Disney y Universal demandan a Midjourney: «Esto es un robo»

Los gigantes del entretenimiento presentan la primera gran demanda contra una empresa de inteligencia artificial, Midjourney por infracción de derechos de autor. El caso podría sentar un precedente legal crucial en el debate sobre creatividad, tecnología y propiedad intelectual. Era cuestión de tiempo. La colisión entre los derechos de autor tradicionales y la nueva oleada de inteligencia artificial generativa ha desembocado, finalmente, en un litigio de alto voltaje legal y simbólico. El pasado 11 de junio, Disney y NBCUniversal presentaron una demanda conjunta contra Midjourney, una de las principales plataformas de generación de imágenes mediante IA, por supuesta infracción masiva de copyright. La denuncia, interpuesta ante el Tribunal del Distrito Central de California, acusa a la compañía de San Francisco de lucrarse con versiones derivadas, reconocibles y no autorizadas de personajes protegidos por derechos de autor. Entre ellos, figuran iconos como Darth Vader, Elsa de Frozen, los Minions, Spider-Man, Homer Simpson o Buzz Lightyear. “Esto es un robo”, afirman sin rodeos en el documento legal. “Midjourney se ha apropiado de nuestras obras protegidas y las ha convertido en imágenes —y pronto vídeos— que copian descaradamente a nuestros personajes más conocidos, sin haber invertido un solo centavo en su creación”. Con esta contundencia, Disney y Universal resumen el corazón de una disputa que puede marcar el futuro del uso de contenidos protegidos por parte de modelos de IA. Midjourney, un modelo de negocio bajo la lupa Fundada en 2021 por David Holz —ex CTO de Leap Motion y antiguo investigador de la NASA—, Midjourney ha crecido de forma meteórica. Según la propia demanda, la plataforma contaba con cerca de 21 millones de usuarios activos en septiembre de 2024 y generó ingresos superiores a los 300 millones de dólares el año pasado. Su sistema de suscripción, que oscila entre los 10 y los 120 dólares al mes, permite a los usuarios generar y descargar imágenes creadas por IA a partir de descripciones textuales, sin apenas filtros ni restricciones. Es precisamente esa falta de control lo que enfurece a los estudios. La demanda incluye múltiples capturas de pantalla que ilustran las supuestas infracciones: desde una imagen de Wolverine y Deadpool abrazados en un paisaje crepuscular, hasta una representación sorprendentemente fidedigna de los droides R2-D2 y C-3PO, pasando por personajes de Pixar o DreamWorks. “Midjourney promueve una suerte de ‘máquina expendedora’ de versiones pirateadas de nuestras obras”, sostienen los abogados de las compañías. Y añaden: “Su modelo de negocio basado en bootlegging no solo desafía la ley, sino que supone una amenaza directa a los pilares económicos de la industria cinematográfica”. El argumento legal: ¿piratería o uso legítimo? El corazón del conflicto gira en torno a una pregunta clave: ¿puede una IA crear una imagen a partir de obras protegidas sin infringir derechos de autor? Y más aún: ¿es lícito que una empresa obtenga beneficio económico de esas creaciones? Desde Midjourney, por el momento, no se ha emitido respuesta oficial. En anteriores ocasiones, David Holz ha defendido que su sistema se entrena con datos de internet accesibles públicamente, lo cual —según su interpretación— no vulnera la ley. También ha alegado que el producto final, al ser generado a partir de instrucciones individuales, constituye una obra transformada, no una copia directa. No obstante, los estudios demandantes rebaten con firmeza esta postura. En su denuncia afirman que “no se trata de un caso límite bajo la ley de copyright”, y acusan a la compañía de operar con “desafío y desdén por la legalidad”. Solicitan, además de daños económicos, una orden judicial que prohíba de manera inmediata la distribución de cualquier contenido generado que infrinja sus obras protegidas. El precedente de Hollywood… y más allá La acción legal de Disney y Universal es la primera que parte de grandes estudios de Hollywood, pero no es la única ni la primera en su tipo. En los últimos meses, medios como The New York Times, editoriales, discográficas, escritores y artistas visuales han iniciado acciones similares contra plataformas como OpenAI, Stability AI o DeviantArt. Sin embargo, el alcance de esta nueva demanda —tanto por la magnitud de los demandantes como por la contundencia del material presentado— la convierte en un posible caso bisagra. “El copyright es la columna vertebral de nuestra industria”, recordó Charles Rivkin, presidente de la Motion Picture Association (MPA), en un comunicado. “Una IA responsable y centrada en lo humano debe coexistir con una protección sólida de la propiedad intelectual, o de lo contrario pondremos en riesgo el liderazgo cultural y económico de Estados Unidos en el sector creativo”. Kim Harris, vicepresidenta ejecutiva de NBCUniversal, fue incluso más directa: “El robo es robo, sin importar la tecnología utilizada”. Desde Disney, Horacio Gutiérrez —vicepresidente ejecutivo y responsable legal del grupo— subrayó que el contenido protegido por derechos de autor solo existe gracias a décadas de inversión, creatividad y esfuerzo colectivo. “Creemos en el potencial de la IA como herramienta, pero la piratería sigue siendo piratería, y que sea ejecutada por una IA no cambia su naturaleza ilegal”. El papel de los creadores y el valor del oficio El conflicto no es solo legal o corporativo: en el fondo, lo que está en juego es el valor mismo del trabajo creativo. La Writers Guild of America, por ejemplo, ya había instado meses atrás a los grandes estudios a actuar contra empresas que entrenan sus modelos con guiones y obras protegidas. “Se han apropiado de una reserva cultural construida durante generaciones por trabajadores sindicalizados”, advertía entonces el gremio. Para muchos artistas visuales, diseñadores y autores, este caso es una llamada de atención. Si las empresas tecnológicas pueden monetizar versiones estilizadas o reinterpretadas de sus obras sin permiso, el incentivo para crear —ya de por sí precarizado en muchos casos— se debilita aún más. La comunidad creativa observa con atención. Lo que ocurra en los tribunales de California podría definir si los sistemas de IA deberán incorporar filtros legales, pagar licencias o incluso reconfigurar por completo sus modelos de negocio. ¿Hacia una regulación global? Por ahora, el entorno jurídico en torno a la inteligencia artificial es difuso. Ni en Estados Unidos ni en Europa existe aún una normativa específica que regule cómo deben utilizarse obras protegidas en el entrenamiento y funcionamiento de modelos generativos. Algunos borradores —como la Ley de IA de la Unión Europea— apuntan hacia la transparencia y la trazabilidad de los datos de entrenamiento, pero no resuelven el problema de fondo: ¿cuándo una creación generada por IA deja de ser una obra derivada y se convierte en una nueva? Este vacío legal ha sido aprovechado por muchas plataformas para avanzar rápidamente y ocupar terreno. Pero el caso Disney–Midjourney podría acelerar la llegada de una jurisprudencia más clara, e incluso forzar una legislación que devuelva el control a los titulares de derechos. Un juicio con consecuencias globales Aunque la demanda aún está en sus primeras fases, su impacto ya se hace notar. Si los tribunales fallan a favor de los estudios, se abriría la puerta a una cascada de demandas similares. Por el contrario, si Midjourney logra justificar legalmente su modelo de funcionamiento, muchas barreras actuales para el uso de IA en la creación visual podrían venirse abajo. En un momento en que la tecnología avanza más rápido que la regulación, este litigio representa una primera gran batalla para redefinir las reglas del juego. Una disputa que no solo enfrenta a titanes del entretenimiento con start-ups tecnológicas, sino que plantea una pregunta fundamental: ¿quién tiene derecho a crear a partir de lo ya creado? En definitiva, el juicio no va solo de personajes ni de imágenes. Va de proteger el valor de las ideas, el trabajo detrás de ellas y la necesidad de construir un futuro donde la tecnología potencie, pero no sustituya, el papel de los creadores.

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