Con una paleta de colores complementarios y objetos dotados de un potencial erótico insospechado, Paola Rojas pone en escena el cuerpo, sobre todo el suyo. Juega con los límites y rompe los tabúes. Ayer catártico, hoy reivindicativo, el discurso de la fotógrafa autodidacta, originaria de Bogotá crece junto a ella. Con motivo de su primera exposición individual en la alianza francesa de Medellín, inaugurada el pasado 7 de julio, entrevistamos a esta artista quien “narra la piel”, transformando las limitaciones en fuente de creatividad.
[dropcap]C[/dropcap]uando con 17 años, Paola Rojas hizo su primer autorretrato desnudo, todavía estaba lejos de imaginar que esta foto marcaría su carrera y definiría los fundamentos de su obra. «No tenía a alguien que me ayudara, entonces lo hice yo misma en mi cuarto. Simplemente cogí un espejo y empecé a jugar con la luz que entraba por la ventana». Al verse reflejada desnuda en el espejo y a continuación, en la cámara, Paola Rojas se enfrentó a sus inseguridades y a los tabús de su educación cristiana, «me sentía descontenta con mi cuerpo, no me gustaba» dice la fotógrafa.
A través de su lente, la por entonces adolescente Paola Rojas inició una exploración de su cuerpo. Representaba la fragilidad de la intimidad en escenarios fríos compuestos por colores complementarios con el color de la piel. La armonía así creada, contrastaba con la atmósfera surrealista de las escenas. Convertidas en catarsis, sus fotografías le abrieron el camino del empoderamiento.
«Gracias a la fotografía deje de auto-censurarme», dice Paola Rojas, y agrega «de alguna manera me reconcilié con mi cuerpo».
Al cerrar esta etapa, la fotógrafa dio un giro a su obra. Cambió de perspectiva para «explorar el cuerpo; ya no a partir de lo íntimo y lo personal sino de lo cultural», invitando a reflexionar sobre las representaciones culturales del género y de la sexualidad. Es así como una estética pop y provocativa impregnada de cultura popular colombiana, reemplaza la atmósfera melancólica de sus primeras fotos. La paleta de colores pálidos deja paso a colores vivos y saturados. Los objetos puntiagudos que antes amenazaban el cuerpo, desaparecen en favor de golosinas y juguetes, encontrados en los ‘mercadillos de pulgas’ bogotanos.
«Mi país influye en mi obra, desde la estética y los objetos que encuentro, hasta el propio discurso de la cultura popular», dice Paola Rojas.
Si algo permanece constante en el proceso creativo de la fotógrafa, es el mantra de componer con los elementos que dispone a su alrededor. Una marca de la casa, que nació de sus inicios como fotógrafa autodidacta. «Uno de mis principios, es el de no sentirme limitada y hacer lo mejor con lo poco que pueda tener», dice Paola Rojas. Sin nunca dejarse limitar, la artista, nutrida por su contexto cultural juega con el significado de los objetos cotidianos confrontándolos a la desnudez del cuerpo.
Este proceso queda ilustrado en su último proyecto, donde la artista pone en escena expresiones populares colombianas: el gallito, el cheeto, el panochón, arepera… la fotógrafa apasionada de la semiótica, analiza los modismos y toma conciencia de las referencias constantes hacia los alimentos o animales. «Por muy gracioso que sea, también tiene una repercusión en cómo nos relacionamos nosotros, en cómo vemos a las mujeres, a los hombres, de cómo nos vemos a nosotros mismos y finalmente, de cómo vemos a nuestro cuerpo». Reproduciendo estas expresiones de manera literal, la fotógrafa desarrolla un discurso crítico, adornado con escenarios grotescos, llenos de humor.
Si el humor permite a Paola Rojas obtener el reconocimiento de la gente por su trabajo, el espectro de la censura nunca dejó de atormentarla totalmente.
«Vivo con la censura día a día, con los comentarios de la gente, de la familia, en las redes sociales, como en Instagram donde no puedes mostrar ni un pezón. Es una lucha constante», dice la fotógrafa.
Una lucha que se convirtió en motor creativo. «Me impulsa a tener una voz personal más fuerte», afirma Paola Rojas.
La censura de las redes sociales tiene un impacto directo en su estética, sobre todo en la plataforma Instagram, su principal canal de comunicación. Cuenta que, «a veces se me ocurren cosas muy grotescas, con un pene por ejemplo (…) pero trato de hacerlo igual». Cuando se trata de representar el sexo, su tema predilecto, la fotógrafa tiene que encontrar maneras alternativas de expresar sus ideas. Una problemática que tendrá que seguir resolviendo: «Quiero hacer otro tipo de proyectos, mucho más profundos en cuestión de sexualidad y roles de género».