Definido por Steven Heller como el «enlace perdido entre la edición sudamericana y las tradiciones modernistas europeas», la obra del ilustrador argentino Juan Ángel Cotta se redimensiona con Cotta & Los Libros del Mirasol, edición de Flecha Books, proyecto editorial de Leandro Castelao y Francisco Roca. Un libro lanzado por medio de Kickstarter que recopila más de cien portadas, diseñadas entre los últimos meses de 1959 y su muerte en agosto de 1962. Entrevistamos a sus editores.
¿Cómo empieza el interés de ustedes por la figura de Juan Ángel Cotta?
Leandro Castelao: Siempre compartimos un interés por ciertos diseñadores, artistas y movimientos. Por otro lado, hay una atracción peculiar hacia estos personajes talentosos que la historia y las circunstancias han dejado de lado. Llegamos a Cotta por diversos motivos, pero siempre a través de Los Libros del Mirasol. Este dato no es menor. Ambos tuvimos mucho input gráfico, siendo diseñadores. Francisco trabajó en uno de los estudios de Andrés Cascioli para Oche Califa y Nora Bonis, y yo como docente e ilustrador. Personalmente, me llamaba mucho la atención el estilo tan característico y la forma en la que figuraba en los créditos: “Ilustró la tapa: COTTA”. El libro nace un poco como un desafío, el de encontrar todas las tapas de esta colección ilustradas por esta figura mítica.
¿Por qué deciden publicar Cotta y Los Libros del Mirasol?
Francisco Roca: el libro hace alusión al último gran trabajo que Cotta realizó: las tapas de la colección Los libros del Mirasol, editadas por Fabril Editora. Una colección de amplísimo espectro editorial a cargo de Jacobo Muchnik. Los títulos, la colección, variaron desde obras de Ernesto Sábato hasta novelas del policía negro norteamericano, clásicos de la literatura francesa, textos técnicos sobre anatomía o ciencia, y hasta obras de teatro de Shakespeare o Pirandello. Su muy bajo costo los hacía accesibles a un gran número de lectores, ávidos de información cultural.
El desafío de Cotta al ilustrar las tapas fue múltiple. Su trabajo sorteó las dificultades técnicas de la impresión (bajo costo, fuera de registro, discontinuidad en el color) al mismo tiempo que logró una identidad visual editorial única, de una colección que trata temas sumamente dispares. Cotta crea un set de más de cien tapas que no se agotan en una sola lectura.
Estamos seguros que hoy muchísimos diseñadores tienen en sus casas al menos uno o dos de estos libros casi de bolsillo. Las tapas son bellas, y eso no es un dato menor. Sin embargo, creemos importante poner esta colección en escena, mostrando la colección completa y analizando y exponiendo el contexto en el que se produjeron.
¿Cómo fue la investigación?
FR: El camino fue arduo, pero gratificante. A partir de descubrir la existencia de la colección y de Cotta, empezamos a rastrear el material, tratando de completar el mapa total. Queríamos saber cuántas tapas había ilustrado él, en qué años, quién era y, sobre todo, necesitábamos tener los libros originales con nosotros, analizarlos, fotografiarlos, ver el objeto. Las librerías de calle Corrientes fueron nuestro puntapié, como cualquier amateur porteño en la búsqueda de libros. Con el tiempo, el mapa se fue completando y la búsqueda profesionalizando. Aparecieron ejemplares en buenas condiciones en Madrid, New York y Bogotá. Y, en algún momento, comenzó a parecer casi un dato patriótico el de rescatar una edición del Martín Fierro de alguna librería olvidada en Nueva York, o un libro de Sábato en los confines de Albuquerque, New Mexico.
Parece increíble no poder encontrar en buenas condiciones libros editados en Argentina hace tan solo 60 años y de tiradas inmensas, pero eran libros que circulaban, que se prestaban, compartían, olvidaban. No eran libros caros.
Al llegar al nº 100 (para nuestra sorpresa, porque nunca creímos que serían tantos) encontramos un disclaimer en los créditos: tapa armada con dibujos de Juan Ángel Cotta en homenaje a su memoria. ¿Qué pasó? Allí descubrimos que murió inesperadamente, y que esta colección fue su último trabajo. Toda esto desembocó, casi sin quererlo, en este libro que cuenta los últimos tres años de la vida de Cotta, un artista gráfico argentino que estaba haciendo un trabajo de excelente calidad, fuera de lo común.
Hay una historia de interés en los comienzos de Cotta. Hasta la Gebrauchsgraphik habla de su talento. ¿Cuáles fueron sus comienzos en la profesión?
FR: Cotta empezó a dedicarse exclusivamente al dibujo, a la ilustración, en 1946. En ese momento, él tenía 26 años, pero ya había publicado sus primeros dibujos a los 19.
Hasta 1946, había trabajado no solo como profesor de inglés en el colegio Lenguas Vivas, sino como traductor de inglés y de francés para las mismas editoriales para las que varios años después sería tapista. Todos esos años, trabajó en paralelo diseñando para varias publicaciones periódicas reconocidas. Su formación era impecable y su contexto familiar no fue casual: su padre, Juan Manuel, fue un notable maestro y director de escuela de Quilmes, y de otras varias ciudades de la provincia de Buenos Aires, donde también fundó escuelas.
En 1948, junto con Divito, Cotta fundó la revista Chicas, de la cual era editor jefe. Por esa misma época, ganó el premio del Salón de Dibujantes y trabajó como director de arte para agencias de publicidad y editoriales. En 1955, formó parte de la Primera Exposición Argentina de Humor Gráfico, junto a Breccia, Garaycochea, Udaeta, y Laino. Es decir, en poco tiempo, Cotta logró destacarse entre los más talentosos dibujantes y artistas gráficos argentinos de los 40 y 50.
En definitiva, lo interesante de los artículos que encontramos publicados en Gebrauchsgraphik es que, ya en 1953, ubicaban a Cotta como una promesa de las artes gráficas argentinas, y esto es casi diez años antes de que ilustrara la colección del Mirasol: «De todos los jóvenes talentos entre los artistas gráficos argentinos, él [Cotta] es el más ingenioso y el más original. En contraste con la mayoría de sus colegas, que por años han estado bajo la influencia de la escuela Norteamericana, Cotta siempre ha seguido su propio camino», Sigwart Blum.
Cotta murió en un accidente de tránsito, ¿existen más detalles acerca del contexto de su muerte?
LC: El sábado 11 de Agosto de 1962, Cotta volvía a Quilmes manejando en su auto. La luz, los puentes y las rutas estaban cortadas por el levantamiento militar que destituyó al presidente Frondizi, y Cotta, al perder visibilidad, chocó contra el poste de una garita y perdió la vida. Tenía tan solo 42 años.
Existe un dato de tragedia anunciada en el asunto: varios años atrás, Cotta se había comprado un Isabella Borgward. No era de los autos más vendidos y, rápidamente, se ganó la intriga de sus amigos y de su familia. Respondía a aquellas inquietudes que era el único auto al que se le rompía el volante al momento del choque. La cuestión es que Cotta chocó y el volante no solo no se rompió, sino que impactó sobre su pecho causándole la muerte. Todo esto se lo comentó Graciela, la sobrina de Cotta, a Francisco hace pocas semanas. Ganando cierta distancia sobre el hecho, que es terrible, y viendo en retrospectiva su obra, toda la circunstancia podría llegar a parecer un chiste trágico contado por él mismo, en alguna tira cómica. Cotta tenía ese tipo de humor.
Steven Heller escribe el prólogo del libro. ¿Cómo comienza ese vínculo?, ¿qué le interesó de la vida y obra de Juan Ángel Cotta?
LC: Es difícil llamar la atención de Heller. No por su falta de inquietud, que la tiene, sino más bien por tratarse de alguien que escribió una pila de libros sobre la historia del diseño gráfico, porque son pocas las cosas que no ha visto. Por suerte, Cotta era una de ellas.
Por otro lado, es difícil presentar la obra de Cotta porque no existe como tal. Es decir, existe casi en un plano arqueológico, fragmentado. A lo largo de estos años, dimos con material clave. Este libro es el espejo de una investigación sobre su trabajo que empieza y termina en la colección del Mirasol, pero por donde pasaron más de 100 libros para otras colecciones, LPs, efímera y reseñas internacionales de su trabajo. Todo esto fue, en parte, lo que nos hizo admirar aún más su destreza en esta colección. Heller no necesitó tanto recorrido, pero sí calificó a estas tapas como el «enlace perdido entre la edición sudamericana y las tradiciones modernistas europeas».
En pocas palabras, el fin último de este libro es devolverle a Cotta su lugar en la historia gráfica argentina, y por qué no, en la historia gráfica internacional. Nuestra hipótesis es que su trabajo, y puntualmente el que realizó para esta colección, es ejemplar y podría estar a una altura internacional. Haber encontrado reseñas alemanas o norteamericanas de época sobre su trabajo nos dio algo de aliento.
De cualquier manera, necesitábamos una confirmación, una voz autorizada que pensara lo mismo. Y no hay voz más autorizada dentro del campo del diseño gráfico que la de Steven Heller.
Hace algunos años coincidimos con Steven en un evento de diseño en New York y sentimos que podíamos aprovechar ese dato para, simplemente, acercar el material de Cotta y pedirle su opinión. Inmediatamente, nos respondió con un enorme interés y se ofreció a escribir el prólogo. Para nosotros, su respuesta fue el comprobante de que estamos frente a un material único, que merece reubicarse en la historia grande.
¿Por qué creen que con el paso de las décadas se fue olvidando la figura de Cotta, hasta casi convertirse en mito?
FR: Cotta ha tenido uno o dos reconocimientos póstumos, escasos. Algunas personas –súmamente conocedoras de la historia gráfica argentina– han olvidado no su nombre, pero sí su obra, su edad, la época. Es difícil dar una sola explicación. Las razones por las que los diseñadores permanecen en el anonimato suelen ser múltiples. En el caso de Cotta, el primer factor es sin duda su temprana y abrupta muerte. Murió joven en una época de gran producción gráfica, una época donde Buenos Aires producía más publicaciones periódicas que cualquier país europeo. Y así nos acercamos al segundo punto. No es que se lo haya olvidado adrede, es que su figura quedó congelada en el recuerdo mientras transcurrieron décadas donde sus colegas y distintas generaciones de dibujantes siguieron produciendo, con altísima calidad y a montones.
En el prólogo del libro Heller, confiesa no haber conocido a Cotta hasta este año, y una razón no menor es geográfica. Gran parte de la historia del diseño gráfico es norteamericana o eurocéntrica, y la exposición a referentes del diseño de otras partes del mundo ha sido difícil.
Para contraponer –y complementar– a la opinión de Heller, y como diría Jorge, el padre de Francisco, es que quizá la muerte de un artista joven sea un recuerdo demasiado doloroso como para ser evocado rápidamente.
¿Cuáles son los planes próximos de Flecha Books tras el lanzamiento el 14 de noviembre? ¿hay otros proyectos o autores a publicar?
LC: En principio, el plan de Flecha Books es lograr publicar este libro. Confiamos en el financiamiento colectivo como un recurso poderoso para editoriales pequeñas o nuevas como la nuestra, y la campaña ya no depende tanto de nosotros. Creemos que el trabajo de Cotta habla por sí mismo.
Respecto a próximos proyectos, hay muchos. El leitmotiv de Flecha, por decirlo de alguna manera, se mantiene. Creemos que la producción visual y gráfica en Argentina, sobre todo en los años 40 y 50, es de mucha riqueza y pensamiento, es material que vale la pena ser rescatado y valorado. De cualquier manera, no tenemos intención de limitarnos a temas netamente nacionales.
La historia está escrita por los que sobreviven, y existen muchos hechos históricos que nunca son contados. En el ámbito del diseño gráfico es sorprendente la cantidad de cosas que desconocemos, hasta que alguien las descubre. El hecho de que sea una disciplina tan efímera hace que muchas cosas que podrían estar en libros de historia sean simplemente ignoradas. Solo recordamos a los héroes.
→ Cotta y los libros del Mirasol