Diego Areso: «Para mí esta mención es un reconocimiento a todo el diseño periodístico»

Diego Areso dice que le da pudor decir eso de “soy Premio Nacional de Diseño”. Que le suena raro, que no sabría cómo colocarlo en una conversación. Pero para los que venimos del mismo lugar que él, del amor por las páginas, los suplementos, los blancos y las tipografías, este premio tiene un peso especial. Y no solo porque él lo merezca, que lo merece, sino porque se lo dan a una disciplina como el diseño editorial, tan silenciosa, tan poco visible, tan poco “glamurosa” si la comparamos con productos o campañas más espectaculares.

Y sin embargo, el trabajo de Diego es de los que marcan época. Lo ves en Babelia, en El País Semanal, en El País entero si me apuras. Lo ves si sabes mirar. Porque lo suyo no grita, pero habla. No busca firma, pero tiene huella. Una forma de ordenar el mundo, de dar ritmo a las palabras, de respirar entre párrafos. Como decía un amigo: “los diseñadores de revistas no diseñáis, ¿no?”. No dejamos marca. Pero Diego, sin dejar marca, deja estilo.

Además, es brillante, cordial, agudo. Sus charlas son como sus páginas: aprendes, te diviertes, te da envidia su precisión. Te cuenta por qué una línea de base cambia una página, por qué una viuda importa, o cómo una foto mal colocada puede matar una historia. Y no lo hace desde el ego ni desde el gesto, sino desde la experiencia de alguien que lleva años componiendo el día a día del periodismo desde el diseño.

Por todo eso —y más—, hablar con él ahora, en el momento en que su trabajo invisible se hace visible gracias a este Premio Nacional, es casi un deber para los que creemos que el diseño también informa. Porque si algo queda claro después de leer sus páginas o escucharle hablar es esto: Diego Areso sabe contar historias. Y las cuenta muy bien.

Bueno Diego, ya eres Premio Nacional. Lo digas mucho o poco, es así. Y como tú también eres periodista, te pregunto como si fuera un titular: ¿qué historia vas a contar cuando tengas que decir “soy Premio Nacional de Diseño”? ¿Qué relato te sale, más allá del currículum?

Ya me iré acostumbrando a decirlo, aunque me da un poco de cosa. Ir de acompañante de Patricia Urquiola, que tiene una trayectoria de impresión, contribuye al síndrome del impostor. Es curioso, porque la mención de honor es algo así como medio premio, pero a la vez es un premio entero. En cualquier caso, mi titular sería: “Un Premio Nacional que reconoce el diseño periodístico”. Y me arriesgaría a añadir que le han dado por primera vez el Premio Nacional de Diseño a un daltónico (aunque eso tendría que comprobarlo).

Tu trabajo ha sido siempre muy silencioso, muy de fondo. Y sin embargo, está en todo: en la forma en que leemos un periódico, en cómo respiramos una revista. ¿Cómo convives con ese equilibrio entre ser invisible y, al mismo tiempo, responsable de que todo funcione?

Manuel de Unciti, director de la residencia en la que viví cuando estudiaba periodismo, tenía una frase que me marcó: hay que ser para los demás un camino que se usa y se olvida. Él usaba el latín, que impresiona más: “Iter alteris quod utitur et obliviscitur esse”. Es un poco tremenda, pero define muy bien lo que creo que tiene que ser el director de arte en un medio de comunicación. Podemos brillar, porque tomamos un montón de decisiones estéticas que muestra quiénes somos, pero lo verdaderamente importante es que el camino esté claro y tenga bases sólidas. Vaya, que me siento muy cómodo cuando el diseño es discreto y útil.

En el diseño editorial no hay firmas. Rara vez se reconoce públicamente quién hizo qué. Y sin embargo, si uno sigue tu trabajo, sí detecta una huella: una forma de usar la tipografía, de ordenar, de respirar. ¿Cómo se construye ese estilo cuando se supone que no tienes que tener uno?

Yo no tengo una voluntad de estilo, porque no me considero artista. Admiro mucho a esos diseñadores que consiguen crear un estilo único, pero no me veo muy capaz. Supongo que en lo que hago transpira mi formación como periodista, y que los blancos, la tipografía, las fotos o las ilustraciones están al servicio del contenido. También es cierto que todos tenemos manías, costumbres o caminos gráficos que hemos probado y funcionan, y que repetimos cuando no sabemos qué más hacer. Supongo que eso también es un estilo.

Diseñas cada semana BabeliaEl País Semanal, y a la vez formas parte del engranaje diario del periódico. ¿Qué cambia entre componer una revista que tendrá tiempo y diseñar la urgencia de una noticia del día?

Bueno, incluso lo que se publicará dentro de unas semanas se diseña con cierta urgencia, porque en un diario hay muchas páginas por rellenar y equipos muy ajustados. Cuando diseñas un periódico o un suplemento semanal, dedicas muchísimo tiempo a la arquitectura de página, a crear modelos, a probar cada elemento, a medir mucho los espacios y las proporciones… para que luego el acto de crear cada página sea fácil, hasta cierto punto intuitivo. Cuando diseñas una revista, crear las bases no es un proceso tan obsesivo porque puedes decir un poco mas de tiempo a cada página, a pulir cada detalle.

Has trabajado en Público, en S Moda, en revistas de Condé Nast en México, ahora en El País. Si miras atrás, ¿qué ha cambiado en tu forma de diseñar? ¿Y qué ha cambiado en cómo se entiende el diseño dentro de los medios?

El tamaño de los equipos. La crisis de los medios empequeñeció las redacciones, y eso se nota sobre todo en el tiempo del que dispones para cada tema. En Quo, en los años noventa, había un equipo de seis diseñadores en lo que era una revista mensual. Podíamos pasarnos días con un tema de seis páginas, probando cosas, experimentando, haciendo variaciones. Con los equipos de ahora, hay tiempo para jugar, pero mucho más limitado. Y los diseños base tienen que ser más depurados, “fáciles”, para que podamos presentar páginas muy bien hechas con poco plazo. Y yo… creo que mis diseños cada vez son menos barrocos, más sencillos. Supongo que es una cosa de la edad: recurres cada vez menos a la pirotecnia gráfica. No sé si es porque depuramos nuestra técnica o porque nos hacemos vagos…

Alberto Corazón decía que el diseño solo sería importante el día que hubiera un ministro diseñador. Esto no es el Consejo de Ministros, pero tu cargo y tu reconocimiento sí colocan al diseño en un lugar más central. ¿Qué responsabilidad conlleva eso?

El diseño público en España es como la Cenicienta, pero después de las 12 campanadas. Hubo un momento de gloria en los años ochenta, cuando se reconstruyó estéticamente el país al llegar la democracia, y brillaban Cruz Novillo o Alberto Corazón… pero eso ya pasó. Ahora vivimos una época de cierta mediocridad, y raramente el diseño que emite el sector público está a la altura de lo que emite el sector privado. Y mi responsabilidad, supongo, es denunciarlo. Para empezar, en entrevistas como esta.

Siempre has defendido que diseñar un medio es también editar. Que no es “hacer bonito”, sino jerarquizar, decidir, montar una historia. ¿Crees que eso todavía no se entiende del todo, incluso dentro de algunas redacciones?

Diseñar es elegir, siempre. Y elegir es descartar. Y cuando nos encariñamos con la grasa que sobra en un diseño o en un texto, fallamos en nuestra misión de diseñadores (o periodistas). Las historias pueden ser muy largas o muy cortas, y encontrar la longitud y el ritmo gráfico correcto (eligiendo, descartando) es la labor fundamental del día a día de un diseñador.

Muchos te conocimos a través de Quintatinta, aquel blog donde compartías imágenes, cubiertas, carteles, hallazgos visuales que no se encontraban fácilmente en otros sitios. ¿Qué papel tuvo ese espacio más íntimo en tu evolución como diseñador? Estaría bien que siguiera, la verdad, porque hay muy pocas fuentes de información centradas en diseño editorial… a no ser que te lo encarguemos desde Gràffica.

Empece a escribir el blog porque en 2006 yo tenía muchas inquietudes gráficas, pero en Madrid, en el ámbito del diseño de prensa, no había intercambio de conocimientos. Así que lo usé como pretexto para conocer colegas, y aprender de ellos. Siempre intenté escribir desde un punto de vista personal, pero periodístico y crítico. Un poco inconsciente, a veces. Soy licenciado en Ciencias de la Información, y casi todo lo que sé del diseño lo he ido aprendiendo sobre la marcha, en las redacciones, documentándome, analizando (a veces copiando) el trabajo de otros. Y escribir el blog me obligaba estar atento a lo que se diseñaba alrededor. Digamos que con Quintatinta me construí una escuela de diseño a mi medida.

Vivimos en un mundo saturado de imágenes, de pantallas, de scrolls infinitos. ¿Crees que el diseño gráfico ha ganado poder o, por el contrario, se ha diluido entre plantillas, algoritmos y ruido visual?

Oscar Mariné tiene un libro que se titula “Todo es diseño”, y yo me identifico mucho con esa frase. TODO es diseño, todo está diseñado, todo ha pasado por un proceso de creación o recreación gráfica, profesional o amateur. El diseño ha triunfado por todo lo alto. Ese ruido gráfico que nos domina es diseño. Nos satura, a veces, pero nos acabamos acostumbrando. Y esas plantillas que miles de millones usan de una forma intuitiva y amateur… han sido diseñadas por profesionales, ajustadas y pensadas de una forma obsesiva por los diseñadores plataformas.

Siempre he pensado que diseñar un periódico es como hacer pan todos los días. Pero pan que se tiene que leer. ¿Cómo se mantiene el entusiasmo en un oficio que se repite a diario, que no para nunca, y donde casi nadie te felicita por lo bien que está la retícula?

Como en todas las profesiones, hay una enooooorme porción del tiempo de trabajo que es repetición y rutina, un poco antídoto contra el entusiasmo, la verdad. A cambio, en prensa tenemos la suerte de trabajar con historias importantes, o bonitas, o interesantes, que da gusto poner en página. De vez en cuanto (frecuentemente, en realidad) te toca poner en página un texto que se lee con placer, y eso da mucho gusto. O encargas una ilustracion y te llega de vuelta un dibujo magistral, lleno de arte e ingenio. O te llega una producción de fotos que te impresiona por su calidad. A poco que te dejes llevar, es difícil que el trabajo del día a día, a pesar de sus rutinas, no te dé argumentos para mantener la ilusión. Punto extra (pero importantísimo) es que cuando trabajas en un periódico estás ejerciendo una función social. Si no eres un cínico y lo haces con un mínimo de responsabilidad y honradez, supone un aliciente enorme para hacer las cosas bien y con ganas.

Este Premio Nacional no se ha dado a un producto de consumo, ni a una identidad viral. Se ha dado a una trayectoria en diseño editorial. ¿Sientes que eso dice algo sobre el momento en que estamos? ¿Te gustaría que este premio ayudara a visibilizar lo valioso que es este oficio que tan pocas veces sale en los focos?

Vuelvo a la primera respuesta: para mí esta mención de honor es un reconocimiento a todo el diseño periodístico. Supongo que me la han dado a mí porque me presenté, porque ya tengo unos años de experiencia y he tenido la suerte de trabajar y aprender en muchas cabeceras importantes. Pero se lo podrían haber dado con más mérito a Javier Errea, que ha diseñado decenas de periódicos por todo el mundo, o a Rodrigo Sánchez, que consiguió en El Mundo unos niveles de originalidad y brillantez nunca vistos.

Dicho esto, creo que una buena forma de poner en valor el diseño sería modificar las bases de los Premios Nacionales para que no compitieran entre sí diferentes disciplinas que no tienen mucho que ver. No hay un “Premio Nacional de Literatura”, pero sí un Premio Nacional de Narrativa, otro de Poesía y otro de Teatro. Sería un paso de gigante (estoy improvisando las categorías), diferenciar el Premio Nacional de Diseño Industrial del Premio Nacional de Diseño Gráfico, por ejemplo.

Y sobre el momento en el que estamos: vivimos en una sociedad obsesionada con “el relato” de las cosas. Políticos y empresas se pasan la vida intentando fijar una narrativa que presente al público sus ideas o sus productos. Curiosamente, el diseño editorial es la disciplina gráfica que usa los relatos como materia prima principal de su trabajo. Los diseñadores editoriales nos dedicamos precisamente a contar historias. Espero que este premio nos ayude a contar y difundir la nuestra.

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