Un día cualquiera de un diseñador

Aquel lunes decidió que los lunes podían ser maravillosos, que eran comienzos y que todo comienzo puede moldearse al antojo. Siempre había creído en la capacidad de elección, de decisión y libertad. De dar forma a sus días y hacerlos divertidos o tristes.

Ese lunes, por fin había llegado un día de otoño, época que le gustaba especialmente, no hacía ni mucho frío ni mucho calor y cuando la lluvia visitaba, conformaba paisajes desubicados. El otoño era época de cambios en colores, aromas y rutinas y eso siempre le parecía interesante ya que en los cambios habitaban las sorpresas y lo impredecible.

Siempre había pensado que lo de disfrutar era una opción personal, la vida en general contenía trabas y trampas y hasta en aquello encontraba algo de magia de los imprevistos.

Encendió su ordenador. Cada vez tardaba más en arrancar, tendría que ir pensando en una solución. Mientras se iniciaba, cada mañana solía apuntar las tareas pendientes en su libreta y repasar las del día anterior, siempre procuraba que fuese una libreta bonita de esas con buen tacto, tamaño adecuado, un encuadernado que facilitase la apertura y un gramaje lo suficientemente grueso para que el blanco siguiese impoluto al pasar de hoja pero que no incomodase el manejo, a menudo también dibujaba en ella. Antes de hacer una lista siempre añadía la fecha en la parte superior derecha y luego ordenaba las tareas en orden de urgencia. Luego iba tachando conforme las realizaba. A veces se preguntaba si lo que hacía realmente era lo urgente o lo importante.

Por fin arrancó. Conectó Spotify, seleccionó una lista y se conectó al correo. Un montón de spam, tres o cuatro newsletters interesantes, un par de clientes que enviaban material, ¡por fin!, otro que se quejaba de un error en la impresión y un presupuesto de imprenta que estaba esperando. También un par de invitaciones a expos. y un amigo de fuera que proponía venir el finde. Contestó los más urgentes. Abrió el InDesign. Tenía que darse prisa, hoy quería finalizar un trabajo y hacer la entrega. No estaba seguro del color, cogió la pantonera e hizo algunas pruebas, estaba contento, tras las pruebas lo mejoró.

De fondo sonaba Arcade Fire y su mente voló por un segundo a aquel beso robado. Sonrió.

Sonó el teléfono, era un cliente que le avisaba que habían tenido un cambio interno y que se paralizaban todos los trabajos en marcha hasta nueva orden, en breve se incorporaría una nueva persona al equipo y quería repensar las estrategias de comunicación. La llamada le puso de malhumor pero decidió tomárselo con calma.

Aprovechando la interrupción se conectó a Facebook, participó en algunos comentarios y colgó un post tonto de lunes. Su timeline cada vez le aburría más, se pasó a Instagram. La nueva función Moments le parecía una manera fantástica de perder el tiempo. Ya que estaba, entró en Twitter y revisó algunos temas de actualidad. Al rato volvió a su trabajo.

Sonó de nuevo el teléfono, un colega le contó como había quedado la presentación de su último proyecto, comentaron acerca de precios de una nueva propuesta que tenía que entregar y una tipo nueva.

Volvió a intentar concentrarse, se puso los cascos. Aprovechó para plasmar sobre el papel sus ideas, pasó un tiempo pensando, le encantaba ese momento en el que parecía que todo encajaba, que la solución estaba ahí. Sentía una sensación muy placentera.

Recibió una llamada de su madre y chequeó de nuevo el correo, un cliente había perdido los archivos que le envió la pasada semana, los volvió a enviar en un Wetransfer. También le llegó el lanzamiento de una nueva tipo display muy interesante que podría utilizar en un proyecto que tenía en la cabeza y el newsletter de un festival al que quizá asistiría.

Después se conectó a Behance, le vendría bien echar un ojo para inspirarse. Se dio cuenta que debería empezar a trastear Cinema 4D, era ya ineludible. Al rato siguió con el trabajo.

Se acercaba la hora de comer y le gustaba comer en casa, salió y cogió su bici. Disfrutó del paseo y de la comida, cosa en la que encontraba una fuente de placer.

Al regreso entró a tomar café a su bar habitual, aprovechó para participar en conversaciones cotidianas y ponerle algo de sentido del humor a las noticias que daban en la televisión, otras le entristecieron y no fue capaz de bromear con ellas.

Regresó al estudio, el teléfono sonaba, el comercial de una imprenta quería visitarlo. Se sentó y miró la hora, ese día quería acudir a una inauguración. Se puso una lista de música tranquila y volvió de nuevo a lo suyo. Entremedias, un fallo de wifi justo cuando andaba subiendo un archivo al Dropbox, alguna llamada más y una entrada al e-mail solicitando un propuesta, era de la administración pública e indicaban el presupuesto disponible, bajo para lo que él consideraba.

Siguió en lo suyo, evitó cabrearse por un comentario sobre un trabajo que estaba publicado en las redes. Chequeó el e-mail, leyó un correo en el que le proponían participar  en una acción colectiva mediante colaboración, le decían que era una oportunidad, se fijó en si ya había alguien confirmado. No contestó. Lo pensaría.

Por ahora trabajaba solo y le gustaba. Le gustaba su música y su silencio y le gustaba tomar sus propias decisiones, en soledad. A veces también le gustaba consultar algunas decisiones con sus colegas de profesión pero eso no significaba que necesitase su aprobación. Quizá en un futuro compartiese estudio con alguien, pero para ser sincero consigo mismo no era una idea que le atrajese en su presente. Consideraba que la vida es cíclica y que habían muchos ciclos a vivir y a él le gustaba su ciclo. Otros diseñadores vivían otros ciclos y también le gustaban, aunque había decidido no vivirlos.

El teléfono sonó, era una llamada del banco, recordó los tiempos en los que los bancos no abrían por la tarde. Le avisaron amablemente de que llegaba el autónomo y algunos pagos más y no había disponible en la cuenta. La verdad es que no solía entrar en sus cuentas a menudo, siempre estaba ocupado desarrollando trabajos y pensaba que las cosas iban bien.

Colgó, repasó las facturas que había emitido ese mes, la verdad es que no eran muchas, apenas 5 o 6 de importes pequeños. Volvió a pensar, una vez más, en la maldad del sistema. Se cabreó, pero decidió pensar en soluciones.

El día no había sido muy productivo, pero eso no significaba que todos fuesen igual y tampoco estaba dispuesto a vivir preso de las rutinas y el trabajo. Pensó en el pensamiento anterior, la palabra preso emanaba perdida de libertad y él se sentía libre y era feliz con su trabajo. Era afortunado, y consciente de que podía darle la vuelta a las cosas. Se sentía bien.

Cerró la libreta, cerró el ordenador. Se puso a pensar.

 

 

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