¿Por qué necesitamos un Centro de Estudios y Conservación del Patrimonio del Cómic?

Valencia crea una institución para catalogar, conservar, digitalizar y restaurar el cómic como patrimonio cultural y expresión sociológica. Un artículo de Álvaro Pons.

Durante años, el cómic ha sufrido una auténtica persecución desde la cultura establecida. Denostado como un arte de segunda categoría, como un medio infantil y apartado de lo considerado como Patrimonio, la realidad del profundo enraizamiento de las historietas en la cultura popular chocaba reiteradamente con un reconocimiento que era negado de forma sistemática. El cómic se entronca en la amplísima tradición de la narración dibujada, pero su encarnación como medio de masas nace con un pecado original difícil de solventar: su vinculación con la sátira y con el pueblo lo marcó desde sus inicios como algo vulgar, apreciado por la plebe analfabeta. Su paso a la prensa americana, donde se desarrolló finalmente como un lenguaje de vocación masiva, no hizo más que ahondar la distancia: obras como Hoogaan’s Alley, de Richard F. Outcault, mostraban una realidad de los barrios bajos de las ciudades que la alta sociedad prefería no ver y ocultar. La desvergüenza de The Yellow Kid, su protagonista, sirvió para que toda prensa que tratara hechos morbosos y luctuosos recibiera el nombre de prensa amarilla, todavía usado en nuestros días.

Durante la primera mitad del siglo XX, el cómic fue relegado al ámbito infantil, para posteriormente ser condenado por intentar desembarazarse de ese yugo y poder ampliar sus horizontes. Setenta años después de ser acusado de pervertir las mentes juveniles, el cómic por fin ha alcanzado una consideración social y cultural que no olvida su pasado, sino que lo coloca en el lugar que tuvo que estar: en el de una de las formas más fecundas del arte y la cultura.

Viñetas de Historietas del Museo Del Prado de Sento Llobell
expresión de la realidad

Ha sido un trayecto complicado y largo, que en nuestro país pasó además por la apisonadora de la dictadura franquista, que pese a la censura y la persecución no pudo evitar que los tebeos se convirtieran en una expresión sociológica de la realidad que vivía el país. La evasión que proporcionaban los cuadernillos de aventuras durante los años 40 fue un espacio de fantasía que permitía olvidar una realidad de hambre y dolor, mientras que los tebeos de humor contaban en segundo plano la sangrante realidad que ocultaba el régimen, tras una densa capa de vitriolo sarcástico. Tras la muerte de Franco, el cómic vivió una explosión imparable que, pese a las continuas y profundas crisis, muestra hoy una realidad incuestionable de esplendor creativo.

Poco a poco, el cómic en España ha ido alcanzando un espacio de reconocimiento, apoyándose siempre en la innegable calidad de autores y autoras, conquistando hitos culturales como la instauración de un Premio Nacional de Cómic, el protagonismo en museos de importancia, la consolidación de su presencia en los medios de comunicación…  Pasos de gigante que han llegado por fin a reivindicar su lugar en la Academia, la imperiosa necesidad de investigar sobre el cómic como un medio que permite miradas transversales y multidisciplinares.

estudiar la historieta

Si durante la segunda mitad del siglo XX las tesis doctorales sobre cómic eran episodios aislados que luchaban a contracorriente, hoy las universidades tienen que actualizarse para conseguir atender a la exigencia de doctorandos y doctorandas que desean que el cómic sea su campo de estudio desde ámbitos tan distantes como la Historia del Arte, la Filología, la Educación, la Medicina o la Sociología. El cómic entra en la Universidad como un campo virgen que precisa estudio y atención, atrayendo el interés de estudiosos que han descubierto un campo interesantísimo sobre el que trabajar.

Sin embargo, todo ese interés por el cómic desde la Academia choca con una realidad inapelable: es difícil, sino imposible, acceder a las fuentes. En un mercado fuertemente marcado por la inmediatez, las obras desaparecen de las estanterías de las librerías a las pocas semanas y, aunque el mercado de la reedición y recuperación de obras aumenta de forma importante cada año, el número de obras que no se pueden encontrar es altísimo. No digamos el de las colecciones anteriores a los años 80: aunque algunas instituciones guardan colecciones importantes de tebeos en sus fondos, están dispersas por todo el estado español y en muchos casos no están completas o insuficientemente catalogadas.

Todo el material del proceso creativo, desde los bocetos de dibujo o de guion a los originales, artes finales, etc., se encuentran en su gran mayoría en manos privadas

patrimonio cultural

El mantenimiento de ese patrimonio cultural de nuestro pasado en el comic queda, fundamentalmente, en manos de coleccionistas que atesoran tebeos, desde la pequeña colección de una serie de la niñez hasta los grandes coleccionistas. No digamos el material original que ha dado lugar a esas obras: todo el material del proceso creativo, desde los bocetos de dibujo o de guion a los originales, artes finales, etc., se encuentran en su gran mayoría en manos privadas: quitando algunos casos de instituciones públicas y privadas que están apostando por tener en sus fondos este tipo de materiales, la realidad indica que la gran mayoría está en manos de coleccionistas en el mejor de los casos, si no perdidas en contenedores.

Bocetos de La encrucijada, de Paco Roca y José Manuel Casañ

Ante esta situación, es indispensable la creación de un centro de estudios y conservación del patrimonio del cómic, que aglutine esfuerzos de investigación sobre la historieta sobre la base de un archivo de esas fuentes que, por desgracia se están perdiendo. Un centro que no sirva solo de espacio de conservación de ese bagaje cultural, sino de dinamizador del mismo. El centro debe actuar para conocer la realidad de los fondos sobre historieta en nuestro país, no solo teniéndolos físicamente, sino sabiendo dónde localizarlos en caso de ser necesario y, después, trabajando en tres ámbitos fundamentales: en primer lugar, la catalogación, conservación, digitalización y restauración de esos fondos. En segundo lugar, la promoción de la investigación académica en conjunción con las universidades y centros de investigación públicos y privados. Y, por último, retornando esa investigación a la sociedad a través de la divulgación y la formación.

El centro debe ser catalizador de muestras, exposiciones, charlas, cursos, jornadas… Actividades que muestren el pasado, presente y futuro de la historieta y la importancia del cómic.

La creación del Centro Valenciano de Estudios y Conservación del Patrimonio del Cómic es un paso importantísimo en esta línea. Auspiciado por la Concejalía de Acción Cultural del Ayuntamiento de València y el vicerrectorado de Cultura de la Universitat de València, nace con esa función de impulso de la investigación y el trabajo sobre el patrimonio del cómic. Una labor que se extenderá a todo el cómic de autoría nacional, pero en el que tendrá un protagonismo especial, por obvias razones de importancia, el cómic valenciano, siempre protagonista y que vive una realidad creativa espectacular.

Para poder dar frutos a esa labor, el centro trabajará sobre donaciones, depósitos, comodatos y cesiones de particulares e instituciones para construir ese fondo de archivo sobre el que fomentar la investigación y difusión del cómic.

La conservación del Patrimonio del Cómic es una tarea que necesitará, obviamente, de la colaboración de asociaciones, editoriales, colectivos de autores y autoras, críticos, librerías… Todas las partes que constituyen el mundo del tebeo serán importantes para dar importancia a un centro que debe ser de todo el mundo del cómic para la sociedad.

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