En este artículo se reflexiona sobre el miedo a la creación a través de dos libros que el autor considera imprescindibles: El libro vacío de Josefina Vicens de 1958 y el recién publicado El fin del gran arte de Julio César Pérez.
Hace unos años tuve la suerte de acudir a la FIL de Guadalajara, una inmensa feria donde el libro se hace omnipresente en todas sus formas, de la que era difícil salir sin que la gula lectora no se tradujera en toneladas de libros en las alforjas.
Pero como los sobrecostes de equipaje vuelan más alto que los propios aviones, decidí que vendría conmigo un solo libro. Me dejé aconsejar por una editora mexicana y el elegido fue El libro vacío, escrito por Josefina Vicens en 1958 y reeditado en una cuidada edición del Fondo de Cultura Económica junto al otro título que completa su escasísima producción literaria, Los años falsos.
el miedo a la creación
Y fue una elección acertada y afortunada, porque la reflexión que plantea la autora sobre el miedo a la creación, a la hoja en blanco, es excepcional y me dejó fascinado. La extraña dualidad de la escritura como cárcel y como liberación, como espacio íntimo donde sucede la imposibilidad de traducir lo que llena nuestra mente en palabras, ese miedo que Deleuze anteponía al de la obra por crear, se traduce finalmente en un bloqueo que obliga a preferir no hacerlo, a reencarnarse en un nuevo Bartleby.
Vicens establece a través de su protagonista, José García —ejemplo perfecto de medianía invisible—, una dualidad perfecta entre la aspiración y la realidad, plasmada en dos libretas: un cuaderno de ideas, de reflexión cotidiana a la búsqueda de inspiración; y un segundo cuaderno donde se debía ir construyendo su novela definitiva y que es ese libro vacío que refiere el título.
el fin del gran arte
Al terminar de leer El fin del gran arte, de Julio César Pérez (editado por Belleza Infinita) no he podido menos que pensar en aquella obra de Josefina Vicens. Al igual que la escritora, Pérez plantea su libro dividido en dos partes claras, pero a diferencia de la creación de la mexicana, la primera nos presenta la obra terminada y acabada, mientras que la segunda es una detallada reflexión sobre el proceso creativo, sobre los miedos e inseguridades que se desarrollan durante la construcción de esta sátira de una obra maestra de la literatura infantil, La historia de Babar de Jean de Brunhoff.
El fin del gran arte es una detallada reflexión sobre el proceso creativo, sobre los miedos y las inseguridades.
Aquí el libro está «lleno», nos encontramos ante una obra terminada y consciente que reescribe el famoso clásico para niños en una teatralización que descubre al bondadoso elefante como un dictador absoluto que impone sus ideas a sus congéneres.
Pero tras leer la creación, nos enfrentaremos a la realidad de unos rituales de creación en los que el autor enfrenta su inseguridad y su miedo a las exigencias de un mercado que ha industrializado la creación.
Lo cotidiano se convierte en una cárcel, la obra en una tortura, y no hay liberación en el acto creativo porque está sometido al escrutinio de los baremos productivos. Desde la visceralidad de su dibujo, es fácil establecer lazos entre el José García y el «autor» anónimo que protagoniza la obra, entre las reflexiones sobre el proceso como una propedéutica bastarda de la creación, pero el dibujante logra ampliar el foco al crear una reflexión posterior a la del libro vacío, la del libro lleno que transforma al autor en demiurgo absoluto de poder inútil, y que reconvierte paradójicamente el previo de la creación en hermenéutica de lo creado.
El fin del gran arte se conforma como un sorprendente desafío que pone al mismo arte en la cuerda floja, cuestionando al autor y sus formas dentro de un contexto viciado donde las razones que impulsan a imaginar y crear son corrompidas desde su inicio.
Una inteligente propuesta que no deja indiferente.