Frente la asepsia del transporte cualquiera, la elección de mecanismos icónicos para informar de las paradas del tranvía de Valencia. Así fue el eje que motivó la creación de Paco Bascuñán con el ente valenciano del transporte. Bascuñán, fallecido en 2009, uno de los grandes emblemas de diseño valenciano, tuvo una relación especial con los sistemas de desplazamiento. En la autopista A7 su señalítica turística marcaba un camino especial y relevante.
Pero hablemos de sus cerca de veinte señales-cartel para el tranvía de la ciudad de Valencia. Una aportación de 1994 que, insólitamente, casi sin una mirada colectiva en torno a ellas desde hace años, sigue siendo una referencia visual constante cada vez que el usuario se apea en la parada. Además de su comportamiento gráfico, hay un mensaje identitario, una manera apurada de sintetizar universos geográficos del entorno, una personalización que colectiviza y sirve de imagen oficial para barrios y áreas que de otra forma no tienen a qué imagen abrazarse. Precisamente quizá era lo que buscaba Bascuñán -uno de los fundadores de La Nau-, algo más que solo una información de paso.
En pleno calor para reivindicar esas señales, llamamos a consulta a dos diseñadores que conocen bien la obra. Nacho Lavernia, por cercanía, y Xavi Calvo, por su trabajo de divulgación y aproximación.
Un charla desordenada en la que las ideas van a sucederse.
Apunta Lavernia algunos de los éxitos de los carteles que estamos viendo…
«Creo que acertó utilizando este lenguaje de grandes superficies en tinta plana porque así la cartelería se desmarca visualmente de todo el caos de imágenes, publicitarias o no, que hay por toda la ciudad. Acertó, además, porque este lenguaje gráfico es muy potente, muy visible y muy descriptivo».
Xavi Calvo aporta el contexto en el que se circunscriben…
«La influencia en general de Paco Bascuñán es innegable en el sector del diseño gráfico valenciano, en su trabajo y también en su carácter.
En el caso de esa serie de carteles para las paradas de tranvía, el propio Bascuñán recuperaba un lenguaje que ya utilizó desde La Nave a finales de los 80 junto a Lavernia y Nebot para señalizar la autopista AP-7, collages para ilustrar con tintas planas haciendo síntesis de lugares o destinos, que si echamos la vista más atrás, y abriendo un poco la perspectiva, es lo que en los años 30 y 40 buscaba la escuela de cartelistas valencianos con su estilo decó y diferentes técnicas, lo que supuso la ruptura con el clasicismo en diseño publicitario y los tiempos de pintura realista aplicada a carteles.
Así que, los del tranvía son carteles que en sí narran parte de la historia del diseño valenciano, una síntesis hecha cartel que funciona muy bien en el formato ideado por Bascuñán que deja mucho aire como fondos para maquetar esos pequeños textos que por su jerarquía y tamaño son solo legibles, como un guiño, para el viajero que se encuentra en la estación».
¡Y qué colores! Nacho Lavernia revisita la elección cromática.
«Acertó en la gama cromática escogida, con dominio de naranjas, azules y verdes. Saturados, vibrantes. No hay que olvidar que se trata de una señalización, pensada para ser vista, y comprendida, a cierta distancia y que esto es Valencia: sol, luz, color».
Como señala Xavi Calvo, fueron carteles elaborados para geografías de corto alcance. Una de sus claves.
«Tienen algo que no se ha vuelto a hacer en València y que creo es la base de su acierto, y es que son emblemáticos pero no de forma global para toda la ciudad, sino como algo muy identitario para ubicar zonas para los habitantes de determinads barrios o transeúntes habituales. Han hecho barrio, como hace Copenhague, y con lo que vecinas y vecinos de Marxalenes o Benimaclet identifican sus trayectos y punto de origen o llegada a su día a día».
Lavernia focaliza la importancia al establecer una relación con la gente.
«Acertó también en la elección de los temas, más cercanos a la cultura popular y a lo que la gente conoce de esos barrios por los que pasa el tranvía, que a la historia o a la cultura con “mayúsculas”».
Pero y qué hay de la institución contratante. Xavi Calvo se refiere a ello, a su apuesta decidida.
«Con el tranvía y el metro, el transporte público en València supuso un fuerte empuje para la ciudad, y el primer mérito fue el del organismo FGV en contratar campañas de diseñadores e ilustradores locales para acercar los nuevos servicios a los ciudadanos. A partir de ahí, el papel del diseño fue clave tanto en las primeras campañas basadas en el cómic encargadas a los mejores autores valencianos del momento como las primeras promociones de “El Trensnochador” en las que participó también Bascuñán».
Y quizá también, sigue Calvo, ha llegado el momento de reivindicar sus obras para el tranvía y hacer que tengan peso más allá de las marquesinas.
«No ha habido reconocimiento, no a gran escala. Hay que tener en cuenta que no se trata de una campaña con un gran despliegue, y su éxito en impactos se debe a su permanencia récord en cada marquesina que señaliza las paradas.
Sobre esto del reconocimiento, en otra gran ciudad esas piezas habrían sido carne de merchandising e incluso elementos identitarios para reivindicar los barrios, y veinticinco años después siguen limitados a esas marquesinas, sobreviviendo en el mejor de los casos si no tapados por adhesivos u otros carteles.
Son la viva imagen de la edad de oro del diseño valenciano que eclosionó en los ochenta. Tenemos que hacer más bandera de los grandes nombres del diseño valenciano, igual que el propio Bascuñán aprovechó en este encargo para reivindicar a Renau con su versión del cartel de Las Arenas».