Die Grotesk, lo nuevo de Klim Type a la sombra de la Helvetica

¿Otra grotesca? ¿En serio? Pero, un momento, no es una grotesca cualquiera, es nada menos que la Helvetica; y no está diseñada por una fundición cualquiera. Detrás de Die Grotesk está Kris Sowersby, fundador de Klim Type Foundry y uno de los diseñadores tipográficos más fascinantes del mundo. Así que Die Grotesk merece toda nuestra atención. Quizá resulte sorprendente para la comunidad tipográfica que un diseñador como Sowersby haya lanzado Die Grotesk, una tipografía variable basada en la Helvetica, máxime teniendo en cuenta, como muchas voces autorizadas advierten, que el mercado tipográfico actual está saturado de grotescas. Por fortuna, Sowersby suele acompañar sus lanzamientos con unos extensos y nutritivos artículos, prácticamente ensayos, en los que desgrana el proceso de diseño y producción de sus trabajos tipográficos. Por tanto, podemos conocer de primera mano las motivaciones del diseñador neozelandés para emprender semejante proyecto. En los textos sobre sus tipografías, Sowersby se muestra sin pelos en la lengua, quizá por la convicción de que si no fuera honesto, sobre todo consigo mismo, no merecía la pena el esfuerzo de redactar cuatro mil palabras sobre el cómo y el porqué de sus proyectos. Honesto, pero sin caer en el error de pretender ser objetivo; buena parte del valor de este tipo de textos reside en su carácter confesional, rabiosamente subjetivo. Pero centrémonos en Die Grotesk. Se trata, en primer lugar, de la primera fuente variable para comercio minorista de Klim. Basada en el estudio de los punzones originales de los maestros modernistas y en el examen pormenorizado de los especímenes de Haas «con configuraciones de texto de 8, 9, 10 pt.». Es en esos especímenes en los que Sowersby descubre lo «buena que es en realidad la Helvetica». Una tipografía tan presente durante las últimas décadas que se ha convertido en el oxígeno tipográfico que respiramos. Sowersby trata de lanzar una nueva mirada sobre algo que parece haber estado siempre ahí; algo sobre lo que resulta «difícil imaginar qué se podría añadir o quitar para mejorarla». No deja de ser fascinante y extraña a los ojos algo idealistas y en cierto modo ingenuos de hoy en día que Max Miedinger y Eduard Hoffmann, los padres de la Helvetica, confiesen que la diseñaron basándose en la Akzidenz-Grotesk de H. Berthold (1896) para no perder cuota de mercado en el ámbito de las grotescas. Es decir, como enfatiza Sowersby en su artículo, Miedinger y Hoffmann diseñaron una cumbre de la tipografía contemporánea por razones puramente comerciales. Y además, como es bien sabido, fue todo un éxito. Die Grotesk es por tanto una revitalización variable del estilo grotesco basado directamente en los metales originales de la Helvetica de 1957 que en este 2025 se presenta en 16 estilos, de Hairline a Heavy, incluyendo sus respectivas itálicas. Al final de su texto, en el que Sowersby no renuncia a dar caña a los grandes monopolios tipográficos, se hace la pregunta del millón: «¿Para qué intentarlo de nuevo con la Helvetica?» Inmediatamente lanza una especie de intento de respuesta apelando a su arrogancia, su experiencia, su independencia creativa o la necesidad intrínseca del artista de aprender enfrentándose a los grandes hitos de su oficio. Pero la verdadera respuesta, como suele pasar con las preguntas realmente interesantes, amigo mío, está en el viento.

Die Grotesk, lo nuevo de Klim Type a la sombra de la Helvetica

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