La rabiosa actualidad de Josep Renau

Una exposición de los carteles de Josep Renau sirve como excusa para reivindicar una figura que hizo del compromiso político el motor de su obra artística Se expone a partir de esta semana, en el Palacio de los Scala de València, la muestra Josep Renau y el tiempo de las imágenes dentro de las actividades de WDCValencia2022. Podría parecer una obviedad, exponer la obra de uno de los grafistas valencianos más reconocidos internacionalmente. Y en realidad lo es, en un acontecimiento como este no podía faltar Renau, pero más allá de eso, vale la pena revisar el potencial de la obra que se muestra en la exposición y que fue hecha en su mayoría en los años treinta del siglo XX (antes de que Renau llegara a Berlín), vista desde este primer cuarto del siglo XXI. En pocas figuras del diseño español se puede encontrar tan evidente una lucha permanente por lidiar con sus compromisos ideológicos y al mismo tiempo poder vivir de su profesión sin renunciar en ningún momento con la búsqueda de la mejor calidad gráfica posible y la investigación de vanguardia. Ese tridente, compromiso, supervivencia y ambición estética marcan su obra desde su primera etapa como cartelista comercial, tanto para la promoción turística como en la cartelería cinematográfica, hasta su etapa más madura en el exilio en México y Alemania como grafista y también como muralista o creador de fotomontajes. La exposición se centra en sus carteles, tanto los comerciales como los políticos y bélicos. Tal como dice en su presentación, Renau era un «hombre profundamente comprometido con la cultura de su tiempo, entendía el arte como una herramienta visual más para la revolución social y política». Ese entender el arte como una herramienta para la revolución, entronca su trabajo con las vanguardias. A pesar de que estéticamente la influencia del Art Decó fue definitoria de su trabajo, en una primera etapa, la vinculación entre grafismo y compromiso político nos lleva a pensar claramente en el Constructivismo Ruso. En la exposición se destaca fundamentalmente ese compromiso ideológico y renovador de la cultura, una nueva manera de entender las imágenes que abre de manera temprana un concepto de arte público y profundamente social. Un compromiso que lo llevaría a ser el Director General de Bellas Artes del gobierno republicano y comandar el proyecto del pabellón español en la Exposición Universal de Paris en 1937, con encargo a Picasso incluido, que daría como resultado el famoso Guernica. Tampoco hay que olvidar el gran trabajo que hicieron Josep M. Sert y Luis Lacasa, como arquitectos responsables del pabellón, una pieza clave del racionalismo. Pero todo estaba imbuido por la concepción de Renau del importante papel que la propaganda y la promoción artístico-cultural podrían tener en el exterior en el marco de un conflicto como la Guerra Civil, y con ello conseguir el respaldo internacional. Él mismo es autor de diversos fotomontajes de grandes dimensiones que, tanto en el exterior como en el interior del edificio, funcionan como reclamos publicitarios para explicar la Guerra Civil y la lucha contra el fascismo que se libraba en esos momentos. Que yo sepa, es la primera y última vez que un grafista tiene semejantes responsabilidades políticas en nuestro país, si bien es verdad que Josep Renau tenía una faceta como artista plástico, muy habitual en aquella época entre los grafistas. Hay que entender ese papel de Renau, no como una capítulo ajeno a su trabajo sino como parte de él. Él entendía el arte, el cartelismo o su labor como Director de Bellas Artes como un todo, herramientas de lucha por sus ideales políticos. Cuán necesario me parece recordar, en estos tiempos de autocensura y apatía, esa generación que se jugó la piel, literalmente, por aquello en lo que creían. carteles publicitarios Volviendo a la exposición, esta está dividida en tres apartados, el primero de ellos dedicado a los carteles publicitarios y turísticos y muy especialmente a aquellos que tienen por temática la promoción de la cultura festiva del momento, nos ofrecen unas representaciones visuales alejadas del servilismo localista, llenas de armonía y belleza marcadas por la estética Art Déco. De estos carteles siempre me ha fascinado su capacidad de generar imaginarios “modernos”, digo modernos en el sentido del Movimiento Moderno. Su cartel más característico de esa época “Las Arenas. Balneario. Piscina luminosa. Valencia”, del 1932, es un verdadero manifiesto moderno. Tanto la arquitectura de los trampolines, el papel activo de la mujer a punto de saltar, el tratamiento de la luz, el contrapicado del personaje principal, el sutil erotismo, etc. Hay en él mucha vanguardia, sin las ínfulas que a veces tiene el arte. Nunca se pierde el objetivo principal, estar al servicio de la comunicación de una idea, un producto, una institución. Debería ser de visita obligada para aquellos que pierden ese referente para caer en el egotrip de sus anhelos expresivos. carteles de propaganda política Una segunda parte está dedicada al cartel de propaganda política y de guerra. Durante unos años el protagonista fue el entusiasmo para publicitar los logros de la República que, a pesar de las dificultades, emprendió cambios de modernización muy ambiciosos en diversos campos, desde la educación a la reforma agraria o el papel de la mujer en la sociedad o la legalización del aborto. Precisamente, sobre este último tema Renau tiene un fabuloso fotomontaje que aún hoy levanta ampollas entre los más conservadores. A partir de 1936, empieza la guerra y con ella la propaganda bélica. Con su poder de persuasión, Renau predisponía favorablemente al espectador hacia la acción individual y colectiva. Ante el levantamiento armado de parte del ejército, solo queda la acción popular y en ese cometido sus carteles son incisivos y mordaces para visualizar aquello que se perdería si se perdía la guerra, como así acabo pasando. En estos carteles, tipografía, fotomontajes, ilustración, color, composición están al servicio de la causa. «En ella, inicialmente, se acerca a las ideas anarquistas y, posteriormente, marxistas, haciendo un tipo de imágenes con voluntad pública. Su producción visual es un laboratorio de ideas que muestra el artista más comprometido y político». No hay deslices a ambiciones artísticas, su objetivo es claro, apoyar a la República frente al fascismo y sin embargo, algunos de esos carteles muestran una capacidad, tanto técnica como conceptual, altísima. Como Rodchenko ante la revolución de Octubre, Renau renuncia al arte (en su caso, momentáneamente) para hacer propaganda y también como en el caso del precursor del Constructivismo, justo en ese momento es cuando sus trabajos son más interesantes, más innovadores, más potentes. Otra lección de actualidad, el activismo no está reñido con la calidad y la vanguardia. carteles para cine Finalmente, para completar esta mirada al Renau cartelista, la exposición da cuenta de los carteles cinematográficos, tanto aquellos realizados todavía durante la Segunda República en València como, sobre todo, durante su exilio mexicano, donde estuvo desde el año 1938 al 1958. En este campo, el diseñador tiene que reprimir sus ansias de vanguardia para que el resultado sea apto para todos los públicos. Sin embargo, en muchos de estos carteles, se ven recursos que se emparentan con los diferentes ismos que Renau fue asumiendo. Los usos innovadores de la fotografía o la ilustración, y la tipografía conviven con recursos visuales extraídos de la tradición cultural y portadores en sí mismos de todo tipo de implicaciones simbólicas. Destaca un simbolismo basado en la tradición y la memoria visual, las cuales Renau supo explotar con gran maestría. Es muy difícil encontrar hoy gráficas que tengan ese saber del simbolismo popular sin caer en tipismos neokitsch. En 2019 se realizó en Barcelona una exposición sobre Josep Renau, en ese momento la visité con varios grupos de alumnos y en todas las visitas hubo una parte del alumnado que fue «tocado» por la potencia del trabajo del diseñador valenciano. Fue entonces cuando entendí la necesidad de mostrar obras como las suyas a las nuevas generaciones. Además de lo comentado con anterioridad, sobre la vigencia del trabajo de Renau, a poco que hayan estudiado las vanguardias y el cartelismo de principios del siglo XX, atarán cabos rápidamente. Verán cómo su gráfica estaba a un nivel similar a la mejor vanguardia gráfica de Europa y en ocasiones, cómo en sus fotomontajes, fue pionero. Pero además y como decía al principio, en su obra hay un equilibrio visible, casi tangible, entre compromiso social, ambición artística y profesionalidad pragmática que sigue siendo una lección tremendamente valiosa para los/las que quieren dedicarse a esto del diseño gráfico. Termino con una breve mención al grafismo de Iban Ramón para comunicar la exposición. Sin caer en el manierismo, la gráfica revisita Renau haciendo al mismo tiempo actualización y homenaje.

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