La sinceridad, la transparencia y la honestidad son siempre bondades del ser humano que debería preceder cualquier acción personal o colectiva. Desgraciadamente, no siempre es así y al ser humano nos tienta la mentira, el engaño o incluso la estafa.
Muchas veces la estafa se suele vestir de maneras en las que, en lugar de ser un pecado, parece una virtud. Ser pillo, sagaz, astuto, granuja, pícaro son sinónimo de engaño, pero revestido de una inteligencia que convierte el mal hacer en buen hacer.
Ahora mismo la palabra innovación es la más utilizada porque se supone que será lo que nos va a sacar del pozo. Innovar significa simplemente hacer algo nuevo, diferente. Tener nuevas ideas en sí es innovar.
«Pero todos sabemos que innovar es algo más que hacer algo diferente. Innovar es aportar ideas que mejoran las cosas, conceptos que reimaginan los productos, servicios que solucionan problemas. Y ahí esta la dificultad».
Ya nos lo decía Ferran Adrià: innovar no es diseñar una nueva tipografía. Hay millones y seguramente no necesitamos una nueva. Innovar en tipografía es pensar y crear una letra, un glifo, la representación de un sonido, de un concepto que ahora mismo no existe. ¿Existe una letra entre la A y la B?
Algunos creen que innovar es engañar. Hacer algo que aparentemente es correcto, pero en el fondo es una mentira. Aparentar ser algo que no se es, pero con una artimaña que deje al estafador como un pillo o un pícaro. Eso que decimos tantas veces: «¡Mira que listo!».
Y esto normalmente se hace cuando crees que, si te pillan, no va a pasar nada o que en el fondo no es para tanto. Esto se hace porque algunos no son conscientes del terreno de juego en el que juegan, no son conscientes de que en primera división no se hacen trampas. Se gana con los mejores jugadores, no con los más pillos.
«Todo esto a cuento de la treta de un político haciendo un fake speaking para pedir la concesión de la capital europea de innovación».
Que a alguien se le ocurra semejante idea es lo grave. Yo sé a quien se le ocurrió y ya avanzaba lo que iba a hacer después. Primero, porque innovar es justo lo contrario de engañar; pero, en segundo lugar, porque pensar eso es no saber qué terreno se pisa. Esto está bien en una comisión de barrio, en un cumpleaños de playa o en una barra de bar, pero no ante la Comisión Europea.
Algunos verán un gesto de valentía, de tener lo que hay que tener para jugársela, pero en realidad en un gesto de inconsciencia. Ser inconsciente es no saber lo que se está haciendo y tener la imprudencia de no medir las consecuencias ni el riesgo que comporta.
Cuando tu universo vital se limita a tercera división actúas como si siempre estuvieras en tercera división, donde las normas y las reglas son más laxas o inexistentes. Total, si te pillan será «tu cuñao» el que se enfade.
Si quieres dedicarte a algo al más alto nivel debes cumplir las más altas exigencias, contar con los mejores y apostar por la excelencia. Y, si no se puede, que siempre hay excusas de todo tipo, jugar con sinceridad, transparencia y honestidad.
Si queremos ser capital de algo tenemos que pensar que los que piensen o dirijan tengan en mente hacer las cosas, siempre, de forma excepcional y tener el equipo y la dirección necesaria para no salirse de ese camino. Si bajamos la guardia habrá demasiados ojos para darse cuenta que debajo de la mascarilla hay una gran mentira.
Nos jugamos demasiado como para hacer trampas.