La convocatoria para elegir el cartel oficial de la 30ª edición del Festival de Cine de Zaragoza ha generado numerosas críticas en redes sociales. El concurso, dirigido a jóvenes creativos, estudiantes y profesionales del diseño, ofrece un premio de 300 euros y un diploma al autor de la imagen seleccionada para representar el evento.
Zaragoza celebrará en noviembre la 30ª edición de su Festival de Cine, una cifra redonda que bien merecería una imagen a la altura de su trayectoria. Sin embargo, la organización ha optado por convocar un concurso abierto para elegir el cartel oficial con una retribución simbólica: 300 euros y un diploma. La reacción del sector no se ha hecho esperar.
En redes sociales, diseñadores y profesionales del ámbito cultural han denunciado lo que consideran un nuevo ejemplo de desprecio institucional hacia el trabajo gráfico. “¿Piden 20 menús para el catering y pagan solo al que más les gusta?”, se preguntaba irónicamente un usuario, reflejando el hartazgo acumulado ante una práctica habitual en festivales, ayuntamientos y otras entidades públicas: utilizar concursos abiertos como vía para evitar encargar directamente a profesionales, abaratando así costes a costa del trabajo ajeno.
Las bases del concurso, publicado en la web del festival, establece que podrán participar jóvenes creativos, estudiantes o cualquier persona física o jurídica, con un máximo de tres propuestas. La obra ganadora será utilizada como imagen oficial del festival y cederá todos sus derechos a la organización. A partir del cartel premiado, será el propio equipo de diseño del festival quien desarrollará las adaptaciones gráficas necesarias. El resto de participantes, como es habitual en estos casos, no recibirán compensación alguna.
Y es que, más allá del importe económico, lo que se denuncia es el modelo. ¿Por qué un festival que cuenta con patrocinadores como RTVE, Aragón TV o la cervecera Ámbar no destina un presupuesto digno para contratar la imagen de su edición más emblemática? ¿Por qué se considera lógico pagar por la impresión de catálogos, el alquiler de salas o el cátering, pero no por un cartel profesional que representa públicamente todo el evento?
La paradoja es aún mayor si tenemos en cuenta que el festival se presenta como un espacio que “facilita fórmulas de difusión para jóvenes y nuevos creativos”. Una afirmación que, en el contexto actual, se percibe más como una justificación para ahorrar costes que como una verdadera apuesta por el talento emergente.
Este tipo de convocatorias, aunque legales, reproducen una dinámica que el sector lleva años denunciando: la falsa idea de que el diseño es algo que puede hacerse “por amor al arte” o como vía para ganar visibilidad. Pero la visibilidad no paga facturas. Ni estudios, ni alquileres, ni cotizaciones. Y menos cuando la institución promotora exige originalidad, exclusividad y derechos de explotación totales por 300 euros brutos.
Otro aspecto que ha generado especial malestar es la falta de claridad respecto al jurado. Según las bases, estará compuesto por miembros del Comité de Organización del festival y “alguna persona de interés para dicha elección”, sin especificar si estos perfiles están vinculados al diseño gráfico, la ilustración o la comunicación visual. En un contexto profesional, saber quién valorará las propuestas no es un detalle menor: es una garantía de rigor, de comprensión técnica y de reconocimiento. La fórmula empleada transmite, por el contrario, una cierta indiferencia por el criterio especializado y lanza un mensaje implícito de desinterés hacia la calidad profesional del trabajo que se espera recibir.
Hasta la fecha, el Festival de Cine de Zaragoza no ha contestado a nuestras preguntas ni ha emitido ningún comunicado público respondiendo a las críticas.