El mundo de la fotografía pierde a uno de sus observadores más agudos y singulares. Martin Parr, el fotógrafo que transformó el costumbrismo y el turismo de masas en una forma de arte vibrante y despiadada, ha fallecido. Su legado deja una huella imborrable en la narrativa visual contemporánea.

Si la fotografía documental era, antes de él, un terreno de blancos y negros solemnes y distancias respetuosas, Martin Parr llegó para romper todas las reglas. Miembro de la agencia Magnum —no sin cierta polémica inicial por su estilo disruptivo—, Parr sustituyó la épica por lo ordinario, y la sobriedad por un uso del flash y la saturación de color que se convirtió en su firma personal.
Parr tuvo la habilidad única de poner el foco donde nadie quería mirar: los platos de comida grasienta, los turistas quemados por el sol en playas atestadas y el consumismo desenfrenado de la clase media. A través de su lente, lo que a priori parecía “feo” o banal se convertía en una composición fascinante que obligaba al espectador a cuestionar su propio entorno. Libros como The Last Resort (1986) redefinieron la fotografía británica y establecieron un nuevo estándar para la fotografía de calle.
Una influencia total en el diseño y la moda
Su impacto fue mucho más allá del fotoperiodismo. El mundo de la moda y la publicidad bebió directamente de su estética. Parr colaboró con firmas como Gucci o Balenciaga, aplicando su mirada irónica a un sector que, hasta entonces, se tomaba demasiado en serio a sí mismo. Su estilo “povera” pero técnicamente impecable ha sido estudiado y replicado por directores de arte y diseñadores gráficos de todo el mundo que buscaban esa autenticidad cruda y colorista.
Además de fotógrafo, Parr fue un incansable coleccionista de fotolibros y de objetos de la cultura popular (desde postales hasta relojes de Saddam Hussein). Esta faceta de comisario y preservador de la memoria visual subraya su amor por la imagen como documento social. A través de la Martin Parr Foundation, se aseguró de que el trabajo de otros fotógrafos documentales británicos tuviera el reconocimiento que merecía.
Hoy despedimos al hombre que nos enseñó que no hace falta buscar la belleza en lo extraordinario, porque la verdad más profunda —y a veces la más divertida— está en lo que sucede mientras estamos de vacaciones.














