Nazario: «Siempre he hecho el activismo a través de los cómics»

Nazario Luque es un nombre esencial de nuestra sociedad. Una figura transgresora que ha dejado su marca indeleble en nuestro cómic, pintura y literatura. Nazario Luque fotografiado por @jaimefoto Provocador, siempre genial, ha recibido numerosos galardones entre los que destaca la Medalla de oro al mérito de las Bellas Artes en 2011 y retrospectivas como la que actualmente podemos ver en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla. Con él repasamos su vida y obra. Eres uno de los grandes nombres del cómic mundial pero, ¿cómo comenzó tu pasión por el cómic?Siempre he tenido facilidad para dibujar y para escribir. De pequeño era fan de El guerrero del antifaz, El Cachorro… No me gustaban Roberto Alcázar y Pedrín o los de risa. No me veía capaz de hacer historias así, ni tampoco, posteriormente, cuando salió la revista Drácula. No me enrollaban las historias de ciencia ficción que hacían gente como Esteban Maroto o Josep María Beà. De pronto dibujé en un bloc unas páginas de la vida cotidiana, fumando porros y demás. Un amigo lo vio y me dijo que había gente en California que estaba haciendo cómics similares, que se llamaba underground. Dio la casualidad de que en un kiosco de Sevilla encontré varios números de la revista Mad, probablemente de algún americano destinado en la base. Aunque no sabía inglés me resultó muy curiosa la forma de narrar y de dibujar y empecé a hacer historietas pequeñas. Después, en una ocasión que fui a Amsterdam vi los tebeos de Robert Crumb y compañía. A mi siempre me gustó más Clay Wilson que Crumb pero su forma de dibujar me llenó y me dediqué a hacer historias ya en mi onda. La Barcelona de los años 70 vista por Nazario y sus amigos, realizada con exhaustivo mimo por Nazario, es una guía de viaje fundamental para conocer la época. Hablamos de una época en la que aún está presente la dictadura con la censura campando a sus anchas. Antes del cómic conoces la música en tu Sevilla natal.A mi el flamenco no me interesaba pero dio la casualidad de que el primer sitio al que fui como profesor era Morón de la Frontera y había una colonia de gitanos flamencos y tocadores de guitarra. Este ambiente me influyó y unos amigos y yo nos pusimos a tocar la guitarra. También había unos americanos beatnicks que habían comprado una finca, rechazaban la etiqueta de underground y de hippies. Todos se drogaban, tomaban ácido, tenían chocolate bueno que compraban en la base… Trabajaban unos meses en Estados Unidos y con lo que ahorraban y el paro se pasaban seis u ocho meses aquí. Me resultó muy enriquecedor. En esos primeros setenta Barcelona se convierte en la cuna de la modernidad y se empiezan a vivir los tiempos de cambio. Conocía Barcelona de ir de camino a Ibiza y a Amsterdam. Tuve unos años un novio noruego y le iba a visitar. También viví un tiempo en Glasgow pasando por Londres. En 1971 me compraron alguno de los dibujos que llevaba en la carpeta para la revista It que era muy famosa. Empecé a tomármelo en serio y cuando me quise dedicar al cómic pensé en ir a vivir a Barcelona, que era donde estaba todo el sector editorial. La gente más moderna estaba allí aunque la palabra movida no existía entonces. Pedí un traslado y me lo dieron. Estuve un año dando clases hasta que conocí a la gente que me interesaba. Con ellos cogimos un piso, montamos una comuna y empezamos a vivir la vida underground. «Decidimos hacer todos un tebeo porque el tipo de historias que hacíamos no tenían cabida en ninguna revista.»Nazario Para muchos el comienzo del underground hispano es el momento en el que os conocéis Mariscal y tú. Había conocido a un chico valenciano en el barco que va de Francia a Londres, Alejandro. Estuvo mirando mis dibujos y coincidimos en la casa de unos amigos comunes. Cuando estaba en Barcelona fui con mi carpeta y me lo encontré con un tío con melenas que era Mariscal. Nos presentó y estuvo viendo mis dibujos. Se emocionó porque él también dibujaba. Hacía colaboraciones para la revista El Ciervo pero no tenían nada que ver con el cómic. Al ver lo que yo hacía se enrolló como otros amigos suyos. Decidimos hacer todos un tebeo porque el tipo de historias que hacíamos no tenían cabida en ninguna revista. Acababan de salir Por favor, Mata Ratos, El Papus... pero no teníamos nada que ver con lo que hacían. Por eso empezamos a hacer nuestros propios tebeos. Hablamos de El Rrollo enmascarado, considerado el primer cómic underground español. Aún no existía Star, que era lo más parecido. En Francia sí me publicaban historias que aquí la censura no permitía. Hicimos El Rrollo enmascarado y después tebeitos un poco pobres como Catalina. Nadie daba un duro por nosotros hasta que apareció un señor, Miquel Riera, que empezó a editar álbumes como Purita o Nasti de Plasti. Empezamos a salir del underground que no era otra cosa que pobreza de medios. Normalmente hacíamos historietas en blanco y negro porque el color era caro. Solo podíamos hacerlo en portada en ocasiones cuando salieron los álbumes pero hasta que salió El Víbora y Anarcoma no pude hacer color como me hubiese gustado. Ante la escasez de medios la portada de La piraña divina se imprimió a una tinta escribiendo posteriormente el título con un spray morado y una plantilla. Con La Piraña divina tenéis problemas con la justicia y se disuelve la comuna de la calle Comercio y algunos se fueron a Ibiza y tú regresas a tu Sevilla natal. Cuando estábamos en la calle Comercio, Montesol tenía un primo que era estudiante de arquitectura que me propuso hacer una revista clandestina con una tirada corta. Las revistas las vendíamos por los bares. Algunas de las historias que salían en La piraña divina las había publicado en la revista Zinc en París. Historias como las de San Reprimonio aquí la censura no las permitía. Coincidió La piraña divina con el primer festival de Canet Rock. Cogimos un stand y vendíamos El Rrollo enmascarado, el Pauperrimus y debajo del mostrador teníamos La piraña divina y cuando veíamos a alguien interesado se lo ofrecíamos. Después del Festival alguien empezó a decir que la policía estaba buscando a los autores de la revista. Mi estilo era muy fácil de identificar. La paranoia llegó a la casa, la gente veía policía por todas partes y decidimos quitarnos de en medio. Cerramos la comuna. Algunos tenían idea de ir al campo en Ibiza pero a mi no me apetecía nada y me quedé encerrado en la casa de un amigo. Tal era la paranoia que no me atrevía a salir a la calle. Cogí el tren con mis dibujos y me instalé en Sevilla, estuve en Marruecos un tiempo y cuando la cosa se tranquilizó volví a Barcelona y me fui quedando en casa de amigos y amigas. Me iba ganando la vida y en esa época sucedió la historia con Lou Reed. Antes de llegar a ello, publicas en 1975 La visita, para muchos el primer cómic abiertamente gay de la historia. Esta doble página la publicamos en La piraña divina y me desapareció en una exposición y no sé quién la tiene. Es la historia de una pareja que va a visitar a un matrimonio. Mientras las mujeres se van los maridos se enrollan y hacen todo lo que dos hombres pueden hacer en la cama hasta que ellas vuelven. Yo pienso que, si no es la primera historia abiertamente homosexual, será de las primeras. Es cierto que Tom de Finlandia hacía ilustración pero nada de viñetas y el cómic underground de la época era marcadamente heterosexual. Crumb incluso era bastante machista en sus historias. No conozco a nadie que antes de ello hiciese historietas gays. Después ya sí. «Yo pienso que, si no es la primera historia abiertamente homosexual, será de las primeras.»Nazario La visita, probablemente el primer cómic marcadamente homosexual de la historia. Hablabas antes del asunto con Lou Reed. En esa época, 1976, Juan José de la revista Star nos publicó un álbum recopilatorio de El Rrollo enmascarado, Pauperrimus y Catalina. También estaba Gaspar Fraga que sacaba la revista Rock Comix y editaba unos libritos sobre músicos. Sacó un monográfico sobre Lou Reed y la Velvet Underground. Estaba haciendo yo un dibujo y le atrajo para la portada. No sé si fue José María Pallardo el que fue a hacerle una entrevista a Lou Reed en Londres y le entregó la revista. Nos contó que le había interesado a Lou Reed para un single que quería editar. Un año después nos llevamos la sorpresa de que sacó un doble álbum con la portada y contraportada con mi dibujo. Se llamaba Take no prisioners. En lugar de pedirme el dibujo y publicarlo encargaron a un tío para que lo copiase. Fue un acto de piratería total. Pusieron el nombre del señor que lo calcó y quisimos llevarle a juicio en América pero era un dineral. Como en España había salido este escándalo, la casa discográfica decidió poner una fotografía de Lou Reed en la portada en lugar del dibujo plagiado. Eso evidenciaba que ellos sabían que había un delito. Al cabo de unos años se sacó una reedición del libro en CD con mi portada. Fuimos a comprar ejemplares y a poner la denuncia. Se hizo un primer juicio, lo ganaron ellos y recurrimos. Decían que era yo el que había copiado la portada del disco y no al revés. Había algunas anomalías en la revista de Gaspar Fraga y todo se complicó. Unos amigos tuvieron que declarar para decir que habían sido testigos de cómo yo había dibujado la portada. Nos ofrecieron pagarnos cuatro millones de pesetas. El abogado iba a medias conmigo y estaba convencido que no íbamos a conseguir nada más. Por aquel entonces yo ya me dedicaba a la pintura, estamos hablando del año 2000. Al final me llevé tres millones y el abogado se quedó con un millón y me compró un cuadro de la época por el otro millón. La imagen que Lou Reed pirateó en su álbum Take no prisioners. Volvemos a la época del cómic si te parece. En 1975 muere Franco y comienza un momento de cambio. Hay una apertura al mundo de repente. De repente no. Mucha gente estuvimos mucho tiempo haciendo labor de zapa. «Llegó un momento, siendo homosexual, que me pareció ridículo estar defendiendo la situación de la mujer con la represión que ha sufrido el colectivo por parte de la familia, la sociedad, la iglesia y demás.»Nazario Exacto. Te conviertes en precursor del colectivo LGTBI. Sí. Empecé con las historias de Purita a defender la liberación de la mujer intentando que se liberase del yugo del padre primero, del marido después. Llegó un momento, siendo homosexual, que me pareció ridículo estar defendiendo la situación de la mujer con la represión que ha sufrido el colectivo por parte de la familia, la sociedad, la iglesia y demás y empecé a denunciar la situación en cómics como el de San Reprimonio, que prefiere cortarse la polla a follar con un chaval. Le hacen santo y conservan la polla en un relicario y eyacula cada primero de mes. No sé si lo llevaban al valle de los caídos o dónde. A San Reprimonio lo canonizan y a un lado está Franco y al otro el que entonces era el príncipe Juan Carlos y Sofia poniéndole una corona al santo. Son boutades o atrevimientos que no se podían publicar entonces. Hoy la historia está en la colección permanente del Museo Reina Sofía. Cuando salió San Reprimonio y las pirañas que editó Gaspar Fraga y que contiene ésta y otras historias, le llevaron a juicio por un prólogo que escribe Terenci Moix que era amigo. En el prólogo hablaba de eyaculaciones y masturbaciones. Eso sentó peor que todas las historias que publicaba yo en el interior. Salió absuelto pero resultaba curioso. Primera página de San Reprimonio. Hay una eclosión en la época en la que te conviertes en bandera del cambio junto a Camilo y Ocaña. Cuando estaba en la calle Comercio todos eran heterosexuales menos yo, algo que les daba exactamente igual. Una amiga me dijo que había unos andaluces que me encantaría conocer y a los que les encantaría conocerme. Quedamos un día en el café de la Opera, que era un sitio mítico en el que se reunían artistas, gentes de teatro, homosexuales... Conocí allí a Ocaña y Camilo. Tenían una casa en la Plaza Real y allí se reunían con amigos, chulos... un mundo distinto al de la comuna de la calle Comercio. Yo viví una época a caballo entre los dibujantes heteros y el mundo de pintores y artistas homosexuales. Más tarde vivía con Mariscal en una casa y había una especie de osmosis entre los dos mundos. Nosotros salíamos a Las Ramblas. Ocaña se disfrazaba, cantaba y alguna vez me llevaba algún vestido para que yo me disfrazara. Yo soy muy tímido pero me intentaba poner a la altura de él. Iba con Camilo como una especie de señorita de compañía y un día nos metieron en la cárcel por un mal rollo con la policía. Nos llevaron a La Modelo y allí estuvimos tres días. Ficha policial Antes fue la primera manifestación gay que hubo en España, que fue en Las Ramblas. Claro que asistimos y la policía cargó contra nosotros. En esa época se fraguó todo lo que se estaba gestando en Inglaterra, Francia… todo el movimiento de liberación se creaba en España entonces pero de una manera más clandestina. Yo nunca intervine como activista. Siempre pensé que el activismo lo hacía a través de los cómics, tebeos en los que defendí a la causa homosexual y atacaba la censura que ejercía la sociedad, la familia y la iglesia contra los homosexuales. Tampoco me gustó militar nunca en ningún partido. Collage de fotografías con Ocaña y Camilo. En 1978 Ventura Pons realiza la película Ocaña, retrato intermitente mostrando todo este universo. Ventura no hizo otra cosa que reflejar la vida que llevaba Ocaña. No añadió nada. Para mi gusto se quedaba corto. Yo tenía que haber participado más pero soy muy tímido así que me emborrachaba y cuando había que rodar no estaba en condiciones. Aparezco un poco con ellos en Las Ramblas pero no en todas las escenas que estaban estudiadas. Yo siempre me escaqueaba. Le falta un poco de espontaneidad a la película. Toda nuestra vida era un puro teatro como para tener que recrearla. En la película de Ocaña había escenas que, conociéndole, resultaban un poco acartonadas. Hoy día es una película de referencia en todo el mundo pero es la pega que le pongo. Nadie muere demasiado pronto. Cada uno muere cuando le toca.Nazario Luque Ocaña falleció demasiado pronto, en 1983, y para despedirle hicisteis una gran fiesta. Nadie muere demasiado pronto. Cada uno muere cuando le toca. Se hizo un funeral en su pueblo y muchos amigos de Barcelona asistieron. Aquí le hicieron una exposición y fuimos varios amigos bastante borrachos con la botella de aguardiente en banderola, con una cassette de sevillanas y todos más o menos travestidos. Llegamos a la galería, donde le estaban haciendo una especie de memorial, muy serio y muy triste y llegamos nosotros con las sevillanas a tope. Nos empezamos a desnudar y fue un escándalo. Fue una fiesta en homenaje a Ocaña que le hubiese gustado más que el responso que estaban haciendo. En 1979 nace El Víbora. El editor Josep María Berenguer contaba con la cantera que había formado El Rrollo enmascarado. Con nosotros tenía una plantilla para sacar adelante la revista. Yo tenía publicadas varias páginas de Anarcoma en blanco y negro y pensé que la podía colorear y convertirla en la figura principal de la revista. Fue un acierto que le dio una picardía a la revista. En un momento dado pensé que ya estaba bien de criticar la sociedad por la represión y que era el momento de contar mis historias con travestis y demás con normalidad, del mismo modo que los heterosexuales lo hacían con las suyas. Tuve el acierto de crear el personaje detective que fuese travesti. Era un detective que se movía por los clubs de transformistas. La revista tuvo bastante éxito. Anarcoma se convertiría en uno de los personajes más emblemáticos de la revista El Víbora. En tu caso muestras historias abiertamente homosexuales, Max mostraba sus inquietudes contra el sistema, Gallardo y Mediavilla mostraban el mundo del lumpen. Da la sensación de que El Víbora se convierte en un conglomerado que aúna todas esas sensibilidades que estaban antes fuera del sistema. Esta amalgama de diferentes autores con diferentes mundos era El Víbora. Al principio todos colaborábamos en los contenidos. Los monográficos los decidíamos nosotros pero poco a poco nos fuimos separando del editor y entregando las páginas y cobrando cuando tocaba. Se fue perdiendo este espíritu. La Plaza real y Las Ramblas de vuestras historias se convierten en lugares míticos. En el caso de Anarcoma, se mueve por los barrios bajos, la Barcelona canalla. Es algo similar a lo que Genet reflejaba en Diario de un ladrón. Los lectores podían encontrar en los cómics los bares de ambiente, los lugares en los que estaban los transformistas o algo parecido porque a mi nunca me interesó reflejar la realidad. Muchas travestis amigas decían que me había inspirado en ellas para hacer Anarcoma pero no es así. Es un arquetipo de travesti con unas tetas gordas, una polla grande, guapa y alta. Entiendo que Barcelona habrá cambiado mucho desde entonces. Antes de las Olimpiadas era otra cosa distinta. Después se puso en el circuito de las grandes tours de turistas y ha convertido lo típico en tópico. Es una gran tienda de souvenirs pero pasa con todas las ciudades hoy día. Comentaba Max cómo en El Víbora busca un personaje de continuidad para poder afrontar las entregas mensuales. ¿Sucede lo mismo con Anarcoma? Sí, porque hasta la fecha había hecho historias cortas. Lo que quería era hacer un personaje para darle continuidad y sacar un álbum como se hacía en Francia. Las revistas empezaron a desaparecer y los autores trabajaban al final para el álbum directamente. Con Anarcoma lo intenté pero me cansé de dibujar pollas y empecé a compaginarla con otras historias como la de Salome, inspirada en la historia de Oscar Wilde con una escenografía y un uso del color muy cuidado. Historias diferentes a lo que era Anarcoma. Nuevas mujeres raras y Turandot recogen el canto del cisne de Nazario dentro del mundo del cómic. Historias que se han reeditado recientemente en el álbum Nuevas Mujeres raras. Hemos metido muchas páginas a color que tenía desperdigadas en otros álbumes igual que hicimos en Anarcoma integral, que es un tomo completo con todo lo que he hecho con el personaje. En Mujeres raras incluimos al final una serie de ilustraciones que permiten entender mejor mi vida como dibujante e ilustrador antes de meterme en el mundo de la pintura. Después llegaría Turandot, basada en la obra de Puccini. Para realizarlo fui al libreto original en el que se basó Puccini y me lo estudié. Hice una versión diferente de la ópera. Turandot tiene una historia muy fea, hasta el punto de que dejé de dibujar cuando la acabé. La hice a fondo perdido pensando en publicarlo en El País semanal que en aquella época publicaba historietas. Quedamos de acuerdo en que después de El viaje a Tullum de Federico Fellini y Milo Manara iría mi historia pero pasó un año y no supe nada. Dejaron de publicar cómics y me ofrecieron publicar quince páginas de consolación muy bien pagadas. Hice un popurrí que nadie entendió. Después apareció una revista, Co&Co, editada por Ediciones B. También empezaron a sacar unos álbums de lujo. La revista apenas duró y los libros se distribuyeron fatal y, sin tener el soporte publicitario de la revista, no se vendieron mucho. Me dieron la posibilidad de comprar a precio de saldo lo que quisiera y el libro se hizo picadillo. Las revistas van desapareciendo. No sé si fue la causa de que dejases el medio o la mala experiencia con Turandot. También contribuyó. Yo tenía la satisfacción de habérmelo pasado muy bien haciendo el vestuario y la escenografía. Yo ya había hecho escenografías para obras de teatro. A la vez que está obra hacía otra serie, Ali Baba y los 40 maricones que publicaba en una revista francesa. Tuvo una gran repercusión pero en negativo. Hubo un bulo de que los socialistas habían puesto el libro como lectura en los colegios, que era algo demencial pero tuvo una repercusión brutal tanto en España como a nivel internacional. Lo pasé bien dibujando las dos series pero con Turandot llegué a un nivel de preciosismo en el color y los detalles que no podía superar y en Ali Baba llegué al colmo del mariconeo. Imagen de Nazario para el Brandy de Jerez Después llegaría la pintura. Sí. Nos llamaron de Brandy de Jerez a doce pintores y dibujantes —estaba Mariscal, Ceesepe...—. Pagaban bastante bien. Nuestra ilustración tenía que ser de un metro por setenta. Estas doce ilustraciones fueron itinerando por diversas ciudades de España. En Madrid un par de galeristas me ofrecieron realizar una exposición con lo que yo quisiera hacer (luego he visto que no es lo habitual que las galerías funcionen así). Me decidí por una de las galerías y estuve un año preparando unas acuarelas. Antes de ello, en París una galería nos ofreció exponer a Ceesepe, mi amigo Alejandro, Peret y a mí. Como no se vendió nada lo llevé a Madrid y allí sí que se empezó a mover. Yo era conocido, más por el cómic que por los cuadros. La gente se acercó pensando que dibujaría pollas y demás y les sorprendió que hiciese flores, naturalezas muertas y muñecas. Nunca había ganado tanto dinero como con la pintura. Las obras se vendían bastante. Estuve exponiendo de forma regular entre Madrid y Barcelona hasta que llegó la crisis de 2008. Cerraron muchas galerías. Como me pasó con el cómic, llegué al final de mi camino con la pintura. Llegué a tal virtuosismo con la acuarela que ir más allá era imposible. Una vez me contaron que Antonio López fue con sus amigos a analizar cómo lo hacía lo que fue un gran halago para mi. No hacía nada innovador pero quedaba un buen resultado. Lo que perdió la pintura lo ganó la escritura. Empiezas a publicar tus memorias en las que incides en las pequeñas anécdotas de tu vida. Desde los catorce años llevo haciendo diarios. Tengo muy buena memoria pero obviamente no me acuerdo de las películas que ponían cuando yo tenía doce años. Como lo tenía todo escrito recurría a los diarios. Me gusta contar anécdotas. Mis historias, como las de los cómics tienen una narrativa llena de detalles con los discos que los personajes oyen, los libros que leen. Es algo que hago después cuando escribo. Cuento con precisión las anécdotas de mi vida y las personas que han formado parte de ella. No me interesan los personajes importantes si no me han dejado tocado. La tercera historia de Anarcoma: el libro. Te desenamoras del cómic pero no de los personajes. Escribes la continuación de Anarcoma en libro. Sí, me doy cuenta repasando los bocetos de las historias de que tengo material para una tercera parte de la historia, una especie de final en el que encuentra la maquina y se ve como los personajes evolucionan. No estaba dispuesto a dibujarlo ni a que nadie lo dibujara porque quedaría un poco pegote. Es un libro que queda como un híbrido en las librerías. En la parte de cómic no cuadraba pero en la novela negra, que es donde tenía más sentido, tampoco tenía lugar porque se asociaba con el cómic. Es algo que no tuvo mucha difusión. ¿Sigues interesado en la escritura? Sí. Anagrama me dijo que me editaría un tercer libro con mi infancia. Al final, como con la pandemia se paró todo, lo llevé a Laertes y así cerré la trilogía. Nazario escritor. Ahora ando escribiendo un libro sobre mis amantes, las relaciones que hemos ido teniendo Alejandro y yo. Los pongo en boca de cuatro personajes que se reúnen en un bar. Lo estoy puliendo ahora. Quedaría un último volumen con mis problemas con los editores, las galerías. Un libro desde el underground hasta la actualidad. También tengo un proyecto para hablar de unos alcohólicos invadidos de aquí, de la Plaza Real. Estuve dándoles de comer durante cinco años y se estableció una relación en la que nos contábamos aventuras e historias. Lo tengo escrito pero no tengo editor. ¿Proyectos? Hay una gente que quiere hacer una serie de Anarcoma pero está todo en una especie de nebulosa. Hace poco editaron un libro llamado El bar Kike y Paca la Tomate. El bar Kike fue uno de los últimos bares míticos gays de los 80 de Barcelona. Allí trabajaba Paca la Tomate, una transformista que hacía actuaciones y locuras sobre el escenario. Ha quedado bien impreso y se está vendiendo bastante bien. También tengo veinte años de fotografías de la Plaza Real, los tengo almacenados sin que le interesen a nadie para hacer un libro o una exposición.

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