Con independencia de su funcionalidad pragmática todo producto artístico ha quedado “por fin” disuelto en lo social, auspiciado por el magma de las RRSS.
Es decir, en la era digital el producto artístico ha difuminado su aura sagrada –de la era analógica- para vincularse a la vida cotidiana. Por fin se ha cumplido la utopía del mundo estético en su interés de hacer confluir el arte con la vida. Y desengañémonos, el éxito de esta empresa se ha debido al mismo desarrollo de la tecnología digital. Es decir, a que la función (pragmatismo) se ha impuesto al idealismo (estético). De tal forma que el mundo se ha quedado en manos ya no tanto de los artistas (sacerdotes idealistas de lo estético) como de los diseñadores (trabajadores fácticos de lo social).
“Hacer la vida amable al individuo”, sería la máxima del diseñador inmerso en lo digital. Entendiendo el individuo como la parte inter-actuante con el todo que le rodea, y entendiendo lo digital como la categoría que sustituye definitivamente la mano por la mente. Porque desde luego es el “control numérico” lo que al individuo hará la vida, si no más amable, seguro que más confortable. Pero hará falta, por otra parte, quienes se sepan manejar con ese “control numérico”, personas que se hayan educado en el control y personas que controlen ese control, valga la redundancia.
Una buena formación será, pues, necesaria. Necesaria en la medida en que su propósito consiste, nada menos, en hacer la vida más amable al usuario de su misma existencia. Individuo usuario de sí mismo y de su entorno. Desde ese punto de vista ESAT es una escuela que se centra en el presente inmediato sin olvidar que el futuro se encuentra a la vuelta de la esquina. A ESAT le interesa el presente en marcha porque sólo en él vivimos y sólo con él interactuamos. La obsolescencia programada ya no es ese invento maquiavélico que predijeron los agoreros, sino una realidad “lógica” que deviene del incesante y acelerado desarrollo tecnológico. Y es ahí donde ESAT insiste procurando alentar el factor humano en la formación, y lo hace a través de profesionales que, a través del ejercicio de su profesión, vinculan al alumno directamente con la Realidad.
La confortabilidad vital es el verdadero y gran objetivo de todo diseñador. Y ese su deber se encuentra instalado en el presente continuo, es decir, en el día a día. Su compromiso no se encuentra en el mañana, sino en mañana mismo. Al diseñador le está vedado perder el tiempo y su finalidad se encuentra extremadamente vinculada a la amabilidad.