Principi y Statement explican la nueva identidad de Barcelona: «La simplicidad no es pérdida de identidad, es otra forma de reforzarla»

Gràffica conversa con Albert Porta y Carlos Bermúdez (Principi), autores de la nueva identidad visual del Ayuntamiento de Barcelona, y con Bogidar Mascareñas y Ricard Garcia (Statement), responsables del desarrollo tipográfico. Juntos explican las decisiones detrás de un rediseño que ha dividido al sector: la convivencia del escudo y la palabra, la desaparición de “Ajuntament”, los plazos, el presupuesto y el papel simbólico de la letra B.

Barcelona ha cambiado su firma institucional. Lo que podría parecer un simple ajuste gráfico se ha convertido en un tema de debate público: los diseñadores discuten sobre la “descompensación” entre el escudo y la tipografía; otros lamentan la desaparición de la palabra “Ajuntament”; y muchos se preguntan si la nueva identidad, tan limpia y tipográfica, no diluye parte del carácter barcelonés.

Para despejar dudas, Gràffica habló con Albert Porta y Carlos Bermúdez, del estudio Principi, responsables del sistema visual, y con Bogidar Mascareñas y Ricard Garcia, de Statement, autores de la nueva tipografía Barcelona.

Del escudo intocable a un gesto gráfico que invierte el orden institucional

El principal foco de crítica ha sido la aparente falta de equilibrio entre el escudo y la palabra “Barcelona”. Desde Principi lo explican con claridad: «Una de las partes más claras del briefing era que el escudo no podía modificarse de ninguna manera», explica Albert Porta. «Sabíamos que internamente ya se había explorado un posible rediseño, pero que ese proceso estaba pausado por cuestiones institucionales. Nuestro encargo, por tanto, partía de una premisa doble: debía funcionar con el escudo vigente, pero también mantener cierta coherencia si en el futuro se aprobaba una nueva versión.»

Con el escudo fuera del alcance, el equipo decidió no mimetizarlo formalmente: «No tenía sentido que la tipografía se construyera a partir de las formas del escudo actual, porque podía cambiar. Preferimos trabajar desde una lógica más estable, donde la tipografía dialogara con el escudo sin depender de él.»

La convivencia entre ambos elementos se resolvió en torno al eje horizontal, explica Bermúdez: «Diseñamos el esqueleto y las proporciones tipográficas considerando las del escudo, sabiendo que este conviviría con la palabra y con la B. De ahí su alineación.»

Más allá del equilibrio geométrico, hubo una decisión conceptual de fondo: «Nos interesaba la idea de que el escudo, que tradicionalmente había ido delante, pasara a situarse detrás. A nivel simbólico, este gesto conecta con la idea de que el Ayuntamiento acompaña a la ciudadanía. Y al mismo tiempo rompe la convención gráfica habitual, haciendo que la firma sea más fácil de recordar.»

Desde Statement, detallan los ajustes ópticos que reforzaron ese diálogo: «En la mayoría de las tipografías, la B suele incorporar una corrección óptica que genera cierta asimetría entre los dos ojos. En este caso, esa diferencia se redujo deliberadamente para favorecer una sensación de simetría con el eje del escudo. También se ajustaron proporciones y espaciado para asegurar que ambos elementos convivieran con armonía.»

Una tipografía con voz propia, no con acento local

Aunque el concurso no exigía crear una tipografía a medida, Principi decidió incluirla en su propuesta. «Partíamos de la idea de que una ciudad que quiere comunicarse con claridad y personalidad necesita una voz propia», explica Porta. «Una tipografía no es solo un recurso gráfico, sino la forma visible de esa voz institucional.»

El desarrollo tipográfico lo asumió Statement, bajo la dirección creativa de Principi. Mascareñas y Garcia recuerdan que el objetivo no era “hacer una fuente barcelonesa”, sino construir una herramienta útil: «La propuesta no buscaba concentrar la identidad visual de Barcelona en una tipografía, sino ofrecer una herramienta que ayudara a expresar su relato con coherencia y cercanía. No queríamos una letra que representara la ciudad por sus formas, sino que sirviera a todos los contextos donde el Ayuntamiento comunica.»

La tipografía Barcelona parte de una estructura sans humanista, con formas abiertas, terminales ligeramente inclinados y detalles orgánicos discretos. Según Bermúdez, «se aleja de la rigidez y neutralidad de Akkurat, la fuente anterior, para ganar en calidez, eficiencia y legibilidad.»

Mascareñas amplía: «No se trataba de hacer una tipografía caligráfica ni puramente geométrica. Buscábamos un punto de equilibrio entre estructura y gesto humano. Nos alejamos de la tradición racional suiza para conectar con una sensibilidad más humana y mediterránea.»

El equipo también abordó el diseño desde la funcionalidad técnica. «Debía comportarse bien en tamaños pequeños y pantallas, pero también en titulares y señalética, donde el espaciado reducido exigía más contundencia. Por eso optimizamos el uso del espacio horizontal y vertical mediante ascendentes y descendentes más compactas», añade Mascareñas.

Uno de los aspectos menos visibles, pero más relevantes, fue la atención a los diacríticos catalanes: «Se diseñaron con especial cuidado elementos como la ela geminada (l·l), la cedilla (ç) o combinaciones como la i seguida de diéresis, presentes en formas verbales como enviïn o plagiïn. Son detalles mínimos, pero necesarios para garantizar consistencia formal y respeto a la lengua.»

Y ante las críticas que niegan la “organicidad” de la tipografía, Porta responde con precisión: «No parte de una idea literal de Barcelona, sino de cómo la ciudad pretende comunicarse hoy: de forma próxima, clara y directa. La calidez no está en la forma, sino en la voz.»

El debate sobre la ausencia de “Ajuntament”

Uno de los temas más discutidos es la eliminación de la palabra “Ajuntament” de la firma. Para algunos, la decisión diluye la institucionalidad; para Principi, la simplifica: «En las primeras reuniones de briefing con el Ajuntament y los otros estudios implicados —Mario Eskenazi y Extra— surgió la posibilidad de revisar la firma de comunicación y ver si tenía sentido unificarla con la firma institucional», explica Bermúdez.

«La propuesta busca simplificar y ordenar la manera en que la institución se presenta ante la ciudadanía. No se trataba de eliminar elementos, sino de construir un sistema que hablara con una sola voz.»

El escudo, recuerdan, sigue cumpliendo su papel simbólico. «La palabra Barcelona sitúa el foco en la ciudad, y el escudo mantiene su papel como emblema institucional. El conjunto adopta un tono sobrio y funcional, alejado de los códigos turísticos o comerciales.»

Respecto a la pérdida de pregnancia que muchos apuntan, Porta responde: «La cápsula anterior presentaba limitaciones técnicas y de legibilidad. Este sistema es más claro, más coherente y más versátil. La simplicidad no implica pérdida de identidad, sino otra forma de reforzarla.»

La B con escudo, síntesis y continuidad

Paradójicamente, el elemento más aplaudido por el sector ha sido el monograma de la B con el escudo. «El briefing contemplaba necesidades específicas, como la adaptación a entornos digitales o formatos reducidos, por ejemplo los avatares de redes sociales», señala Bermúdez.

«Por eso planteamos un sistema flexible, capaz de adaptarse a distintos niveles de comunicación. La B con el escudo no sustituye la firma principal: es una versión reducida dentro del sistema.»

Aun así, muchos ven en ese símbolo una nueva seña de identidad con potencial propio. Mascareñas coincide: «Esa abreviatura concentra visualmente la relación entre ciudad e institución. Es un buen puente entre lo que fue la cápsula y lo que vendrá.»

Presupuesto y plazos: el eterno dilema del concurso público

El proyecto fue adjudicado por concurso con una remuneración de 36.000 €, cifra que ha despertado debate en el sector. Porta responde con franqueza: «El presupuesto era el que era, y cada estudio decide si participar o no. Si hubiéramos tenido que presupuestar un proyecto de esta escala desde cero, no habría sido por ese importe. Pero aceptamos las condiciones sabiendo el tipo de encargo que era.»

Bermúdez añade que el alcance inicial no contemplaba ni la tipografía ni todas las aplicaciones actuales: «El encargo del concurso planteaba únicamente el desarrollo de un nuevo sistema visual para las piezas de comunicación. A medida que el trabajo avanzó, el proyecto creció en complejidad, y ajustamos los recursos para poder desarrollarlo adecuadamente.»

El calendario, que fue de febrero a octubre, también fue un condicionante: «El Ajuntament marcó los tiempos. Llegamos a tiempo, pero si los hubiéramos definido nosotros, habrían sido algo más amplios», explica Porta.

«En general, los concursos públicos tienden a comprimir los plazos, ya que el calendario suele fijarse antes de contar con los equipos que llevarán a cabo el trabajo, lo que reduce el margen para la investigación. En este proyecto, sin embargo, el Ajuntament partía de un trabajo estratégico previo realizado por una agencia, y muchos aspectos ya estaban definidos desde el inicio.»

Crítica, ruido y contexto

El lanzamiento generó una avalancha de opiniones, muchas de ellas polarizadas. Para Principi, era inevitable: «Sabíamos que un proyecto de esta magnitud podía generar debate. Al tratarse de una identidad institucional, financiada con dinero público y vinculada a una ciudad como Barcelona, es lógico que despierte opiniones diversas», dice Bermúdez.

«También éramos conscientes de que muchas personas lo relacionarían con cuestiones políticas. Es un proyecto con mucha visibilidad y eso siempre genera debate.»

Albert Porta matiza que lo que más sorprende es el tono de parte del sector: «Nos ha llamado la atención cierta ligereza en algunas críticas, sin tener en cuenta el contexto ni las limitaciones del encargo.»

Por su parte, desde Statement consideran que la discusión es necesaria, pero mal encauzada: «El debate es positivo, pero echamos de menos espacios adecuados para formular una crítica con argumentos sólidos y contexto suficiente. En muchos casos el proyecto se consume de forma superficial, sin intentar comprender el propósito más allá de lo visual.»

En conjunto, el rediseño plantea una identidad menos icónica y más estructural, en la que la coherencia, la tipografía y la claridad sustituyen a la cápsula como código de reconocimiento. El escudo, inmóvil por mandato, convive con una palabra más liviana; y la B con escudo se perfila como el nuevo gesto sintético de Barcelona.

«Todo cambio requiere un proceso de asimilación, pero la consistencia en la aplicación y la presencia constante del sistema consolidarán rápidamente su reconocimiento», concluye Porta.

Y quizás, más allá del ruido, ese sea el verdadero aprendizaje de esta nueva etapa: que el diseño institucional no necesita imponerse, sino sostenerse en el tiempo hasta que la ciudad, simplemente, lo haga suyo.

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