Monika Buch es un hito del diseño español. Sin embargo, su nombre es para muchos desconocido. María Lapiedra y María Navarro, de ADCV, tuvieron la oportunidad de entrevistar a esta diseñadora valenciana que en 1956 ingresó en la HfG, la famosa escuela de Ulm.
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Afirmar que Monika Buch es un hito del diseño español será seguro un descubrimiento para muchos. Este hallazgo de tintes históricos se debe agradecer a la Asociación de Diseñadores de la Comunidad Valenciana (ADCV). Desde esta asociación profesional se siguió la pista que la comisaria de la exposición Modelos de Ulm, Marcela Quijano, desveló en su conferencia inaugural en el centro Las Naves (Valencia): sólo un español había sido estudiante de la Hochschule für Gestaltung (HfG), escuela de diseño en Ulm, Alemania.
La afirmación despertó la curiosidad sobre la procedencia exacta de ese alumno español, y se insistió a la comisaria en conocer esta información. Una vez ya de vuelta a su trabajo en el archivo de Ulm, Marcela Quijano respondió, confirmando la corazonada que se había tenido en la asociación de diseñadores: el estudiante era una mujer, y provenía de Valencia. Efectivamente, Monika Buch fue la única española que estudió en la HfG. El dato tiene además un curioso carácter premonitorio ya que esta valenciana es uno de los primeros ejemplos de un fenómeno ahora en auge: la internacionalización.
Aunque lleva viviendo en Utrecht (Holanda) más de 50 años junto a su marido, el arquitecto holandés Bertus Mulder, Monika Buch afirma que haber nacido en Valencia y haber pasado su juventud en esta ciudad constituye una parte muy esencial de su persona y que ello le ha influido en su desarrollo como artista.
En 1956 ingresó en la famosa HfG, escuela que fue concebida como la heredera del revolucionario Bauhaus, y que supuso una de las instituciones más progresistas de la enseñanza del diseño como disciplina sistemática, científica y de base teórica. Posteriormente, estudió pedagogía y psicología infantil, en la Universidad de Utrecht, conocimientos que facilitaron su trabajo diseñando juguetes con la fábrica holandesa ADO. Más tarde desarrolló materiales y juegos didácticos para un proyecto de educación especial para niños de familias desfavorecidas.
Desde 1983 se dedica a su trabajo como artista. Monika Buch afirma: “Lo que más me gusta es trabajar con las manos y usar diferentes técnicas”. Como ella misma explica sus trabajos se caracterizan por el estudio de la interrelación de formas y colores, la aplicación de progresiones de colores en matices finos combinados con estructura geométricas y el interés por la percepción de estas. “Tengo tantas ideas por realizar que no pienso en otras cosas”, nos confiesa la diseñadora.
¿Cuánto tiempo estuvo en Valencia? Nací en Valencia en 1936. Durante la Guerra Civil española, vivimos en Alemania y regresamos en 1939. En 1954 fui al colegio alemán en Barcelona. Viví en España hasta que en enero de 1956 empecé los estudios en la Hochschule für Gestaltung (HFG) en Ulm.
¿Cómo es su relación actual con Valencia? Mi relación con Valencia es íntima y llena de cariño. Residimos en Paterna unas cuatro veces al año, y pienso que algún día estaremos más tiempo porque a mí y a mi marido nos gusta estar aquí. Aunque cuando venimos no puedo evitar echar de menos mi rutina en Utrech, donde me dedico a tiempo completo a la pintura. Allí, tengo un pequeño espacio a modo de taller, donde trabajo todos los días, desde por la mañana hasta la tarde.
¿Cómo fue su infancia en Valencia? Tuve la suerte de ser demasiado joven para darme cuenta de las atrocidades de las guerras, la civil y la mundial, y de esta manera tuve una infancia muy feliz, gozando de las posibilidades que ofrece el vivir en dos culturas, la alemana y la española.
¿De qué manera ha influido Valencia en su trabajo y en su persona? El haber nacido y vivido en Valencia, la naturaleza, el sol, el mar, la alegría, la cultura ha sido de gran valor durante toda mi vida. También lo que tuve que aprender de memoria en los años del bachillerato ha tenido mucha influencia en la creación de mi espíritu crítico. Sigo muy interesada en la historia y la cultura de principios y mediados del S. XX de España, y ello me hace reflexionar sobre qué es lo que pasó, por qué y quiénes tuvieron la culpa, y me planteo cómo podemos aprender de ello y educar a nuestros hijos y nietos para conseguir un mundo mejor.
¿Por qué tomó la decisión de estudiar en la HGF? ¿Cómo conoció su existencia? En 1955, cuando estudiaba en el colegio alemán de Barcelona para sacar el diploma del Abitur (bachillerato alemán), apareció en el periódico alemán Die Zeit un reportaje sobre la inauguración de la Hochschule für Gestaltung en Ulm. Mi madre me hizo llegar este reportaje indicándome que estudiar allí podría ser muy interesante. Así que en el verano de aquel año hice mi servicio social en la Falange, ya que sin él no te daban un pasaporte, y en enero de 1956 salí para Ulm.
¿Fue duro abandonar el hasta entonces su país? Por una parte es duro abandonar a la familia y a los amigos, la buena vida. Por otra parte, una vida cómoda conlleva una serie de limitaciones, que no siempre son positivas. Mi experiencia me ha hecho añorar el calor de mi familia, sobre todo cuando nacieron mis tres hijos, la alegría, el buen clima, el sol y el mar pero he tenido la posibilidad de desarrollarme sin limitaciones, totalmente libre de sistemas y convencionalismos para hacer las cosas.
Sabemos que la escuela de Ulm revolucionó la manera de enseñar. Tenía nuevos métodos y una gran parte práctica. ¿Qué recuerda que llamara especialmente su atención? Lo primero que aprendí en la HfG fue el trabajo manual en el taller de mecánica fina dirigida por un orfebre holandés, un buen profesor. Aunque en Valencia había hecho bordados muy complicados en un taller de bordados artísticos, no lo mencioné cuando solicité el ingreso en la escuela. Por eso tuve que ingresar en la Grundlehre [curso introductorio, siguiendo la idea del Bauhaus]. Allí aprendí, durante casi un año, el trabajo de precisión necesario para poder entrar en la HfG. En la Grundlehre era la única chica y la única española entre 30 estudiantes de muy diferentes nacionalidades, además casi todos eran mayores, ya que como condición para ser admitidos en la HfG tenían que demostrar experiencia práctica en un oficio relacionado al diseño.
¿Cómo fue la experiencia? El ambiente en la Hochschule für Gestaltung era completamente diferente a todo lo que hasta entonces había conocido. En nuestro tiempo aún era director de la escuela Max Bill, una persona interesante, un excelente artista, pero quizás, para muchos, no era tan apto para desempeñar su papel de director. Lo conocí de cerca en el verano del primer año, cuando no había clases y yo trabajaba en el taller, donde algunos estudiantes hacíamos modelos y trabajos para él. En aquel primer año todos los estudiantes trabajábamos juntos con gran entusiasmo en la escuela y nos quedábamos en ella todo el día, hasta que el portero nos echaba a la calle. Al principio de la semana los profesores nos encomendaban un trabajo a realizar que al finalizar la semana se discutía. Para mí fueron especialmente interesantes los trabajos sobre la geometría como fundamento para el diseño para el profesor Hermann von Baravalle. Hoy en día me siguen inspirando, a menudo utilizo su libro Geometrie als Sprache der Formen.
También ha influido en mi desarrollo como artista las clases de Heléne Nonne Schmit, que en el Bauhaus fue asistente de Paul Klee, sobre las teorías de los colores, trabajos en acuarela muy intensivos pintando capa sobre capa para conseguir la intensidad del color necesario. Reconozco además la influencia de los problemas que proponía Tomás Maldonado sobre la percepción de formas y colores, basados en la psicología gestalt Lehre, a través de trabajos en papel realizados en tempera.
Su marido también estudió en ULM. ¿Se conocieron allí? Efectivamente, a mi marido, el arquitecto Bertus Mulder, lo conocí allí en el primer año. Él ya tenía su diploma como arquitecto, pero la escuela supuso también para él una revolución.
¿Aún guardan relación con compañeros de la escuela? Sí. Nuestros mejores amigos son nuestros compañeros de estudio de la HfG y, a pesar de vivir bastante lejos los unos de los otros, nos seguimos viendo a menudo. También asistimos cada año a un encuentro con los antiguos alumnos en Ulm. El edificio de la Hochschule se renovó y allí se ha abierto un archivo con los trabajos que fueron realizados por los docentes y estudiantes.
¿Por qué decidió abandonar la escuela? Después del despido de Max Bill, la ideología cambió, abrazando la tecnología y la informática como inspiración para toda clase de diseño. Mi interés se dirigía más a la educación y desarrollo de la creatividad infantil y la posibilidad de contribuir a través del diseño a una vida más interesante para los niños. Así que empecé con el estudio de pedagogía y psicología infantil en la Universidad de Utrecht.
¿De qué manera el paso por la escuela HFG ha influenciado en su vida? La ideología que aprendimos de la HfG ha influenciado en todo nuestro desarrollo como personas y profesionales. Ya en Holanda, donde la vida era totalmente diferente, mi marido y yo seguimos fieles a los principios que adoptamos en Ulm. Creo que para nuestros hijos no siempre fue fácil que sus padres vivieran de una manera diferente a la de sus amigos, bastante radical en algunos aspectos. Pero lo importante es que al final, se han desarrollado como personas felices e independientes que siguen su propio camino.
Actualizado 30/07/2013