Después de muchos años asistiendo a festivales de diseño, conferencias, talleres, congresos… uno tiene una buena imagen de cómo es la profesión. Y no es precisamente demasiado buena. Con el tiempo aprendes a ver aquellos que serán flor de un día y que en 3-2-1 dejarán esta profesión. Es como ir a un festival de música con un periodista especializado. Al segundo acorde ya te dice si el grupo vale o no.
Como decía Pla-Narbona en el Blanc, «la banalización no sirve para nada, no nos lleva a ningún sitio», y en esta profesión hay mucho de frivolidad y superficialidad.
Asistir a los festivales y eventos de diseño es necesario. Es positivo ver lo que hacen otros, intercambiar experiencias, conocerse y hacer comunidad, pero pasado ese nivel te das cuenta de que en la mayoría de sitios se acude para experimentar una especie de onanismo o de endogamia, si se quiere decir más fino.
El público que asiste tiene una actitud aspiracional con los ponentes. Vamos a verlos para ver lo bien que lo hacen, disfrutar de lo que se ve en pantalla y de algún modo ver que otros son capaces de sacar su profesión de un modo brillante. Pensamos que si seguimos sus mismos caminos, si repetimos la fórmula podremos hacer nosotros los mismo. Alcanzar el éxito profesional.
Por un mecanismo de empatía disfrutamos de lo bien que les va a otros sin ser conscientes de que en el fondo, a poco que conozcas la vida y actividad de cada uno, todos están más o menos igual, es decir, fatal. La mayoría tienen las mismas miserias y problemas para llegar a fin de mes que los que están entre el público. Siempre hay excepciones, claro.
Y por parte de los ponentes se experimenta un mecanismo de exhibicionismo profesional sin fundamento. Las presentaciones suelen ser una exposición más o menos elaborada, graciosa o ingeniosa de presentar el portfolio de cada uno. No hay mucha más profundidad. Raras ocasiones, y hablo de años de conferencias, hay una actitud reflexiva, didáctica o simplemente de decir la verdad [como ejemplo de esto último, sólo hay que ver conferencia de Puño en el MAD 2011].
Si nos comparamos con otras profesiones donde también hay actos de calado similar salimos muy mal parados. Si asistes a un congreso de médicos también hay exposiciones frívolas o inútiles pero el corazón del evento es mostrar técnicas para mejorar, explicar cómo se opera o se consiguen ciertos beneficios administrando la medicina de un modo determinado. Un médico no va a un congreso a explicar que sabe operar del corazón, lo que les muestra a sus colegas es cómo lo hace, los avances que ha obtenido al utilizar una determinada técnica, pero también se habla de costes, de posibles problemas en la ejecución, de pre y post operatorios…
En los festivales de diseño en rara ocasión se sabe lo que se cobra por los proyectos. Y si se dice algo es para indicar que el proyecto se ha hecho gratis –hay que ser imbécil para decirle a tus colegas que curras gratis–. Tampoco se habla de los procesos, del mecanismo de trabajo, sobre cómo solucionar los problemas técnicos, los materiales, la negociación con el cliente… Ni de los grandes beneficios de administrar nuestra medicina diseñil. Hay algunos proyectos que veo en pantalla grande que no pasan de ser autoproyectos personales, sin ninguna repercusión más allá de las paredes del estudio o proyectos para clientes que duraron medio segundo y no supusieron nada en la cuenta de resultados.
Todo eso no interesa. Dar datos objetivos no es importante, porque igual a más de uno se le pondría la cara roja al ver que lo que hace, más allá de que estéticamente sea bonito, no ha servido para nada a nadie. En el fondo, de lo que se trata es de disfrutar viendo lo bien que lo hacen otros y lo bonito que es todo. Lo que mola es el postureo de subirse al escenario a hacer ver que nos va muy bien y que somos supermolones.
Es parecido a ver una peli porno. El actor disfruta con lo que hace y los que ven la película también lo hacen.
Los festivales son una especie de onanismo diseñil. Uno se masturba en el escenario mientras otros ven lo bien que se lo pasa. La pura excitación del ponente eleva el placer de los espectadores y les invita a su propia masturbación y a soñar que algún día ellos también podrán ser los protagonistas de una peli similar.
Que nadie interprete esto como una crítica al Blanc Festival que es, sin ningún lugar a dudas, el mejor festival de diseño que hay en estos momentos en España. Es solo una reflexión sobre la profesión, una sensación que recorre mi cabeza cada vez que vamos a un evento de diseño.
Si hubiera puntos de reflexión, mostrar a cara descubierta cómo funcionan las cosas diciendo la verdad sin tapujos, contando a los que empiezan dónde te has equivocado para que otros no comentan el mismo error, cuánto cuestan las cosas de verdad y solo mostrando aquellas cosas que aportan algo a la sociedad, algo de verdad, –La Casa de Carlota fue un excelente ejemplo– estos eventos, unidos al espectáculo hedonista, serían algo mucho más interesante.
Un espectáculo de diseñadores para diseñadores, donde no hay reflexión ni obligación a dar datos objetivos sirve para poco. Es necesario pensar que para mejorar y crecer hacia un futuro mejor, en el patio de butacas debe aparecer otro tipo de público; que se sienten los clientes, que se vea si lo que hacemos realmente es útil para la sociedad y que la sociedad nos vea como tal.
En cualquier caso, no por ello dejaré de ir, y no por ello hay que dejar de ir ya que, como decía al principio, es bueno salir de las paredes del estudio y formar parte de la orgía festivalera. Nos vemos en el próximo… creo que es en Bilbao. ¿Quién se apunta?
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