A través de sus carteles, portadas y cómics Miguel Gallardo se ha convertido en un ilustrador esencial para entender las últimas décadas gráficas de nuestro entorno. Superviviente del auge y caída de las revistas y de la prensa, el apogeo de la novela gráfica y las redes, Gallardo aborda su trabajo más personal para enfrentarse a dos de los grandes tabús de nuestra época: el cáncer y el coronavirus.
¿Cómo nace Algo extraño me pasó camino de casa?
Nace porque en enero del pasado año, antes de la pandemia, empecé a tener un dolor en la cabeza. Me parecía sinusitis o algo así. Fui a mirarme pero no me encontraban nada. Un fin de semana mi compañera empezó a ver cosas raras. Notaba que decía cosas extrañas, que el equilibrio andaba un poco mal, me escoraba un poco y decidió que teníamos que ir a Urgencias. En Oncología me hicieron una resonancia magnética, que fue la prueba definitiva. Así pudieron ver que tenía una mancha negra, que era un tumor. En tres días decidieron operarme y sacarme todo lo que pudieron. La experiencia de que te abran la tapa del cerebro es muy heavy. Es metafóricamente muy bestia y enseguida pensé que tenía que hacer un cuaderno de viaje. En el hospital empecé a darle vueltas. Es la aventura más extraña que me ha pasado en la vida.
Entiendo que escribir el libro fue una forma de terapia.
Sí. Es algo tan fuerte que necesitas darle una explicación. Por qué está allí, por qué lo ha fabricado mi cuerpo… en realidad no tiene una explicación pero la necesitas para entenderlo. Es lo que vemos en el libro. Hablo con el tumor, tiro de ficción, para comprender lo que me sucedía.
Me fui del hospital y a los pocos días comenzó el confinamiento así que hice un bonus track. No sabía a qué agarrarme. Ya me daba igual morirme de una cosa o de otra así que fui uno de los que se escapaban todo el rato de casa.
El cáncer es un tabú en nuestra sociedad. Da miedo incluso hablar de ello.
En el libro hay un par de páginas en los que sale la palabra bien grande, una cantante de ópera gritándolo a pleno pulmón por ejemplo, pero sí que es verdad que es una palabra tabú, solo superada por coronavirus, las dos con ce.
Cuando salí del hospital me pasó como a las embarazadas, que cuando lo estás no dejas de ver a otras que están igual. Cuando volví a casa se murió Pau Dones, se murió Rosa María Sarda, leía un libro y la protagonista tenía cáncer… parecía que era todo el rato el mismo tema.
¿Cómo vas desarrollando el libro? ¿Desde el principio tienes idea de publicarlo?
No tenía al principio intención de publicarlo. Quería hacer un cuaderno de viaje para mí y mis allegados donde explicase todo eso, pero tuve la inmensa suerte de que, cuando llegué a casa, contactó conmigo por redes Julián Sanz Barbero, del que hablo al final del libro.
Él estaba también en un proceso de cáncer desde hacía muchos años y tenía una idea de hacer una colección de novelas gráficas con autores españoles de diferentes temas. Venía del negocio inmobiliario y quería, en sus propias palabras, purgar ese beneficio haciendo la colección. Le expliqué mi proyecto y decidió becarlo. Este hombre se murió en el proceso, un golpe bajo, pero al menos lo pudo ver en su fase final. Gracias a eso pude hacerlo y en colaboración con Astiberri redondeamos el libro.
Cuando sales del hospital el mundo se acaba a tu alrededor. ¿Cómo vives ese momento?
Yo me pregunto, ¿y de lo mío qué? Igual no tenía el miedo a contagiarme porque venía de algo más fuerte para mí. Hacía locuras como invitar a todos mis amigos dibujantes a acompañarme a las sesiones de quimioterapia en uno de los lugares más peligrosos del mundo en aquel momento, un hospital. Todos se prestaron a acompañarme y fue muy bonito. La pandemia ha servido también para estrechar lazos.
Otra cosa que hice cuando llegué a casa fue hacer una reunión de sabios. Junté a la gente que conocía que había pasado por procesos parecidos, que había viajado a la luna sin casco, como suelo decir. Eran los tiempos en los que no había tanta prevención.
Mientras trabajas Algo extraño me pasó camino de casa surge una cabecera, The Influyencer, que te acerca de nuevo al humor gráfico con un componente crítico y que incorporas al libro.
Cuando llegué a casa, en medio de la pandemia, descubrí que las redes sociales eran un medio ideal para hablar del tema y conocí The Influyencer. Le escribí a Enrique, que lo hacía con LPO. Algunos amigos me preguntaban cuántos ilustradores había allí. Éramos solo tres pero esos dos chalados cambiaban continuamente de estilo. Fue un proyecto muy bonito que decidí añadir al álbum porque fue parte de lo que viví, coger un tema tan crudo y poder darle la vuelta.
El cómic, tal como lo conocemos, me parece un poco encorsetado. Yo necesito otro tipo de narración, otro tipo de imágenes para acompañar al lector.
Miguel Gallardo
En el libro se consolida todo lo trabajado hasta la fecha en tus distintas facetas. Se ve lo aprendido en prensa, libro ilustrado, cómic…
Sí, mi estilo ha ido variando en función de mis intereses. Como he pasado por la ilustración me parecía bien añadir todo lo aprendido. Me parecía una forma de agilizarlo. El cómic, tal como lo conocemos, me parece un poco encorsetado. Yo necesito otro tipo de narración, otro tipo de imágenes para acompañar al lector.
Como en toda tu obra, no hay un relato único. En lugar de articular un mensaje lineal prefieres ir soltando todo lo que te pasa por la cabeza.
Sí, busco imágenes que son populares, que la gente pueda reconocer. He ido utilizando metáforas como esa imagen en la que mi cabeza se abre y tiene un botón de on/off que es lo que deseaba entonces, desconectarla de alguna manera.
Trabajas por acumulación, haciendo un collage de referentes, secuencias, en un juego en el que invitas a participar al lector.
Sí, por eso digo que Algo extraño me pasó camino de casa es mi primer libro interactivo. Como tengo la cabeza a cuadros tengo la excusa perfecta para no seguir una línea. Le pido al lector un esfuerzo por seguirme por los meandros de mi mente porque no doy para otra cosa ahora. Además me gusta.
Tus lectores más veteranos ya están acostumbrados. Ya en tus antiguos trabajos como Pepito Magefesa lo utilizas.
Bueno, es que en Pepito Magefesa hay chistes que solo debo entender yo. En mitad de la historieta ponía anuncios. Era un niño de radio y los seriales se solían interrumpir con anuncios. En Pepito Magefesa meto esos anuncios, listas de coplas aragonesas… lo que se me ocurriese en el momento lo iba volcando porque me parecía divertido. Pepito Magefesa es un cúmulo de chistes con una línea narrativa muy delgada.
Utilizas un narrador que, desde fuera, se mete con humor con el protagonista.
Como decías antes, el libro es una forma de terapia y rebajar el tono con humor ayuda mucho. Hay una página en la que hablo con mi tumor como si fuésemos Epi y Blas, aquellos personajes de Barrio Sésamo. Necesito llevarlo a mi terreno y rebajarlo. Es algo que hice también con María y yo y con el autismo, llevarlo a un espacio en el que la gente no tenga tanto miedo a hablar y a reírse.
Con Algo extraño me pasó camino de casa sigues la línea que empezaste en María y yo, haciendo un cómic que puede ayudarte y ayudar a mucha gente.
Sí, En realidad comienza antes, con Un largo silencio, el libro que hice con mi padre. Fue la primera vez que soltaba amarras de Makoki y me acercaba a relatos más familiares. Estos días he recuperado imágenes de la presentación que hice con él y ha sido muy emocionante volver a verle hablar.
En tu trayectoria has ido despojándote de la carga del preciosismo para mostrar las imágenes de un modo más puro.
Sí, algo que aprendí en María y yo es que no hacen falta esos mimbres para comunicar, que un dibujo a mano alzada con un rotulador de mierda en una libreta sirve. Me di cuenta de la importancia del dibujo como medio de comunicación y de expresión que no tiene que verse encorsetado.
La estructura de María y yo ha permitido entrar a mucha gente que no es lectora de cómic, gente mayor que ya no lee, niños, otros que han abandonado el medio… siguen el hilo de la historia de un modo mucho más sencillo y claro de modo que fue un buen descubrimiento ese.
Es una forma de contar más transversal que al principio pudo resultar más chocante pero que ahora está muy asimilada y diferentes autores y autoras han convertido en propia.
En Un largo silencio tuve un choque, gente que criticaba que no fuese un cómic. Para mí era un cómic. Tenía el texto de mi padre y me costó mucho tiempo saber qué hacer con él. Pensé dividir el texto e irlo transformando en viñetas pero me di cuenta de que era importante mantenerlo como estaba, porque era el texto de un superviviente. Estuvo muy bien porque en la primera edición tuve un montón de críticas pero con la edición de Astiberri la gente lo supo entender mejor. La misión del libro era escuchar la voz de mi padre.
El tiempo te ha dado la razón y cada vez hay menos necesidad de etiquetar los libros en uno u otro sentido.
Sí, como Paco Roca, soy un amante de las historias y no me importa cómo me las cuenten. Si capta mi atención estoy a tus órdenes para siempre. Esa es mi misión, contar la historia aunque sea con un patchwork, un Frankenstein o lo que sea. Lo importante es generar momentos, expresar emociones y no todo pasa por el relato.
«María y yo» nació en la misma época que «Arrugas» de Paco Roca, dos libros que han permitido que la novela gráfica se asiente en nuestro país.
El humor es la constante que vertebra de toda tu obra.
Sí, mi novia se queja de mi sentido del humor, que no pare ni cuando estamos viendo una comedia romántica y no paro de hacer chistes sobre las situaciones. Es mi forma de entender la vida.
¿Se toma menos en serio a los autores cuando se expresan a través del humor?
Yo creo que no. María y yo, por ejemplo, está traducida a diez idiomas, va por la novena edición y se ha convertido en un referente en el mundo del autismo, de modo que se suele regalar a los padres primerizos. Es una forma más suave de entrar pero no dejan de ser obras serias.
Primero hablas de tu padre, luego de tu hija y parece que solo te faltaba mirarte al espejo y enfrentarte a ti mismo.
Ya no me quedan más familiares (risas). Es curioso porque hace un par de años tuve un parón de trabajo y me puse a trabajar en un proyecto que era una autobiografía hecha en novela gráfica y ahora ya tengo, si no un final, sí al menos un colofón importante.
No sé si la autobiografía seguirá la línea de El informe G.
Siempre he seguido esta línea de sacar mis trapos sucios fuera. Eso hace que te conviertas en un personaje también y puedas contar las cosas.
En El informe G vemos el cuidado que siempre has tenido por el diseño en tus trabajos.
Sí, fue obra de Enric Jardí. Tuve un diseñador de lujo que además hizo la portada, algo que no suele ser habitual en los cómics pero yo era consciente de que su portada iba a ser fantástica. Siempre he tenido pasión por el diseño, tengo muchos amigos diseñadores y tiro de ellos. También me apasiona la tipografía que es algo que hay que recomendar a los dibujantes de cómic. Ves algunos tebeos en los que parece que al dibujante le importan tres pepinos las letras. Las letras son la otra parte del cómic y el lector las tiene que ver bien y entender. En mi caso, los amigos tipógrafos me hicieron una tipografía utilizando como base mi letra. Siempre me han interesado las cabeceras, las presentaciones. Siempre que hago una portada de novela pido que me den todo el material para que lo maquete yo completo. Siempre me ha preocupado esa parte de diseño.
También me apasiona la tipografía que es algo que hay que recomendar a los dibujantes de cómic. […] Las letras son la otra parte del cómic y el lector las tiene que ver bien y entender.
Miguel Gallardo
Hay veces que cuesta diferenciar dónde empieza y acaba el diseñador y el ilustrador.
Muchas veces los dibujantes no son diseñadores y al revés pero en los últimos tiempos ha ido mutando un poco todo porque las agencias y editoriales piden a unos que hagan funciones de otro.
mirando hacia atrás
Coinciden en el mercado dos trabajos emblemáticos de los distintos caminos que has transitado. En Perro Nick en la editorial La Cúpula recuperas la serie que publicaste originalmente en El Víbora en los años 80. ¿Hay una cierta reivindicación de una época?
No hay por mi parte ese animo de recuperación. Es una idea de La Cúpula. Llevaba tiempo hablando con Emilio porque es un proyecto que les ha llevado años completar. Ni siquiera teníamos originales, se ha hecho en base a los fotolitos que tenían. Llevaban tres años restaurándolos uno a uno, que es un trabajo de colosos y justo ha coincidido que lo hayan sacado este año y yo encantado. He hecho una portada nueva y añadido unas páginas nuevas y ha salido un buen álbum.
Con Perro Nick rompes con lo que habías hecho hasta la fecha con Juanito Mediavilla, Makoki y las historias de barrio y empiezas a afrontar nuevos retos.
Sí, Perro Nick es un punto y aparte en mi carrera. Ya estaba cansado de toda la movida de Makoki aunque seguía haciendo sus historias en paralelo. Tenía la necesidad de sacar todas mis pasiones de otro modo. Perro Nick está hecho de una manera que inauguró William Burroughs, cut and paste. Cogía diálogos y situaciones y las pegaba, a veces sin orden ni concierto. En Perro Nick juntaba un montón de diálogos de novela negra, sobre todo de Raymond Chandler, que son buenísimos y que, si los sacas un poco de contexto, parecen de humor. Para dar coherencia al conjunto usaba el color, un color muy de los años 50.
Entiendo que el color en Perro Nick, pelearte con el gouache fue una necesidad en aquel momento.
Fue una locura. Cada viñeta era un cuadro en el que tenía que componer todos los colores. Era un currazo que no se pagaba con dinero pero en ese momento tenía esa necesidad.
De hecho empecé una historia en ese estilo sobre la División azul en color que incorporaba todo. Estaba la Baska, salíamos Juanito y yo, que es algo que he hecho con el tiempo, introduciéndome en las historias todo el tiempo. Era una historieta muy complicada a color, con un montón de documentación pero al final me rajé y allí está a medio hacer.
En Perro Nick utilizas toda esa cultura pop que te ha marcado en tu vida. En Los sueños del Niñato ya avanzabas en esa dirección.
Esos sueños me daban la libertad para crear, para usar el color y soltarme a tope. Mediavilla era un guionista impresionante, de lo mejor que he visto pero era muy profesional y quería que se hiciese todo según sus patrones, incluso me hacía repetir páginas. Ejerció de maestro y me dio el rodaje necesario. Después, con La muerte de Makoki, hice una especie de homenaje a esa época. Es una historieta crepuscular remedando el estilo de las historias originales, no solo en el dibujo sino también en el tono. Me costó bastante y me llevó mucho tiempo hacerlo.
No sé hasta qué punto te has ido reconciliando con ese legado.
He estado peleado con el personaje porque era una mochila con la que he cargado durante mucho tiempo. Si tienes éxito en algo, la gente tiende a encasillarte y te puedes quedar con ser el autor de Makoki para siempre. Es algo que siempre he querido evitar. Sé hacer otras cosas y llegaba un momento en el que odiaba al personaje y todo lo que acarreaba. Todavía tengo fans de Makoki, de todo tipo de estamentos, que se acercan a mi y hoy es el día que lo agradezco mucho.
¿Qué queda de aquella época?
Esa revista de jubilados en la que nos hemos reunido una serie de autores de entonces: Lardín. Está Vallés, Max.. y se mantiene el mismo espíritu. Más que una revista es un fanzine, no cobramos ninguno. Lo hacemos con la misma pasión y las mismas peleas que teníamos siempre. No tiene ninguna dirección, es un batiburrillo grande donde hacemos los que nos da la gana.
¿Cómo vives como autor que dos obras tuyas nazcan en un momento en el que es tan complicado que los puedas defender?
Con Algo extraño me pasó camino de casa he tenido la mayor promoción de mi historia. He salido en todos los periódicos principales, un montón de televisiones y radios. Ha sido un bombazo. El cómic no suele salir tanto en los medios pero los temas que he tocado, el cáncer y el coronavirus han sido dos temas que han interesado mucho.
De todos modos estamos probando nuevas formas de acercarte al público. Hicimos una presentación virtual en la galería Freaks y hemos hecho experimentos usando lo que tenemos al alcance. Por ejemplo, Freaks está al lado de mi casa. La gente deja libros y yo los firmo y los devuelvo. Con Elektra Cómics, que son amigos, lo que he hecho es un montón de dibujos con puntos suspensivos para que cada uno ponga su nombre allí.
¿Proyectos?
Ahora tengo muchos encargos para portadas de libros y la autobiografía que te comentaba. La tengo bastante redondeada y me falta trabajar esta parte final del cáncer. Es un buen repaso a toda mi trayectoria, desde los dibujos animados al Makoki, mi relación con Mediavilla… yo creo que muy divertida.
Por otro lado, más a largo plazo, el año pasado adoptamos una perrita que nos ha permitido salir de paseo todo el año. Nunca había tenido perro y desembarqué en este mundo sin tener ni idea. Empecé a tomar apuntes en el parque sobre las historias que hay alrededor de los perros y los amos y sus costumbres y lo tengo apuntado.