Si eres diseñador y alguna vez te has encontrado en el caso de tener que enfrentarte a un cliente enfadado, quizá no te vengan mal los siguientes 5 consejos para diseñadores con los que manejar la situación; 5 ideas a tener en cuenta que pueden serte de utilidad cuando estés frente a un cliente con un mal día y no sepas muy bien qué hacer.
1. No le eches las culpas al cliente
En cualquiera de los casos, el cliente siempre tiene la razón y aunque no la tenga, es muy recomendable dársela. La vida es una montaña rusa y muchas veces, las cosas no salen como esperamos o simplemente tenemos un mal día, por eso, cuando estamos enfadados tenemos más probabilidades de cometer errores tontos. Por lo que es necesario mantener la mente fría y analizar el problema, viendo qué soluciones satisfactorias para las dos partes puede haber. Puede ser que los clientes se equivoquen y, sean o no conscientes de ello, es muy probable que nunca lo admitan. Hecho bastante habitual independientemente del sector profesional en el que nos encontremos. Somos humanos y a todos nos puede pasar, lo más importante es no decirles que es su culpa o que lo hicieron mal, hay que ser amables e intentar pedirles que revisen la información dos veces por si ha habido algún un despiste.
2. Ofrece soluciones
Cada vez que hay un problema que enfada a un cliente, se crea una oportunidad para mejorar en aquello que ha ido mal; se abre con ello un abanico de posibles soluciones dispuestas a ofrecer al cliente en esta y en futuras ocasiones en las que se dé un error similar. Para un cliente disgustado, lleno de frustración y que lleve un mal día, esto puede ser como abrirle las puertas del cielo. Por eso, es de vital importancia que siempre que haya una posibilidad de solucionar el problema, se le informe de ello al cliente. Claramente no es una situación de vida o muerte, pero casi, así que más vale barajar al menos un par de posibles soluciones.
3. Proporciona una sensación de progreso
Como en todo, hay multitud de tipos de clientes, pero la impaciencia es el primer y más importante principio deontológico de una persona enfadada. Si, durante el proceso creativo el cliente insiste en aportar algo e, independientemente de que sean aportaciones útiles o no, un buen método para prevenir futuros enojos, es hacer que este se sienta útil y hacerle ver que el proyecto progresa adecuadamente. Una comunicación periódica con el cliente (ya sea vía telefónica, email, …) explicando en qué fase se encuentra el proyecto es bastante saludable. También puedes ser buena idea la creación de un calendario antes de iniciar al proyecto, indicando qué fechas son las importantes a lo largo del proceso de creación. De esta manera, el cliente se siente seguro en cuanto a los plazos y se acortan las posibilidades de que la impaciencia, que da pie al enfado, surja. Además, con ello también se le insufla al cliente un sentimiento de participación e integración en el proyecto que de seguro, lo mantendrá de buen humor. ¡Alegrale el día a un cliente enfadado!
4. Ofrece ayuda ‘humana’
Lo único que todos necesitamos cuando estamos enfadados –aunque no queramos reconocerlo– es que a alguien le importe cómo estemos. Por eso, querido diseñador o diseñadora que ahora mismo esté leyendo, es más fácil de lo que pueda pensarse contentar a un cliente con un mal día. Dadle, aunque sea, un punto de contacto a vuestro cliente, ya sea un correo electrónico o las propias redes sociales, y esto mejorará su humor. Es importante que sepan que estás ahí, que pueden llegar a un ser humano solo con un mensaje. La esperanza es lo último que se pierde, por eso poder contactar con otra persona seguramente les importe más de lo que uno pueda creer.
5. Quita los obstáculos
Esto es fácil, si se consigue establecer una comunicación trasparente y sencilla. Evitar cualquier lenguaje que emplee muchos tecnicismos ayudará al cliente a entender cualquier cuestión de una manera más rápida y natural. Aunque los anglicismos pertenecientes al diseño y al marketing puedan hacer parecer al diseñador ‘más cool’, lo cierto es que puede entorpecer mucho la comunicación y la confianza por parte del cliente. Bien porque el cliente no se sienta seguro de dominar los términos o bien porque considere que el diseñador solo está vendiendo humo o está intentando engañarle, este tipo de lenguaje puede sacar a más de un cliente del terreno de la tranquilidad al de la inquietud. Y de ahí al enfado hay tres pasos. Un diseñador, como buen comunicador, es mucho más profesional si adapta su lenguaje al de su receptor.
Si nada de esto te ha funcionado, lo sentimos, has perdido la batalla. Pero no sufras, aun te queda por ganar la guerra. Ya llegarán nuevos clientes con los que poner en práctica estos 5 consejos que pueden sacarte de más de un apuro.
Si quieres saber un poco más sobre la relación entre creativos y clientes, puedes hacerlo con la revista 6 de Gràffica: Clientes y Creativos. Destinados a entenderse.