«De lo serio y lo solemne» por Óscar Guayabero

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Entre el diseño que se hace con seriedad y el que se hace con solemnidad hay grandes diferencias, aunque ambas actitudes pueden generar resultados correctos, según explicó Paula Scher en su ya famosa charla Ted.

Paula Scher el pasado noviembre en el Museo de Artes Decorativas de Madrid

En el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid se expone, hasta el 3 de abril, una retrospectiva dedicada a una de las diseñadoras gráficas más influyentes del mundo, la estadounidense Paula Scher. Con esa excusa, una excelente excusa, por cierto, me gustaría rescatar una de sus charlas más conocidas.

En ese formato a medio camino de la autoayuda y el autobombo que son las TED, Scher impartió una de las lecciones más impactantes, y al mismo tiempo obvias, que jamás he oído sobre diseño. En realidad lo que explica también es aplicable sobre la vida en general, otra vez la autoayuda.

En esa conferencia, que he visto multitud de veces, porque la suelo pasar a mis alumnos, la grafista, intenta explicar su trayectoria a partir de varios inputs que me parecen remarcables. En primer término, habla de la velocidad de aprendizaje. Explica que así como al principio de su carrera aprendía mucho en muy poco tiempo, la cantidad de conocimiento que adquiría fue disminuyendo con los años, a la par que el lapso de tiempo necesario para hacerlo iba creciendo. Lo hace con una gráfica y con algún chiste.

las etapas del aprendizaje

Seguir aprendiendo es una actitud necesaria pero es cierto que con los años aquello que nos impacta, nos despierta la curiosidad y que finalmente somos capaces de aprender va en dimensión menguante. La pregunta es si porque ya sabemos todo, o si es porque nuestra mente es menos capaz de asimilar cosas nuevas.

No hay que desdeñar la idea de que a cierta edad, podemos caer en el error de pensar que ya sabemos, si no todo, sí lo más importante de cualquier tema. Nos creemos de vuelta y ya no parece que nada pueda modificar nuestra estructura mental.

Recuerdo un jurado sobre una identidad gráfica para un concurso público. Un miembro del jurado, que llegó tarde, echó una ojeada rápida a los teníamos sobre la mesa y de los que llevábamos debatiendo un buen rato, leyendo las memorias e intentando entender cómo se había planteado cada equipo la estrategia y soltó: los logotipos institucionales solo funcionan en rojo y algunas veces, pocas, en azul.

Nos dejo a todos estupefactos porque ninguno de los trabajos que allí había usaban esos colores, es más a nadie se le había ocurrido que eso fuera definitorio, ya que planteaban cosas como marcas mutantes, programas para generar marcos de comunicación más allá de un logo, etc. Pero más allá de eso, nos sorprendió que sin leer las memorias, tuviera un veredicto tan claro. ¿Era clarividencia fruto de la experiencia o cierre mental a causa de la necesidad de reafirmarse en su dogmatismo?

La charla de Paula Scher prosigue mientras juguetea con su zapato y hace pequeños ruidos con sus pulseras. La voluntad de «quitar peso» a su discurso es evidente. No es un caso único, sobre todo entre las filas de aquellos que se dieron a conocer en la llamada postmodernidad.

Massimo Vignelli

Quizás quien mejor hace ese papel de aligerar cualquier aproximación teórica de su trabajo es Javier Mariscal. Hay gente que eso lo ha tomado como una muestra de su frivolidad, yo, sin embargo, opino que bajo esa aparente superficialidad hay el pavor por el dogma, el rechazo frontal a los discursos grandilocuentes de algunos de los popes del movimiento moderno. Si se quiere entender lo que digo, solo hace falta ver las intervenciones de Massimo Vignelli en la película Helvetica.

A lo que iba, Scher explica su incursión en el mundo de la gráfica, bien es cierto que omite algún detalle importante como su paso por la Escuela de Bellas Artes de Pensilvania donde fue alumna de Seymour Chwast, del que ya hablamos aquí. Él ha sido una gran influencia en su trabajo, al menos en los inicios.

la comodidad de ser solemne

Pero cuando la cosa se pone realmente interesante es cuando cita al humorista Russel Baker y una columna suya en el New York Times donde habla precisamente de la diferencia entre lo serio y lo solemne. De ese texto, que lee un fragmento, extrae la dificultad de ser serio y la comodidad de ser solemne.

Resumiendo se podría definir estas dos actitudes del siguiente modo: ser serio es no jugar sobre seguro, arriesgarse aún sin saber dónde llegarás y poniendo todo tu empeño en ello, sin guardar nada para la vuelta. Ser solemne es recorrer un camino que ya has hecho, recurrir a trucos que conoces, repetir fórmulas que sabes que funcionan.

Es básico que Scher desvincula la calidad final de esa ecuación, es decir, no niega que de lo solemne puedan salir proyectos validos y efectivos. Así que, en una parte importante de nuestro trabajo, está bien ser solemne, solucionaremos los problemas que se nos plantean y lo haremos de forma eficiente.

Ser serios implica un cierto grado de egoísmo creador, los clientes no se lo merecen, pero sobre todo no se lo merecen los usuarios.

el riesgo de ser serio

En cambio, ser serio es correr riesgos, ser imperfecto, quizás incluso poco adecuado. Hay que reservar ser serio para ocasiones especiales. Ella explica que a lo largo de su carrera ha sido seria en tan solo cuatro ocasiones.

Y eso es definitivo, no podemos ser serios permanentemente, porque como dice en su charla, ser serios implica un cierto grado de egoísmo creador, los clientes no se lo merecen, pero sobre todo no se lo merecen los usuarios que tendrán que convivir con nuestro riesgo, quizás fallido.

Paula Scher explica que ella es seria cuando no sabe realmente lo que hace pero aún así lo intenta. La primera vez, en el inicio de su trayectoria, cuando estuvo haciendo portadas para la CBS Records y tenía apenas 20 años. Explica que odiaba la Helvetica, por razones generacionales obvias, Helvetica era Vietnam ya que todas las empresas que sacaban beneficios de esa guerra tenían su identidad corporativa en Helvetica. Eso hizo que buscara otros referentes y sin saber muy bien como perfiló la postmodernidad gráfica. Ahí está de nuevo su afán por la ligereza. Hacer ver que todo fue casual, cosa que dudo.

No seguiré haciendo spoilers de su charla porque creo que si aún no la habéis visto, vale la pena invertir los veinte minutos que dura. Tan solo quisiera explicar una anécdota que para mí, ha sido una de esas pequeñas cosas que me siguen haciendo tomarme la enseñanza de forma muy seria (a la manera de Scher).

Sé que a menudo debo ser solemne, los alumnos merecen que les traspase aquello que los años de estudio me han enseñado. Pero sé que no puedo olvidarme de que de vez en cuando hay que arriesgarse y probar alguna metodología que aunque no estoy seguro que funcione pondré todo mi empeño en que el diseño les «toque», les «llegue». Es cuando en clase intentamos generar conocimiento entre todos, yo me convierto en un facilitador para que ellos investiguen y contando con la inteligencia colectiva, generen algo interesante.

En un trabajo sobre Paula Scher una alumna escribió, hace solo unos días: «Al estudiar un poco más detalladamente su trabajo, tuve un momento “revelador” y un poco autocrítico, pues no había diseñado nunca desde la tipografía. En la mayoría de los casos, me enfocaba un poco más en la pieza en general (haciendo énfasis en la estética), pero no había explorado todo lo que la tipografía puede ofrecerle al diseño en general». Solo con que, de vez en cuando, mis clases de historia sirvan para que sucedan cosas así ya me doy por seriamente satisfecho.

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