Serifalaris: «¿Acaso alguien más sabe lo que es una serifa?»

Hablamos con Peio Atxalandabaso y Marina Goñi los fundadores y organizadores de Serifalaris, el festival de cultura visual —para los aficionados a las serifas— que este año cumple una década.

¿Cómo nace la idea de crear Serifalaris? ¿Y de dónde viene el nombre?

Serifalaris nace hace ya más de diez años de nuestras propias inquietudes como diseñadores. Un día nos conocimos y tomando un café nos dimos cuenta de que en Euskadi no existía ningún festival de diseño y cultura visual al que poder acudir para escuchar a otros profesionales. Para aprender de los mejores, teníamos que irnos a Madrid o Barcelona. De aquel café y de aquella inocencia nació Serifalaris.

El nombre viene de la unión de serifa (muy de nuestra profesión) con el sufijo euskera -lari (aficionado a). Es un nombre que juega con lo local y, a la vez, permite que los que nos dedicamos a esto nos identifiquemos —porque, ¿acaso alguien más sabe lo que es una serifa?—.

«Es un nombre que juega con lo local y, a la vez, permite que los que nos dedicamos a esto nos identifiquemos.»

Serifalaris «experiencias secretas» con Javi Royo.

Esta va a ser vuestra décima edición, desde la primera en 2011, ¿cómo ha evolucionado el proyecto? ¿Sigue siendo fiel a vuestra idea inicial? ¿Cómo intentáis mejorar cada edición?

El proyecto ha ido creciendo paso a paso y de manera natural a lo largo de estos años, manteniendo siempre el espíritu que lo impulsó, de traer a Bizkaia a personas de las que queremos aprender y de hacer el festival al que nos gustaría ir. Salvo esos dos elementos, no teníamos una idea muy definida cuando arrancamos.

En cada edición ha habido pequeños avances y movimientos hasta llegar aquí. En el marco de Serifalaris hemos organizado: workshops, masterclasses, una exposición, visitas guiadas a imprentas, experiencias en un txoko (sociedad gastronómica, en euskera), charlas secretas, bingos en nuestras fiestas y hasta conferencias en un autocine, ni la pandemia pudo con Serifalaris.

Intentamos sorprendernos a nosotros mismos y así poder sorprender a los asistentes. Es un festival para diseñadores organizado por diseñadores, y pensamos en qué nos gustaría ver, escuchar y sentir. Tenemos un público muy fiel, así que pensamos que hemos acertado con la fórmula.

La calidad de las ponencias, la cercanía y el cuidado de los detalles se han convertido en nuestras señas de identidad y lo que nos ha permitido consolidar Serifalaris como una cita ineludible para le sector.

Cada vez nacen más eventos de diseño fuera de los dos epicentros (Madrid y Barcelona) habituales. ¿Está la gente hambrienta por saber y compartir con el resto de la profesión?

Así es, la gente tiene muchas ganas de compartir experiencias en lo presencial tras la pandemia. Por suerte, se ha dinamitado ese monopolio de centralización que existía en el pasado. Hoy en día, en muchas ciudades existen iniciativas que ponen en valor nuestra profesión en multitud de formatos. También las propias escuelas de diseño organizan sus propios eventos que enriquecen el tejido profesional de cada región.

Serifalaris «Ladies & Wine Bilbao».

¿Qué beneficios os ha aportado personalmente organizar Serifalaris, y qué beneficios creéis que aporta a la comunidad creativa?

Nos ha aportado una serie de experiencias que si no hubiéramos tomado ese café hace diez años hubieran sido impensables. Desde compartir mesa y mantel con las mejores creativas y creativos de ámbito estatal, hasta llevarnos muchos amigos y amigas entre los asistentes. Por Getxo han pasado más de 80 profesionales en todos estos años, realmente somos muy afortunados.

Hay mucho esfuerzo y dedicación detrás de la organización de cada Serifalaris. El festival absorbe tiempo a nuestros propios estudios durante meses y desbarata nuestra vida las semanas previas, pero si hacemos balance claramente ha merecido la pena la aventura de crear un festival de cultura visual.

Pensamos en Serifalaris como en una comunidad, sentimos que se ha convertido en un punto de encuentro, en un lugar donde «la fauna» de esta profesión podemos juntarnos, conversar y seguir aprendiendo. Se ha creado una energía bonita y un ambiente de compañerismo y de buen rollo muy especial.

Martina Flor en el escenario de Serifalaris 2019.

Hacéis una selección de ponentes que son primeras figuras en su ámbito. ¿Cómo los seleccionáis?

Siempre hemos dado mucha importancia a que el cartel sea cada año lo mejor posible y equilibrado. Tratamos de estar al día, vemos muchas conferencias para ir seleccionando mentalmente a quién queremos traer.

Y, además de contar con primeras figuras, nos gusta sorprender con perfiles menos conocidos pero con un trabajo muy potente detrás. Es el caso de Marc Monzó, joyero o Mc Enroe, músico getxotarra. Es un lujo haber traído a Isidro Ferrer, Astrid Stavro, Toni Segarra, Pati Nuñez, Mariscal, etc., pero es muy inspirador ver nuevos talentos.

Dedicamos mucho tiempo a encontrar el equilibrio entre las conferencias para que haya perfiles distintos, variedad de disciplinas y que el ritmo sea el adecuado. Además, con los años hemos conseguido que se vaya conociendo el festival y muchas de las personas a las que invitamos tienen amigos y amigas que han venido antes y les hablan de la «experiencia Serifalaris». Esto nos facilita mucho las cosas.

Durante estos diez años de historia, ¿podéis recordar algún momento de inflexión, momentos importantes en la historia de Serifalaris?

En estos diez años han pasado muchísimas cosas. Los momentos realmente importantes quizás hayan sido cosas pequeñas, detalles sin aparente importancia pero que nos han hecho ver que lo que estamos haciendo tiene valor y merece la pena.

En 2019 cambian de un teatro pequeño a un palacio de congresos «puede parecer que es solo ir a un sitio más grande pero cuando cambia la dimensión, cambia todo.»

Y, en cuestiones más tangibles, un cambio importante fue cuando pasamos de organizar una única jornada a dos días. Para nosotros, fue el paso de organizar unas conferencias a trabajar para montar un festival. Otro hito importante fue el salto de un teatro pequeñito a un palacio de congresos en 2019. Puede parecer que es solo ir a un sitio más grande pero cuando cambia la dimensión, cambia todo; lo que funcionaba en el anterior espacio era muy pequeño para el nuevo, o resultaba muy amateur. Además el nuevo espacio es muy moderno, negro y frío y tuvimos que ingeniárnoslas para conseguir la calidez que teníamos en un teatro antiguo de butacas de terciopelo.

¿Qué os mueve a seguir trabajando y mejorar cada edición?

Desde la primera edición hemos dado el 100% a Serifalaris, sobrepasando muchas veces los límites de lo lógico y lo práctico. No sabemos hacerlo de otra manera. El día que perdamos esa sensación de «nos estamos volviendo a liar…», posiblemente, dejará de tener sentido.

Nos mueve descubrir, sorprender, arriesgar, inventarnos formatos, cambiarlo todo de un año a otro… y suponemos que esta inquietud, este impulso creativo, es lo que nos ha traído hasta aquí y lo que hace que cada edición sea un poquito mejor que la anterior.

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