Martín me había contactado la semana anterior a través de un conocido. Habíamos hablado por teléfono y me había contado que tenían la necesidad de cambiar la imagen de su empresa. En nuestra conversación me dio la impresión de que era una persona razonable, aunque algo caótica. Quedamos en vernos. Antes de ir busqué su empresa por internet. Para mi es indispensable obtener el máximo de datos cuando acudo a una reunión. Además, este proceso me parece fascinante, puedes averiguar muchas cosas a través de una buena búsqueda. Encontré su web, algunos anuncios y algunos post en redes. ¡Bingo! Pensé que evidentemente necesitaban ayuda y me ilusionaban este tipo de proyectos globales… Pero la cuestión era averiguar hasta dónde se dejarían ayudar. Martín dirigía una mediana empresa que había heredado de su padre, comercializaban servicios de viajes, estaban creciendo y habían abandonado los viajes a particulares para especializarse en viajes de incentivos para empresas, les iba bien.
– «Como te comenté por teléfono, queremos cambiar nuestra imagen. Cuando comencé a dirigir la empresa nuestra imagen se limitaba al rótulo de la entrada y lo que nos había hecho la imprenta en las tarjetas, hojas de carta y poco más. Posteriormente mi sobrino, que entiende de ordenadores, le dio un nuevo aire a la marca y nos hizo una web. Pero ahora él ha encontrado trabajo, estamos creciendo y nos gustaría contar con alguien profesional que nos ayude y que nos asesore para mejorar. Antonio me habló muy bien de ti y no pienso buscar más», comentó Martín.
Nos reunimos en una sala acristalada con una gran mesa de madera. Antes de llegar a la sala Martín me enseñó las instalaciones, en ellas trabajaban unas 30 personas y me pareció que se habían esforzado en reformarlas e invertir en ellas. A la reunión acudió una persona de recepción/atención al cliente, el contable y Martín.
– «Bien, contadme qué necesidades y objetivos tenéis», le dije ilusionado.
– «Nos gustaría cambiar la web, la vemos anticuada y nos gustaría algo más fresco», contestó Martín.
– «¡Y que sea barato, claro!», comentó el contable entre risas haciendo una gracia que a mi no me hizo gracia, no por ganar más o menos dinero sino porque me parecía una falta de respeto.
Aunque podía imaginarme a qué se refería Martín, me quedé pensando en localizar el botón de ‘fresco’ en el ordenador, pero decidí tener paciencia. Al fin y al cabo se trataba de una empresa que no tenía experiencia en contratar servicios de diseño y yo no andaba con mucho trabajo.
– «¿A qué te refieres con algo más fresco?», le pregunté.
– «Bueno, algo moderno, diferente… que impacte», me contestó Martín.
– «¿Y la marca? ¿También queréis cambiarla?. Antes me comentabas que queréis cambiar vuestra imagen».
– «Sí, sí queremos cambiar la imagen en general. Logo, tarjetas, web, el rótulo de entrada, todo».
– «¿Cuánto piensas que puede costar eso?», preguntó el contable. Esta vez serio.
– «Bueno, aún no lo sé, depende de las necesidades que tengáis», le contesté tratando de disimular mi malestar por la intromisión.
– «Las necesidades son básicamente las que te he comentado, cambiarlo todo y que sea más moderno, fresco. Estamos anticuados», dijo Martín.
Bien, ya íbamos averiguando algo. A veces hay que ser positivo para no salir corriendo… Cuando hablaba de que estan anticuados, con alguien se estaría comparando, pensé yo. La persona de recepción no había abierto la boca, de vez en cuando miraba su móvil. Me preguntaba para qué habría acudido a la reunión.
– «¿Por qué piensas que estáis anticuados?», pregunté intentando obtener algo más de información.
– «Porque pienso que las empresas del sector son mucho más actuales. A veces cuando me comparo con ellas pienso que somos una empresa poco fiable, que no trasmite confianza», continuó Martín.
Ya teníamos dos cosas. Realmente el problema que tenían era de inferioridad respecto al resto de empresas de su sector y para él ser fresco, moderno e impactante va por aquello de transmitir confianza. Algo es algo.
– «Imagino que tú estás en contacto con los clientes. ¿Has observado algún comentario o problema respecto a la web o alguna otra cosa?», le pregunté a la persona de recepción.
– «Bueno sí, que no se carga y les cuesta ver las promociones que tenemos. También el otro día acudimos a una feria y entregamos algunos de los folletos que tenemos y pudimos observar que los clientes no sabían muy bien a qué nos dedicábamos», contestó.
– «El tema es que yo intuyo que necesitamos cambiar pero si te soy sincero no tengo ni idea que cómo hacerlo. Eso sí, tengo claro que lo necesitamos», dijo Martín.
– «Lo único que tenemos claro es que debe ser barato», dijo el contable entre risas tocándome, otra vez, las narices.
Evidentemente tenían en la organización un especialista en ahorrar costes, aunque conmigo se equivocaba; yo podía ser una de sus mejores inversiones. Aunque también tenían un problema de comunicación. Siempre es así, a pesar de que la empresa no sea del todo consciente de ello. Aunque a mi siempre me surgía la misma diatriba. ¿Hasta qué punto entraba a ayudarles?. ¿Hasta qué punto entraba a pelearme?… En mi caso lo tenía claro. Siempre que considerase que el cliente y el presupuesto mereciesen la pena, y esto con la experiencia uno lo veía venir de lejos, en caso contrarío mejor invertir mis energías en otras cosas.
En este caso Martín parecía muy razonable y surgirían los problemas comunes de acometer un proyecto. Intuía que se podría llevar a cabo. Entre tanto, me ofrecieron un café y la conversación derivó a otros temas que me hicieron observar el carácter de cada uno, hasta que dije:
– «Bien. Pienso que os puedo ayudar y que si trabajamos en conjunto podéis mejorar en comunicación considerablemente. Pero no será un camino corto y necesito sobretodo de tu colaboración, Martín. Primero os enviaré un informe de necesidades para comprobar que estáis de acuerdo con lo que os planteo y después un contrato con los pasos a seguir y especificaciones. Si tengo dudas puede que os envíe unas preguntas antes. Una vez aceptado y acordados todos los términos entre ambos nos pondremos a trabajar con un calendario de trabajo», dije mirando a Martín.
– «Bueno, pero imagino que antes nos enseñarás cosas que puedes hacer», dijo el contable.
– «Como os comentaba os enviaré un mail con mi forma de trabajar, seguro que llegamos a un acuerdo», le contesté con una sonrisa.
– «Me parece estupendo», contestó Martín.
Salí ilusionado de la reunión y tenía más claro que nunca que sin contrato y presupuesto cerrado no comenzaría a trabajar… Y también que intentaría esquivar al contable, tener todo bien atado, ya que soy consciente de que al contable lo contrata Martín y aquí juegan a ‘poli bueno – poli malo’… Y si me despisto quedo de ladrón.
Costó pero finalmente cerramos el acuerdo y hoy el trabajo ya está finalizado.
Actualizado 10/02/2016