«Cuando Cataluña se hizo pop», por Óscar Guayabero

En el Institut d’Estudis Ilerdencs (Lleida), hasta el 5 de septiembre, se expone “Fornas. La imatge de Catalunya dels 60”. La muestra es el resultado de 10 años de trabajo de investigación, coleccionismo y dedicación de su comisario Pau Llop hacia Jordi Fornas (1927-2011).

Llop se metió en esto como un trabajo de fin de carrera, pero, según él mismo, ha sido mucho más. Quizás ha sido porque Fornas es de aquellos diseñadores que a pesar de tener un papel clave en el diseño y el entorno cultural, nunca han tenido un merecido reconocimiento. Las razones son varias, pero una de poderosa es que el propio Fornas rechazaba cualquier honor o premio como diseñador, porque no se sentía como tal. Fue una generación que a menudo tuvo que renunciar al arte por el diseño, para sacar adelante a la familia.

En su caso, Fornas entra en el diseño de la mano de la empresa textil Meyba y el diseñador italo-suizo Sandro Bocola. Quizás de él le vendría la influencia de la escuela Suiza. Pero no quisiera hacer un artículo resumiendo el interesante trabajo de Pau Llop, creo que lo mejor es que veáis la exposición y en su defecto os hagáis con el catálogo.

Solo quisiera destacar algunas cosas que me llamaron la atención del trabajo de Fornas. Estamos a principios de los 60, aún bajo una dictadura franquista. En ese contexto la sociedad civil se empieza a organizar para intentar recuperar, en la medida de lo posible, el tejido cultural y de paso el uso público del catalán.

Fornas, contribuyó a que esa revitalización del panorama cultural en los años 60 tuviera una imagen clara, contemporánea, europea.

Desde la publicación Serra d’Or o Enciclopedia Catalana a la literatura y pensamiento publicado en catalán por Edicions 62, a la música catalana de Edigsa, Fornas supo dotar de algo muy difícil por aquel entonces a esas incipientes iniciativas, credibilidad.

Sus sistemas gráficos daban solidez a publicaciones y discografía. El aspecto de esos productos los hacía verosímiles y «serios», que bien es cierto salían de la burguesía ilustrada y en ocasiones de la mano de instituciones como la iglesia.

El otro aspecto interesante, es la capacidad de generar sistemas gráficos, retículas, colecciones, etc. coherentes y bien definidas, algo muy poco habitual en ese momento por estos lares. Sus identidades gráficas para empresas o la sistematización de portadas para diferentes colecciones me parecen muy avanzadas, cuando casi todo el mundo trabaja desde el amateurismo y la excepción gráfica. Es de suponer que sea fruto de la influencia de la escuela suiza.

El caso más conocido es la colección de novela negra Cua de Palla, unas portadas que aguantan el paso del tiempo perfectamente. Pero hay más: la colección Llibres a l’abast o El balancí y El cangur. Aún cabe destacar el gran descubrimiento de Antología histórica de la música catalana bajo la supervisión de Pau Casals, una especie de coleccionable por subscripción que contienen las portadas más complejas y al mismo tiempo las mas sorprendentes. En todas las colecciones lo que destaca es que, a pesar de ser sistemas gráficos muy sólidos, cada portada está cuidada al detalle como si fuera una única pieza.

La exposición es, al mismo tiempo, un viaje en el tiempo, y nos traslada a un momento en que todo estaba por hacer y todo parecía posible, a pesar de las circunstancias. Y hay en paralelo un redescubrimiento de un país que quería ser pop, cuando ser pop significaba amplitud, libertad y diversión.

En las portadas y los carteles para Edigsa hay referencias a la canción francesa pero también al sello Blue Note e incluso algunos guiños a la psicodelia.

En las portadas y los carteles para Edigsa hay referencias a la canción francesa pero también al sello Blue Note e incluso algunos guiños a la psicodelia. Es cierto que «la nova cançó» ocultó, en parte, ese fenómeno pop, pero en este hacer memoria que es mirar el trabajo de Jordi Fornas, aflora un espritu yeyé, jazzy y crooner que Pau Llop pone en valor.

10 años no son nada

Me gustaría acabar hablando de lo curioso y fascinante que es encontrar a alguien lo suficientemente tenaz o loco para dedicar 10 años a investigar un autor y su obra. No es casual que sea Pau quien lo haya hecho.

El espíritu pop que envuelve a Fornas forma parte del imaginario de Pau Llop, diseñador gráfico, músico de influencias jamaicanas y activista de la escena mod de Lleida y del resto del país.

Pau Llop ha sido parte importante de los encuentros «Aplec Modernista» donde la moda mod, los scooters, las dianas británicas, las parkas y la música de los 60 reviven una y otra vez.

Coleccionista de vinilos, a poder ser formato single, Llop es uno de esos locos que sin caer en la nostalgia echa la vista a tras para rescatar aquello que sigue hoy emocionándole. Esta característica hace que el comisario y el autor expuesto estén conectados, más allá de la exposición.

El mismo Llop me confesó que era posible que Fornas no aprobara esta exposición, por su negativa a sentirse diseñador. Pero hay algo que creo que trasciende al autor y es su trabajo. Esas portadas, revistas, libros son ya parte de la memoria colectiva de varias generaciones. Recuperar ese trabajo es recuperar el esfuerzo colectivo de un país para construirse a sí mismo.

En resumen, una exposición deliciosa que espero que itinere y una experiencia interesante para quien esto escribe, cuando ve exalumnos suyos haciendo trabajos de tanta solvencia, que compensa la sensación de envejecer, aunque nunca es tarde para recuperar el espíritu juguetón y pop de los 60.

datos de la exposición

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