Los diseñadores somos derrochadores por naturaleza. Y no me refiero a lo que hacemos con nuestra vida privada –que cada uno es libre de gastarse el dinero en lo que le parezca mejor–, sino en nuestra actividad profesional. Nuestra meta es hacer más y mejor siempre. Más tintas, mejores acabados, más páginas, más inversión, más equipo, más…
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Este fin de semana saltaba a los medios generalistas una noticia que nos ha hecho reflexionar. Un chaval de 14 años ha realizado un estudio cuya conclusión es la siguiente: el gobierno norteamericano podría llegar a ahorrar 400 millones de dólares solo con el hecho de cambiar la tipografía que se usa en los documentos oficiales. Cambiar de Times a Garamond podría suponer un ahorro inmenso en tinta. La pregunta es, ¿cómo nadie había pensado antes en algo así?
Analizando la noticia y viendo las opiniones en la red sobre el tema, la cosa no estaba tan clara como parecía. Erik Spiekermann publicaba un tweet en el que dejaba clara su opinión: «Escoger un tipo de letra más delgado y más pequeño lo cambia todo. Puedes hacer los documentos más legibles mediante un mejor diseño y además ahorrar tinta» y añadía otro tweet: «Desenmascarando el ahorro basura de 400 millones» y lo enlazaba con el artículo de Thomas Phinney en el que explica los matices del supuesto ahorro.
En primer lugar, cambiar la letra –como dice Spiekermann– lo cambia todo. La gente con pocos o nulos conocimientos tipográficos no sabe que una tipografía a 9 puntos no es igual que otra a los mismos 9 puntos de tamaño. La altura de x o la escala horizontal de cada glifo supone cambios importantes. En este caso, el estudiante no cae en la cuenta de que Garamond es alrededor de un 15% más pequeña que una Times al mismo tamaño de puntos.
Sencillamente, no sería necesario ni siquiera cambiar de tipografía. Con reducir un 15% el tamaño de la letra que use la administración ya tenemos el mismo ahorro. Pero claro, reducir la tipografía supone perdida de legibilidad, y la verdad, puestos a reducir y a ahorrar llevemos el tema al extremo y pongamos un tamaño de letra que sea tan pequeño que aunque suponga un esfuerzo en legibilidad suponga un ahorro considerable. Como se entere de esto Montoro la letra pequeña de los contratos bancarios nos va a parecer gigante. ¿Os imagináis el BOE con una letra a 2 puntos?
Por otro lado, hay un dato que Phinney apunta acerca del uso de la tinta en la administración pública incluso en algunas empresas. Muchas de las máquinas que utiliza la administración son máquinas alquiladas que pagan por copia y mantenimiento. Es decir, por hoja que pasa por la máquina independientemente de la tinta que imprima con lo que la administración no ahorraría nada. El que sí ganaría es el medio ambiente, ya que no se repondría tanta tinta.
Y este punto es tal vez el más importante. Cuando los diseñadores iniciamos un proyecto, ¿nos preguntamos el impacto ambiental que supone nuestro trabajo? ¿Pensamos en ahorrar procesos, ahorrar tinta o acabados para reducir nuestro impacto en el medio ambiente? Y por otro lado, ¿cómo es posible que la tinta de las impresoras sea tan cara? Es más cara que un frasco de Channel.
Obviando el precio de la tinta de nuestras impresoras -algún día tendremos que hablar de ello- muchas veces se acaba sobreproduciendo solo por parecer más alto y más guapo o por contentar al cliente. Con lo bonito que es hacer trabajos con bajo presupuesto a una tinta y con tiradas minúsculas. ¡Uy!, pero si esto es lo que estamos haciendo todos ahora. Pues sí, al final va a resultar que en España somos la mar de ecológicos.