Con el objetivo de conocer un poco más acerca el diseño tipográfico y su industria, Iván Basurto Delgado –director creativo, diseñador y actual colaborador del blog de Virgen– ha estado charlando con Daniel Hernández y Luciano Vergara, directores de la fundición digital chilena Latinotype.
Latinotype: El interminable negocio de las letras, por Iván Basurto
Era el primer día de mi corta, pero emocionante estadía en Santiago de Chile. Tras horas de espera en el aeropuerto, dos aduanas y unos pocos minutos de sueño sobre nubes y nevados, apenas logré dejar mis maletas en el departamento con vista al ecléctico barrio Lastarria, para dirigirme a la oficina de Latinotype, la joven y destacada empresa chilena que desde hace algunos años viene midiéndose codo a codo con casas tipográficas de todo el mundo dentro del cada vez más competitivo mercado de las type foundries digitales.
La casa-estudio de Latinotype presentaba un ambiente casi familiar, donde elementos caseros se intercalaban con escritorios, ordenadores, letras y cerca de media de docena de diseñadores volcados sobre una mesa repleta de papeles impresos con los caracteres de uno de sus más recientes proyectos. Entre ellos estaban Daniel Hernández y Luciano Vergara, socios fundadores del estudio que me daban la bienvenida.
Iván Basurto D. : ¿Cómo fueron los comienzos de LatinoType?
Luciano Vergara: Tendríamos entre 26 y 28 años, éramos unos chiquillos. Esto partió como proyecto y hubo un montón de gente involucrada, de hecho empezamos junto a Miguel (M. Hernández, Co Fundador de Latinotype), estuvo el Joaco. Había una inquietud en Chile por hacer una foundry y de alguna forma, varias personas la tenían, pero de forma individual. Así, se hicieron algunos intentos, pero finalmente resultó con una marca que Miguel tenía en mente.
Daniel Hernández: Miguel Hernández –quien fue nuestro socio hasta hace poco, cuando decidió tomar un nuevo camino por decisión propia– partió con el nombre y la idea.
LV: Fue algo que discutimos y revisamos en las calles de Concepción, partimos con el nombre. Yo empecé ejecutando la parte técnica, que era lo que le costaba un poco a Miguel, quien es muy creativo, de forma que nos fuimos complementando. Armamos la marca en el 2007.
En 2010, conocimos a Daniel. Él se fue a Argentina a trabajar con Ale Paul en Sudtipos, para entonces la foundry más importante de Latinoamérica. Aprendimos mucho con Ale Paul cuando venía a Chile, íbamos a todas sus charlas. Al poco tiempo empezamos a hablar con Daniel para armar y potenciar una foundry. Nosotros teníamos esta marca ya desde hacía 3 años, por lo que decidimos unirnos Daniel, Miguel y yo como una empresa legal.
Empezamos a hacer fuentes y a publicarlas desde nuestro sitio web. Ya teníamos la experiencia de Daniel y entendimos que debíamos entrar en las distribuidoras internacionales.
Entramos en MyFonts y trazamos un plan distinto al de otras foundries, en el que nosotros ayudamos a otros tipógrafos a terminar sus propias fuentes, funcionando siempre como equipo. No hay individualidad en el equipo, el modelo de trabajo es muy grupal.
Antes éramos solo los tres y hacíamos de todo: gestión, diseño, la parte legal, conseguir contratos, distribuidores, proveedores. Como empresa chica que está empezando, los tres hacíamos todo y no dormíamos.
DH: ¡Se hacía de noche! Era un trabajo alternativo al principio y todos estábamos en distintos lugares: yo en Buenos Aires, Luciano en Concepción y Miguel en Santiago.
LV: Empezamos a crecer y a entender que las fuentes tenían que ser diversas, no hacíamos familias tipográficas muy extensas, hacíamos fuentes individuales —cosa que todos sabíamos hacer–.
Aprendimos con los clientes. Enviábamos las fuentes a MyFonts: error, error, error. Tocaba reparar, aprender procedimientos y no volver a repetir lo que estaba mal; eso, y la experiencia de trabajar todos los días, fue lo que nos hizo aprender a mejorar.
En 2012 empezamos a hacer familias tipográficas, luego familias más extensas y el siguiente gran paso fue en 2014 cuando abrimos la oficina. Siempre tratamos de innovar en algo, y al empezar el año buscamos nuevos retos y decidimos en qué íbamos a invertir.
Cada uno de los que trabajamos en Latinotype, socio o no, gana un porcentaje de sus propias fuentes y lo que queda para la empresa se va reinvirtiendo en tecnología y software.
Llegado el 2015 empezamos a contratar gente y nos dedicamos a armar un estudio para fortalecernos.
Como diseñadores gráficos no nos enseñan en ningún lado como administrar una oficina, cómo tributar, dónde comprar extintores y otro montón de cosas que no sabías que ibas a necesitar al montar tu oficina y que vas descubriendo, pero siempre tratamos de crecer año a año.
Al principio pagábamos más impuestos porque no sabíamos que exportar software era exento y ¡estuvimos medio año pagando IVA!
DH: Afortunadamente, en Chile se está tratando de potenciar las innovaciones y emprendimientos tecnológicos, por lo que pudimos acceder a diversos fondos de financiamiento para comprar equipos y demás. Antes de tener esta oficina, cada uno trabajaba en su espacio y nos juntábamos cuando Luciano venía a Santiago, y siempre tratando de sumar más gente.
LV: Nos reuníamos en lugares comunes, en museos, a ratos nuestra oficina estaba en el GAM (Centro Cultural Gabriela Mistral). Hubo un año en el que todos vivíamos en Concepción y fue terrible, porque peleábamos mucho y entendimos que estamos mejor separados. Eso nos llevó a separar áreas de trabajo en procesos productivos y administrativos, que es lo más relacionado a la gestión. Así, la parte contable de la empresa, las traducciones y el servicio técnico están en Concepción, y el equipo de producción, que involucra diseño y comunicación, está en Santiago.
IB: Y ante esa división de roles, ¿cómo es la dinámica en el proceso creativo? Acabo de ver parte de una revisión letra por letra. ¿Alguien ejerce una figura de líder en determinados proyectos?, ¿va rotando ese liderazgo?
DH: Siempre de manera transversal. Nosotros somos los socios, pero eso no significa que lo decidimos todo o decimos “esto tiene que ser así”, más allá de la lógica de cada proyecto.
LV: Hay una sola etapa en la que los dos tomamos decisiones, que es al principio: entra este proyecto o no a la foundry. Antes entraba cualquier proyecto y lo publicábamos porque nos interesaba crecer, hoy en día, miramos si el proyecto realmente nos atrae, en una especie de curaduría compartida.
DH: Consideramos la proyección de cada trabajo, o si el proyecto debe darse de cierta manera. Para el resto, contamos con gente mucho más capaz que nosotros en cuanto a técnica. Llevamos algo más de un año con el equipo, por lo que aún estamos aprendiendo. Así, pasamos de estar todos corrigiendo, a generar pautas de corrección y luego a tener a alguien del equipo encargado de las correcciones.
Acostumbramos a manejar varios proyectos en simultáneo. Hay 13 o 14 proyectos que estamos haciendo ahora. No solo con diseñadores chilenos, lo hacemos también con mexicanos y argentinos a través de reuniones y revisiones vía Skype. Después de visitar México hace un tiempo, nos quedamos muy interesados en su mercado de tipografía, apuntamos para allá y a crecer.
LV: Como resultado de permitir que todos puedan opinar al trabajar de forma muy abierta y transversal, nos pasa algo similar con empresas del mismo sector. Por ejemplo, si hay un encuentro con profesores o una foundry de fuera, vas y compartes cosas que te ha tocado aprender, y rescatamos mucho en el momento de dar información. Nos ha sucedido con foundries de Argentina, Brasil y Uruguay.
IB: ¿Se genera mucho intercambio dentro del sector?
LV: Tratamos al menos de generarlo mucho. No somos reservados en los procesos.
DH: Si bien, esta disciplina lleva muchos años, el formato digital lleva muy poco. La tipografía digital tendrá unos 20 o 25 años y hay pocas empresas —que eran las más grandes— dedicadas a esto. Ahora hay mucho esfuerzo de pequeñas fundiciones que suelen estar compuestas por dos o tres personas. De hecho, a nivel Latinoamérica, creo que somos una de las más grandes, en cuanto a equipo humano.
LV: En Argentina está Sudtipos, con un equipo de unos tres colaboradores que va rotando. En Brasil, hay una sucursal de Dalton Maag, una empresa inglesa que debe contar con unos 60 empleados en total. De ellos, siete personas trabajan en la sucursal brasileña.
En el equipo fijo de Latinotype somos siete; sumando a nuestros colaboradores externos para diversos proyectos, llegamos a ser 15 en total. Con este rollo de los colaboradores nos llegan proyectos, –no tan maduros–, los evaluamos y vemos si son comerciales, los apoyamos para que puedan entrar al mercado y les damos seguimiento.
IB: Es decir, ¿estos proyectos llevarían el sello de aprobación de Latinotype, una especie de aval?
DH: Claro. Ojo, igual eso antes no lo hacíamos. Proyecto que llegaba, se publicaba, no había tantos filtros. Ahora, todos los martes hay una lista de correcciones de todos los proyectos, y a veces no llegamos a terminar en ese día.
LV: A estos proyectos se les hace una guiatura y un seguimiento. Por ejemplo: tú haces la fuente, la pones en las distribuidoras y seguimos el desempeño en las grandes distribuidoras, vemos cómo va en cuanto a ventas, y desde el área comercial, decidimos si va en alguna oferta especial, o tratamos de hacer algún negocio con la fuente, incluirla en algún paquete, etc. Generamos acuerdos con las empresas para seguir vendiendo el mismo producto sin dejarlo abandonado. En general, en diseño gráfico, lo habitual es terminar un proyecto y listo. Acá tenemos la disposición de seguir vendiendo y seguir lo que pasa con cada fuente, como equipo. Entendemos que la fuente no muere una vez que la publicaste, puede tener un upgrade y ajustes que a veces sugieren los mismos clientes, y estos pueden ser mejoras. También, ocurre que, después de cinco o seis años en esto y con todo lo que aprendimos, miramos a nuestras primeras fuentes y las trabajamos con gente del equipo, ya que siempre pueden ser mejoradas.
IB: Entiendo lo que mencionas: el diseño tipográfico puede llegar a ser un trabajo interminable y muy minucioso, pero en algún momento como diseñador tienes que elegir cuando se acaba. ¿Cómo toman esa decisión?, ¿cuándo dicen: «esto ya está listo, hay sacarlo del horno, vamos a publicarlo y venderlo»?
DH: Nos cuesta mucho. Siempre se van encontrando errores, pero ya logrando coherencia formal, que el espaciado esté bien, que los diacríticos no estén corridos, que no haya problemas de interpolación, teniendo todo esto, se puede decir que la fuente está lista. Si encontramos que algo falla en alguno de esos puntos, continuamos dándole hasta que la fuente está en óptimas condiciones.
LV: Mucha gente, al ver que publicamos proyectos todos los meses, piensa que las fuentes salen en un mes. No es así. La realidad es que tenemos un cronograma de trabajo que involucra varios proyectos, y todos toman entre seis, siete y hasta nueve meses, pero se van desarrollando en paralelo. Se ven muchas publicaciones, pero los proyectos venían trabajándose desde mucho antes, con múltiples revisiones por set, carácter por carácter, y lámina por lámina, hasta que se cierra el asunto para comercializar, pero nunca quedamos en un “no vemos más este proyecto”, siempre hay una vuelta de ajuste.
IB: En cuánto a lo legal, ¿cómo protegen un trabajo que involucra tanto tiempo y detalle?
LV: La tipografía es un software. De momento nos avala el registro de la empresa y el registro del software, además de contratos con quienes desarrollan estos softwares. En términos prácticos, lo que nos ha tocado hacer es mirar con atención las fuentes que circulan, y si detectamos alguna que es muy parecida a una de las nuestras, contactamos al distribuidor, quien por lo regular, la da de baja o solicita cambios a la empresa que la hizo.
Con los clientes, en cambio, la fuente como producto no es tan importante como la licencia de uso, es decir, con los derechos específicos que adquieres para usarla. Acá en Chile nos está costando. Los gringos la tienen muy clara porque siempre pagan licencia, por todo.
DH: Las penas en EEUU por infringir los derechos de autor incluyen hasta cárcel. Favorablemente para nosotros, y gracias a los tratados entre Chile y EEUU, las leyes son muy similares en cuanto a propiedad intelectual, ya que EEUU es uno de los principales desarrolladores de software, y trata de entrar en todos los países con sus productos.
En Chile, la ley existe, pero no se fiscaliza, y la situación en Latinoamérica es muy similar; por eso intentamos un poco hacernos cargo de lo que está pasando con eso. No tanto por las empresas pequeñas, sino por las empresas grandes que usan nuestras tipografías, las cuáles generan ganancias al hacerlo y no están pagando las licencias adecuadas por ello, como sucede con algunas marcas chilenas importantes, como LAN, Mega o, Falabella, por mencionar algunas.
LV: Una cosa es la licencia desktop, y otra cosa es aquella que necesita una revista o suplemento semanal, o un canal de TV que presenta un mundial de fútbol que lo miran entre seis y siete millones de personas. Y si la licencia es para un sitio web, se paga según el número de visitas mensual que recibe.
Estamos tratando de hacer que el público entienda que este es nuestro trabajo y de esto vivimos.
IB: Es todo un reto generar políticas adecuadas para cada usuario y que estos lo digieran. Hace un tiempo, en el taller Antifuentes de VIRGEN, charlamos con Guille Vizzari, y el grupo de clase pudo ver todo lo que implica el desarrollo de una tipografía. Como diseñadores, empezamos a valorar este proceso mucho más. Allí surgieron preguntas sobre el uso adecuado de las tipografías, la ética al modificarlas para generar logotipos, o su uso para clientes pequeños, que eventualmente pueden lograr un éxito relativo o exposición en redes sociales. ¿Cómo maneja Latinotype situaciones de este estilo?
DH: Nunca hemos llegado a hacer demandas, ni siquiera contactamos a quienes infringen nuestras licencias, salvo que sean conocidos o amigos diseñadores. En esos casos, les sugerimos regularizar su situación y les hacemos conocer los usos debidos de la fuente. Preferimos llegar a un acuerdo amigable, es una forma de venta.
LV: Según lo que hemos podido constatar, es que la gente no está comprando la licencia de uso adecuada porque desconocen del tema, especialmente en Latinoamérica. La explicación y forma de trabajar con fuentes debe darse al principio, llevando el diseño y la cuestión legal de la mano.
DH: Es parte de nuestro trabajo el informar debidamente sobre el tipo de licencias que existen, desktop, web, apps, broadcasting, etc.
Es un proceso de culturización que involucra a estudios de diseño, agencias de publicidad, productoras…
Es un pirateo descarado, pero claramente es por desconocimiento.
Nunca te enseñaron que tienes que pagar por una tipografía.
Creo que el tema de las licencias tipográficas debería verse en las universidades.
LV: En publicidad, diseño, hasta en periodismo, debería revisarse esto.
Es uno de los tantos huecos que tiene lo académico. Hablando sobre lo que sucede en Latinoamérica como región, llamó mucho mi atención el trabajo de estudio sobre raíces precolombinas y la presencia de lo latino, especialmente en sus primeros trabajos, que en buena parte formó el espíritu de Latinotype.
IB: ¿Cómo encararon ese estudio de las raíces?, ¿en qué evolucionó?
LV: Creo que fue un proceso de aprendizaje. Descubrimos formas, aprendimos cómo hacer las primeras fuentes y nos fuimos dando cuenta de que el mundo es global, y que en el fondo no hacemos más latina la tipografía porque se va a hacer la historia latinoamericana, sino que al final, va a ser latinoamericana porque se hizo acá. Es lo que nos recomendaron algunos de nuestros profesores, y hoy entendemos que la respuesta a las necesidades de comunicación de las agencias de diseño y publicidad tiene que ser muy rápida, muy de tendencia, muy de ir viendo lo que se está haciendo, estudiando lo que funciona en redes sociales y luego toca hacer una fuente que funcione. Ahora, sí, le aportamos un poco más de picardía –característica que tenemos tal vez más desarrollada que los gringos– y nos atrevemos más a mezclar. Con la mezcla vamos a lograr un producto distinto, que tiene esa personalidad latinoamericana, pero sin ser tan evidente como nuestros primeros trabajos.
DH: Esos primeros trabajos eran una especie de rescate de rasgos precolombinos, muy figurativos.
En cuanto a identidad, considero que el solo hecho de vivir tan aislados de la cultura occidental, de EEUU y Europa, el hecho de vivir acá, caminar por estas calles, conversar con quienes nos rodean, ya eso influye en el diseño que uno hace. Creo que es algo intrínseco en cada persona, en la toma de decisiones, en por qué esta ‘r’ la voy a hacer de esta manera y no de otra. Tratamos de tomar referentes históricos, pero a veces nos saltamos eso. Es un: “hagámoslo bien, pero hagámoslo a nuestra manera”, que se lea, pero que tenga esa picardía latina que nos caracteriza.
IB: De sus comienzos al día de hoy, de todo el paquete de fuentes de Latinotype, ¿tienen alguna favorita?
DH: Favoritas hay varias. Me pasa con la Pincoya Black, que fue la primera que comercializamos. Yo la diseñé y al principio empecé a distribuirla gratis, con licencia free y se empezó a usar en todo, hasta llegaron a usarla marcas como Apple y Converse. Luego la mejoré e hice la versión comercial y sucedió lo mismo.
Creo que una de las cosas más interesantes que pasan cuando haces tipografías, sucede cuando un diseñador la usa. Te habrá sucedido como diseñador, que tienes fuentes favoritas y te apropias de ellas. Ya sabes qué letra te gusta más, qué combinación, etc. Esa es una de las cosas más gratificantes; el ver cómo otro se hizo cargo de la fuente, la hizo propia y la utilizó.
IB: Quienes no somos muy diestros en lo tipográfico llegamos a un punto de confort, en el que sabemos qué va bien la Helvética, la DIN, la Gotham; a veces llegando a abusar un poco de estas fuentes. ¿Qué le sugieren al diseñador novel que prefiere ir a lo seguro?
Es un tema de experimentación. Ahora el mercado tipográfico es mucho más accesible, se dan muchas ofertas de introducción en las que, por un período de lanzamiento, bajan los precios considerablemente. Allí existe la opción de probar una fuente o adquirir una nueva. Obviamente, no te vas a volver un coleccionista de fuentes, pero sí puedes empezar a arriesgarte un poco, observar los especímenes tipográficos también es de mucha ayuda para entender la visualidad de la fuente.
IB: Es cierto, hay bastantes ofertas frecuentemente. Esto me recuerda la primera vez que compré un paquete tipográfico. Me sentí emocionado y hasta orgulloso por adquirir el trabajo de otros diseñadores, que a su vez me serviría para diseñar. En algunos casos, los tipógrafos terminan creando para otros diseñadores y generan materia prima para diseñar, lo cual es muy valioso.
LV: A veces, el golpe es doble. Una sola vez un diseñador brasileño nos pidió autorización para usar los mismos colores y forma de componer, pero es súper común que la usen de la misma forma que la mostramos.
DH: Al final tratas de mostrar la fuente de la mejor manera posible, entonces otro ve que luce bien y decide usarla de la misma forma.
IB: Desde la perspectiva de tipógrafos, ¿cómo ven el uso de la tipografía en lo cotidiano? Está en auge el uso de memes en las redes sociales, en los que muchas veces imperan el feísmo y el uso de fuentes como Impact o Comic Sans. ¿Cómo perciben estos usos de la tipografía fuera del ámbito del diseño?
DH: Tiene que ver con la democratización de la información y un acceso a distintos medios digitales que antes no teníamos.
LV: Es parte de la tendencia. La tipografía que la gente usa responde a sus propios gustos e intereses, y si a la gente le gusta lo feo, lo feo va a estar allí. Es cuestión de coherencia estilística, creo que ese feísmo es parte de un proceso natural. Hubo un tiempo en el que, el comprimir una fuente demasiado o estirarla a la fuerza, generaba las discusiones más acaloradas entre diseñadores y agencias con estas prácticas.
Hoy, cualquiera que tenga el talento y empuje necesarios puede ser tipógrafo, por lo que, tratar de controlar cómo se usa cada tipografía, es imposible. Creo que se trata de encontrar maneras de aportar, más que criticar.
DH: Si no, terminas pasándole tu fuente a solo dos personas que la saben usar, y a nadie más; cuando lo que uno pretende al diseñar una fuente es que se que la utilice lo más posible.
LV: Creo que distribuidores como MyFonts crecieron porque fueron visionarios en ese sentido, y se dieron cuenta de que el mercado de la tipografía no era más que un tema exclusivo de las agencias y grandes licencias, sino que eran los diseñadores independientes, fotógrafos, aspirantes a diseñadores y amateurs, quienes se deciden a comprar una fuente porque está a muy buen precio o es muy popular. Si cuentas a todos estos grupos de personas, llegas a un número importante, por lo que es tan válido el uso que ellos le dan, como el de una transnacional que usa esa misma tipografía.
IB: ¿Qué necesita un diseñador para ser parte del equipo de Latinotype?
LV: Muchas ganas y paciencia, porque lo que hacemos ahora es una especie de guiatura de proyecto. Lo primero es ver si el proyecto es comercialmente viable, si el diseñador tiene ganas de que llevemos el proyecto a ese nivel, y tiene la cuota de paciencia necesaria para revisar cada etapa del trabajo, que tenga muchas correcciones y devoluciones; lo que implica mucho tiempo durante cada semana. Es más difícil de lo que se ve desde afuera. Parece un “hago una fuente y me la publican”, cuando la parte de selección y corrección que hacemos es muy compleja. Es un oficio que involucra mucha gente.
DH: Si uno tiene ganas, este es un oficio que se va aprendiendo desde la práctica y, con la guía que hacemos de cada proyecto, es mucho más fácil concretarlo. Quien no termina un proyecto es porque no quiso continuarlo, salvo casos muy extremos en los que la recomendación ha sido la de seguir estudiando y preparándose. Por lo regular, muchos trabajos publicados por algunos diseñadores con los que trabajamos son sus primeras fuentes.
LV: Hoy en día nos centramos en el trabajo de nuestro propio equipo y de nuestros colaboradores, debido a la elevada cantidad de proyectos que estamos manejando, pero varios colaboradores que han llegado y seguido trabajando en esta modalidad, publican sus fuentes con nosotros.
DH: Nuestro equipo actual es muy sólido, tiene muchos conocimientos y muy buen ojo, además de una actitud de entrega y ayuda que es muy notable.
IB: ¿Cómo hacen para no repetirse?
LV: Al principio nos preocupábamos de no repetirnos. Ahora nos da lo mismo, es como vestir de negro todo el tiempo o de color algunos días. Al principio nos cuidábamos mucho de esto, teníamos discusiones muy serias y acaloradas al respecto. Ahora, nos dimos cuenta de que generamos y marcamos tendencia en las distribuidoras. Estamos en los rankings y demás, por lo que el razonamiento fue: si no nos empezamos a parecer entre nosotros, otras foundries van a empezar a hacerlo. Dentro de esta lógica, si una fuente empieza a parecerse a otra que ya tenemos, nos arriesgamos a mezclarlas con otras, tomar la proporción de una y la estilística de otra, y viceversa. Es asumir el propio estilo de la casa, que al final no es tan terrible.
IB: ¿Cuáles son los planes de Latinotype a nivel regional?
LV: Hay muchas ganas de buscar distintas fórmulas para trabajar con más diseñadores latinoamericanos; nos interesa mucho. Planeamos viajar más dentro de Latinoamérica. Hemos ganado mucho al trabajar con otros diseñadores y foundries.
Otro objetivo es trabajar más de cerca con las agencias de diseño locales, con charlas destinadas a profesionales que toman las decisiones sobre lo tipográfico, para explicarles las ventajas de trabajar con foundries locales. La idea es hacerlo primero en Chile y luego afuera. Tratamos de ir aprendiendo de las experiencias de colegas en otros países que lo hacen igual o mejor que nosotros.
Notamos un crecimiento importante en Chile en cuanto a lo tipográfico, gracias al trabajo de muchos de nuestros profesores y amigos, como es el caso de Frescotype, con resultados importantes trabajando para el Estado y otras instituciones. Ese tipo de cosas tienen que empezar a replicarse, y es muy bonito que esto suceda en nuestros países. Tratamos de ser proactivos, y si podemos aportar un poco en el proceso de culturización a través de charlas, visitas y encuentros, mejor aún.