Enrique Martín Álvarez, presidente del Comité Organizador del II Congreso Internacional de Protección del Diseño
No voy a recurrir a frases trilladas sobre la hiper-competencia del mercado global y lo duro (jodido) que es salir adelante. De sobra sabemos los empresarios, diseñadores y juristas lo que cuestan las nóminas, lo difícil que es alcanzar algunos objetivos personales, a sabiendas de que al final de nuestras vidas nos aguarda el reproche de no haber dedicado más tiempo a nuestras familias. Así que nada de tópicos. Es hora de volver a los razonamientos elementales.
Como decía Pepe Crespo, maestro que ha sido de generaciones de directivos alicantinos, un producto no se compra por cualquiera de estas razones: no gusta a los clientes, es caro, no se conoce o no se encuentra. Ahí tienen Uds. las famosas 4P de la mercadotecnia: si un producto no gusta es que fracasó en la propia concepción de la idea, generalmente por anteponer lo que la empresa podía o quería hacer a lo que demandaba el mercado; caro o barato ya no son magnitudes físicas, sino cada vez más estados de percepción subjetiva y voluble de los consumidores; que se conozca o no la oferta de una empresa, es tarea de la publicidad – pero sabemos lo difícil que es competir con el poder de compra de medios y espacios de las empresas grandes-; y si el consumidor no encuentra lo que le ofrecemos, exactamente en el lugar donde lo quiere encontrar, sea internet o una pequeña tienda de barrio, nuestra política de distribución ha jugado en contra.
Pero vayamos al primero de los hitos: lo primero es gustar. Para conquistar la preferencia de los clientes es necesario, en primer lugar, crear productos y servicios que satisfagan sus necesidades y expectativas, las motivaciones conscientes y tangibles y las otras implícitas en todo acto de compra. Los clientes siempre buscan lo mejor – hasta la medida en que puedan pagárselo-, lo más barato – priorizando sus necesidades de consumo – o lo que es diferente. Y, en esto último, España tiene significativas ventajas respecto a los países de nuestro entorno.
Recuerden el lema turístico “Spain is different” que sirvió en la primera etapa del desarrollismo y tuvo un éxito rotundo para atraer al turista extranjero. Algunos críticos y académicos criticaron la campaña, señalado que la “diferencia” reforzaba clichés folklóricos de nuestro país (sol, pandereta, flamenco, toros) y que impedían proyectar una imagen europea y desarrollada. Son los mismos necios que sustentaban – todavía hoy lo hacen- la leyenda negra antiespañola. Las multinacionales aspiran a convertir los mercados en pura franquicia, reservándose la mejor tajada del que reparte. Pero España es, todavía y por fortuna, diferente. El mayor destino turístico del mundo, precisamente por su propio modo de ver las cosas, que compartimos con centenares de millones de consumidores en todo el mundo y en nuestro idioma.
Nuestros productos y servicios, deben aspirar a recoger, sintetizar y universalizar esa diferencia, tan nuestra. La apuesta por el diseño es, hoy, éxito seguro de las empresas españolas, como lo fue la denostada campaña publicitaria. Nos sobra el talento. También nos sobra la iniciativa empresarial. Pero nada de eso vale si no defendemos legalmente nuestra creatividad. Los piratas hoy no se llaman Drake o Howkins. Pero hacen el mismo daño.
Para abordar todas estas cuestiones y la relevancia de generar una alianza estratégica entre la empresa, el diseño y el derecho, es vital que todos participemos en el II Congreso Internacional de Protección del Diseño, que se celebrará en las instalaciones de la Cámara de Comercio de Alicante, en Panoramis, los días 2 y 3 de octubre. Durante dos jornadas, líderes empresariales, destacados profesionales del diseño y juristas abordarán cómo proteger, potenciar y valorar el diseño como activo estratégico en un contexto global y competitivo.
Puedes consultar el programa y realizar la inscripción en la dirección: https://www.camaralicante.com/ii-congreso-internacional-diseno-alicante/