar todavía, ni mucho menos, todo el jugo del que es capaz. El formato de cómic es útil para todo tipo de narraciones: ficción por supuesto, pero también reportaje, poética, denuncia, investigación artística y plástica…
El cómic entendido como un medio da para cualquier cosa que el autor/a quiera hacer con él, puesto que es un lenguaje, no un mensaje, del mismo modo que hay todo tipo de música, desde clásica la más banal y toda tiene su momento y su público.
Creo que la mejor manera de defender al cómic es poniéndolo en aprietos, usarlo para mensajes distintos con distintas intenciones.
Cuando hablamos con el ilustrador y dibujante de cómics Paco Roca, nos comentó que la situación de los ilustradores de cómic ha mejorado en cuanto a propiedad intelectual y conocimiento de los derechos que se poseen. ¿Estás de acuerdo?
El mercado de los productos culturales está cambiando los gustos y consumos del público. Nos estamos acostumbrando a escuchar música gratis o pagando muy poco, y una cantidad de productos audiovisuales inaudita hace años pagando cuotas fijas al mes. La relación del consumidor con el dinero que recibe el autor –y cómo– ha cambiado y sigue cambiando. ¿Por qué digo esto? Porque hay varias maneras de lanzar un producto cultural y cada una retribuye de manera distinta a los autores. Entre los autores también vemos distintas relaciones para con el público y la propiedad intelectual. Los hay que poseen al 100% la gestión de sus obras y los hay que ceden completamente los derechos a cambio de una paga fija, algunos con más riesgo y más libertades, y otros con unas retribuciones que tiene que negociar con la empresa como cualquier otro asalariado.
¿Por qué decidiste hacerte freelance?
No fue ninguna decisión como tal. Empecé a trabajar con 19 años, me iban saliendo pequeños encargos aquí y allí. Debuté en el cómic en una revista, que era lo que quería hacer y al cabo del tiempo me di cuenta de que llevaba la vida de un autónomo. ¡Y llevo así 20 años ya! Nunca he trabajado en una oficina, ni trabajado para una sola empresa; siempre desde mi estudio y siempre saltando de un proyecto a otro. Es ya mi forma de funcionar, creo que es como le saco el máximo partido a mi tiempo y mis conocimientos.
¿Cómo compartes tu trabajo a través de redes sociales? ¿Cómo influyen en tu forma de trabajar?
Las redes sociales son un escaparate (muy sofisticado) o al menos yo las entiendo así. A pesar de que –como decía antes– han cambiado muchos de nuestros comportamientos y hábitos de consumo, yo intento mantenerme en su función inicial: compartir y mostrar mis trabajos en la medida de lo posible y acercarlos al público. Esto significa que no cambio ni de estilo ni de producto en función de lo que tiene más o menos éxito en las redes, y mucho menos que el material que cuelgo se convierte en el producto en sí. Hay mucho creadores que se han hecho muy populares en las redes a base de colgar trabajos específicos para sus plataformas, pero no es mi caso. Yo voy colgando pizcas de lo que voy produciendo, dirigiéndome a un público global que no tiene porqué conocerme.
Ahora estoy usado tres plataformas distintas, y la relación y interacción en cada una de ellas cambia de una a otra. Y aprendo mucho de ellas, porqué el público de red social valora cosas muy distintas a lo que me espero. Siempre me llevo sorpresas.