Una demanda histórica pone en jaque a Anthropic por entrenar su IA con libros pirateados

Un tribunal federal en California ha certificado una demanda colectiva contra Anthropic, la startup de inteligencia artificial respaldada por Amazon y Google, por el uso no autorizado de millones de obras literarias descargadas de bibliotecas pirata o ilegales. El caso no solo podría suponer un golpe económico devastador para la compañía, sino también marcar un antes y un después en el uso de contenidos protegidos en el entrenamiento de modelos de IA generativa como Claude. La biblioteca oculta de la IA El debate sobre los límites legales y éticos del entrenamiento de modelos de inteligencia artificial generativa acaba de alcanzar una nueva dimensión. El juez William Alsup del tribunal federal de California ha aprobado la certificación de una demanda colectiva contra Anthropic, la empresa creadora de Claude, uno de los principales competidores de ChatGPT. Lo que está en juego no es solo una suma astronómica de dinero en concepto de indemnizaciones, sino el modelo sobre el que se ha construido gran parte de la actual inteligencia artificial generativa: el acceso masivo a obras protegidas por derechos de autor sin consentimiento expreso. La denuncia, impulsada inicialmente por los autores Andrea Bartz, Charles Graeber y Kirk Wallace Johnson, acusa a Anthropic de haber descargado millones de libros desde webs ilegales como Library Genesis (LibGen) y PiLiMi para almacenarlos en su base de datos interna entre 2021 y 2022. Estas copias habrían sido utilizadas para entrenar los modelos de lenguaje que dan vida a Claude. Según los demandantes, no se trata de un uso incidental ni de una consulta puntual: la empresa habría construido lo que llaman una “biblioteca de entrenamiento” permanente con copias piratas completas, vulnerando de forma sistemática el copyright de miles —incluso millones— de escritores. El juez Alsup ha sido claro en su dictamen: aunque el entrenamiento de una IA podría en ciertos casos considerarse un “uso justo” por su carácter transformador, la creación y mantenimiento de una biblioteca central con libros pirateados excede con creces ese marco legal. Esta distinción es clave: no se está discutiendo tanto si entrenar una IA con textos protegidos es legal o no (algo que sigue sin resolverse del todo), sino si hacerlo a partir de fuentes abiertamente ilegales vulnera de forma directa los derechos de autor. Para el juez, la respuesta es evidente. A la espera de que se celebre el juicio en diciembre de este mismo año, el tribunal ha exigido a Anthropic que antes del 1 de agosto entregue una lista completa de todas las obras utilizadas. Si se confirma la cifra estimada —unos 7 millones de libros—, y se aplica la indemnización máxima por infracción voluntaria (150.000 dólares por obra), la startup podría enfrentarse a una sanción superior a un billón de dólares. Es decir, más que toda su valoración de mercado actual, que ronda los 100.000 millones de dólares. Una batalla que va más allá de Anthropic Aunque el caso se centra en una única empresa, sus implicaciones afectan a todo el ecosistema de la IA generativa. Empresas como OpenAI, Google, Meta o Microsoft ya se encuentran bajo el escrutinio legal por prácticas similares. En muchos casos, el argumento de defensa se basa en que los datos utilizados para entrenar sus modelos se obtuvieron de internet, en su mayoría accesibles públicamente. Pero la acusación contra Anthropic pone el foco en un matiz fundamental: la procedencia ilícita de los materiales. No es lo mismo entrenar con textos disponibles en la web —aunque estén protegidos por copyright— que hacerlo con archivos descargados directamente desde bibliotecas pirata. Esta diferencia técnica, pero crucial, podría marcar la línea entre lo legal y lo ilegal en el entrenamiento de modelos de IA. Y si el juez mantiene esta interpretación, el efecto dominó no tardará en llegar: todas las compañías tecnológicas deberán revisar sus datasets y justificar su licitud, obra por obra. Desde la Authors Guild, organización que representa a miles de escritores en Estados Unidos, su directora ejecutiva Mary Rasenberger ha declarado que este fallo representa “un paso decisivo” hacia la rendición de cuentas de las grandes tecnológicas. “Estamos agradecidos, pero no sorprendidos, de que el juez Alsup haya certificado la clase por obras pirateadas”, dijo. La demanda ha sido presentada como una forma de proteger no solo los derechos económicos de los autores, sino también su integridad moral, su obra y su control sobre cómo se utiliza. En paralelo, la reacción de Anthropic ha sido fortalecer su equipo legal, incorporando nuevos despachos especializados en propiedad intelectual y litigios tecnológicos. La empresa, que cuenta con el respaldo financiero de gigantes como Amazon y Alphabet (la matriz de Google), se enfrenta a su mayor reto desde su fundación. Su modelo Claude, lanzado como alternativa más segura y controlada a otros sistemas de IA, podría estar construido —según la denuncia— sobre una base de contenidos obtenidos de forma ilegítima. Para el sector editorial, este juicio representa una oportunidad largamente esperada. Después de años viendo cómo sus obras circulan sin control por foros, plataformas de torrents y ahora modelos de IA, muchos autores ven en esta demanda colectiva una vía real de reparación. Y, sobre todo, un precedente que condicione el desarrollo futuro de la inteligencia artificial. La comunidad creativa, desde escritores hasta ilustradores, músicos y diseñadores, observa con atención el desenlace. Porque la pregunta ya no es si la IA transformará la cultura, sino cómo lo hará y con qué reglas. ¿Podrá seguir entrenándose con contenidos sin licencia? ¿Es legal utilizar obras protegidas si se hace con fines “transformadores”? ¿Y dónde queda la voluntad del autor en todo este proceso? La respuesta no solo definirá el futuro de Claude, sino también el de cualquier otro sistema de IA generativa que, para aprender a escribir, haya empezado leyendo libros que nunca tuvo derecho a abrir.

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