Seymour Chwast, o cómo desarrollar una obra deslumbrante a la sombra de gigantes y ser feliz.
Esta semana, corrigiendo trabajos de mis clases de Historia del diseño, leí en el trabajo de una alumna, una referencia a Seymour Chwast en estos términos «el marido de Paula Scher». Sentí una alegría inmediata, no porque al pobre Chwast lo hayan degradado a consorte de Scher sino porque referencias a Lucia Moholy, Anni Albers, Maria Neurath, Ann Rand, Eliane Bass, Ray Eames, Lella Vignelli o incluso Zuzana Licko con la una referencia de «la mujer de…» llenan los libros de historia del diseño.
El caso es que pensé que el trabajo de Chwast siempre ha estado un poco a la sombra. Primero y durante décadas bajo la presencia de Milton Glaser y después detrás de la presencia mediática de la gran diseñadora Paula Scher y recordé una especie monólogo/entrevista del actor mejicano Odín Dupeyron donde dice algo así como: «¿Qué pasa si no soy un número uno? Y si soy un cuatro, ¿hay pedo? Que pasen los unos a partirse la madre, yo aquí me quedo tranquilo con mi cuatro».
Es una entrevista un poco tramposa y este actor tiene algo de manual de autoayuda, pero la verdad es que tiene bastante gracia y bastante razón en algunas cosas. Y veo a Seymour Chwast a la sombra de esos gigantes de Glaser y Scher, cómodamente instalado. Igual me equivoco mucho, pero me gusta pensar en que él ha estado feliz en esa posición y ha desarrollado una obra apabullante, maravillosa, deslumbrante, sin tener que estar «partiéndose la madre» por ser un número uno.
push pin studios
Seymour fundó Push Pin Studios junto con Milton Glaser, Edward Sorel y Reynold Ruffin. Fue su alma máter y aguantó ese impresionante artefacto creativo, más allá de la personalidad desbordante de Glaser. Que el estudio estuviera operativo 30 años se debe en gran parte al papel de Chwast, que operaba sin necesidad de excesivo protagonismo. Su publicación Push Pin Graphic mostraba los trabajos del estudio, bajo el diseño y la dirección de arte de Seymour y se ha convertido en una referencia inexcusable para entender el diseño norteamericano de la segunda mitad del siglo XX.
Y todo eso lo hizo desde una posición de no protagonismo y utilizando el humor y la ironía como herramientas principales. En una entrevista de hace unos años, el ilustrador decía: «Mirando hacia atrás, probablemente no he cambiado tanto como debería haberlo hecho. Simplemente hago lo que mi cerebro le dice a mi mano que haga. Pero, sigo siendo tan curioso como siempre y me esfuerzo por hacer un trabajo en el que la gente todavía esté interesada».
racismo y segregación
Me parece un posicionamiento honesto, poco pretencioso, coherente con su manera de actuar todos estos años. Pero, no nos equivoquemos, esa modestia no le quita capacidad incisiva cuando toca. En 1969, Seymour Chwast crea un número especial de Push Pin Graphic dedicado al sur de Estados unidos y el racismo institucional aún vigente por aquel entonces. La decisión vino provocada por las muertes de tres activistas por los derechos civiles, cruelmente asesinados.
El número «The South» (al que pertenecen las imágenes que ilustran este texto) fue una respuesta a sus sentimientos hacia los derechos civiles. Aunque el norte podría estar igualmente segregado, en algunos aspectos, la violencia emanaba del sur. Además, se mantuvo una esclavitud de facto y las leyes de la intolerancia. Chwast concibió el Push Pin Graphic como un catálogo de estereotipos sureños benignos contrarrestados por sombrías realidades sociales.
Cada página de la derecha mostraba una gran imagen en color de la «virtud» del Sur, con una imagen insertada de la injusticia del Sur, las fotografías de asesinados por los derechos civiles. En el reverso había letras de canciones tradicionales del sur, como Dear Land of the South, compensadas por una breve biografía del individuo asesinado. Como golpe de gracia, se hizo un pequeño agujero en el gráfico. Las fotografías se colocaron de modo que el agujero (que forma la «o» en la palabra «South») perforara la cabeza de cada víctima.
La penúltima imagen muestra a Martin Luther King con un agujero donde debería estar su ojo. Pero hay un giro en la página final, la imagen grande es de la Marcha por derechos civiles en Washington con la imagen insertada de una Belle del Sur. En el lado opuesto, el agujero atraviesa la letra de Dixie, el himno confederado, que marca la muerte simbólica del viejo Sur.
Pocas piezas se hicieron en ese momento tan potentes, influyentes y comprometidas como esa. La revista tenía una tirada corta de unos 5.000 ejemplares, pero la recibían personas influyentes en la cultura, la política y la industria, el impacto fue enorme y ayudó a visualizar la necesidad de cambios estructurales en Estados Unidos.
Poco más tarde creó una nueva publicación, más modesta en pretensiones, pero igual de interesante. Junto con Steven Heller, un reputado crítico e historiador del diseño y otro al que le suelen decir «el marido de Louise Fili», creó The Nose, una pequeña revista que es simplemente una delicia. Aquí sí que es Chwast a pleno pulmón.
Cuando le preguntan por ella responde con la misma sinceridad de siempre: «Quería hacer otra publicación para enviar por correo, primero para expresar ideas que había tenido, pero también para conseguir algo de trabajo. Así que enviamos el primer número a unos 3.000 editores respetados, directores de arte y otras personas que podrían tener trabajo para mí. Steve era el editor y habíamos trabajado juntos anteriormente, así que funcionó muy bien. Al igual que con el Push Pin Graphic, cada edición trataba sobre su propio tema, aunque The Nose era mucho más modesto».
En 1985 editó The Left-Handed Designer (El diseñador zurdo) un juego de palabras entre su ideología y su diversidad funcional. Para mí, sigue siendo uno de los libros esenciales para entender como se puede ser de izquierdas, diseñador, trabajar para grandes empresas y seguir conservando el buen humor y la cordura. Y también un manual de cómo la ilustración puede ser parte intrínseca del diseño y la comunicación.
Obviamente, no conozco a Seymour, no sé si su carácter es el que parece emanar de su trabajo y sus declaraciones, pero si algún día se hace una convención de «los que no son número uno» me pido estar entre él y Steven Heller.