La libertad de trabajar gratis

Querida Cira,

Hablando de libertades he de decirte que yo he ejercido la mía y he trabajado gratis en más de una ocasión. ¿Quién no lo ha hecho? Por lo que sé, la mayoría en los inicios de la profesión, también por los compromisos de la vida con amigos y familiares y más tarde incluso para clientes o porque las neuronas han invitado a hacerlo.

Como imaginarás me llegó tu carta. Gracias por compartir tus reflexiones conmigo, me gusta saber de ti y leer unas líneas que siempre me inspiran al diálogo, a la reflexión y al debate. Ya sabes que el intercambio de opiniones me parece de lo más fascinante y enriquecedor de nuestra especie.

Estoy totalmente de acuerdo contigo en la importancia de aprender a decir no. Me parece un ejercicio de lo más funcional para ejercer la libertad, y estaba pensando en la libertad de decir que sí cuando la vida nos pone en situaciones en las que, a priori, deberíamos dar un no por respuesta. Tu carta me ha hecho recordar que yo me he hallado en esta situación a menudo, por ejemplo cada vez que he decidido trabajar de manera gratuita, sin cobrar por ello. Y digo «he decidido» porque ahora soy consciente de que lo decidía yo, aunque al principio pensara que era la vida la que me llevaba a una calle sin salida. Eso sí, con el tiempo –aunque seguí haciéndolo– lo hice con consciencia y digamos que siguiendo ciertas normas o protocolos que me fui imponiendo según adquiría experiencia.

Una de las situaciones que más me ocurría, o mejor dicho que nunca dejó de ocurrirme, era la de amigos o familiares que venían a mí con diferentes necesidades. Desde felicitaciones familiares, carteles de fiestas privadas o currículos, hasta lo que yo llamo BBCE (Bodas, bautizos, cumpleaños y entierros). Y por supuesto aperturas de negocios de más o menos envergadura desde el freelance o el autoempleo hasta empresas con otras necesidades. Estos encargos, por ponerles algún nombre, se realizaban o bien dándolo por hecho o bien pidiendo un presupuesto con la boca pequeña. Pero claro, yo a mis amigos los quiero mucho y nunca me vi con fuerza de cobrarles.

En los comienzos he de decirte que incluso me vino bien ya que estos trabajos me servían de práctica. Eran tiempos en los que iba perdido y en los que no sabía muy bien en qué ocupar mi tiempo, ahora los anhelo y más de una vez me pregunto en qué estaría pensando. ¡Tenía tiempo! Pero claro, con el paso de los años la cosa se fue complicando. Por mi carácter fui ampliando mi lista de amigos y con ella la de peticiones a las que no quería decir que no. Con mi experiencia y madurez también fui adquiriendo consciencia y cierta frustración al comprobar que un amigo no siempre agradece el trabajo que has realizado por él… En la mayoría de ocasiones no se trata de nada personal, tan solo de desinformación e ignorancia unido a veces a una falta de empatía. Digamos que tiene una culpa inconsciente ya que por mucho que te empeñes nunca va a ver esto como tú, lo cual no significa que no sea un buen amigo, aunque a veces puede darse el caso de que así sea. Es entonces cuando experimentas una mezcla de sentimientos entre aniquilar y cortarte las venas. Por suerte este pensamiento es efímero, pero eso es muy largo de contar.

A lo que voy, con el tiempo comencé a distinguir en estos “encargos” los que eran personales / sentimentales (BBCE) –sin un rendimiento económico– y los que eran profesionales, léase primeras tarjetas, marcas, web, etc. En los primeros decidí que hiciesen lo que quisiesen conmigo, hasta cierto punto claro. ¿Quién se va a poner a discutir con una pareja sobre su tarjetón de boda?. Yo no. En los segundos les pedí libertad absoluta, timings holgados, les informé del precio de los servicios prestados y en la mayoría de casos cerré un acuerdo de colaboración de intercambio de servicios; un pacto tipo “Yo te ayudo – Tú me ayudas”. Con esto intenté que valorasen de verdad lo que estaba haciendo por ellos. No siempre lo conseguí y, aunque siempre tuve claro que lo hacía por que quería, también en algunos casos aprendí a decir que no.

Otro de las situaciones en las que me he visto envuelto es la típica de negocio que comienza y no tiene los recursos suficientes. En estos casos hay veces en las que me he enamorado de los proyectos y he confiado en las personas que lo llevaban a cabo. Aquí podría decirse que he trabajado gratis hasta cierto punto ya que en la mayoría he tenido retorno casi inmediato e incluso a largo plazo. He de decirte que en estos proyectos el sí siempre ha nacido de mí, nunca me he involucrado en proyectos en los que se me vendían como “esta es tu oportunidad”, de esto más bien he huido.

Bien, cuando cupido me ha asaltado con estos proyectos he sido siempre extremadamente escrupuloso y he redactado siempre documentos que reflejaban el acuerdo que siempre mostraba una contraprestación. Nunca me he puesto a trabajar a cambio de nada. En la mayoría de estos casos he cerrado contratos de intercambio de prestación de servicios –lo que ahora llaman acuerdo “win to win”– e incluso otros beneficios a largo plazo como han podido ser porcentajes de beneficios por la venta de productos o servicios. En épocas de escasos encargos trabajar “gratis” para estos proyectos ha sido casi una bendición. Te asombrarías de lo que uno puede llegar a intercambiar. Después de algunos de estos trabajos he querido viajar a la época del trueque y mandar a tomar viento a este sistema económico.

Otras veces cupido me ha cegado directamente y dicen que el amor es ciego, con lo que contra esas situaciones no he podido luchar y no siempre me han salido bien. Ha sido el caso de colaboraciones que me han ofrecido: diversas ONG, proyectos de índole cultural, etc. Eso sí, con el tiempo he desarrollado mi olfato para identificar las que realmente eran interesantes en sus beneficios no económicos. De estos trabajos uno espera siempre unos beneficios sociales que le ayuden a posicionarse; beneficios de promoción que le den visibilidad con la esperanza de que lleguen otros trabajos, etc. y no siempre es así. En estos casos hace tiempo que tomé como norma el equilibrio entre el tiempo disponible y el tiempo dispuesto, y también el ánimo de lucro que se encuentra realmente tras el proyecto.

Para terminar, buceando en mis recuerdos, encuentro con extrema placidez aquel tiempo invertido en el que he trabajado gratis para proyectos personales, tiempo que aprendí a disfrutar, perfeccionar y sacarle provecho. Es más, creo que hasta ahora nunca fui consciente de que era trabajar gratis ya que siempre lo vi como una inversión segura, una oda al esfuerzo direccionado.

Quizá ese sea el quid de la cuestión, decir sí a trabajar gratis cuando uno lo haga realmente por sí mismo en la consciencia de que no existe un aprovechamiento ajeno y en la seguridad de que realmente va a obtener algo a cambio que ciertamente valora.

Querida Cira, no sé qué opinarás tú al respecto. Es un tema delicado este, pero ante todo creo en la libertad y la consciencia de las decisiones.

Dicen que hoy es el día mundial de la poesía y aunque no creo en los días mundiales de nada, quizá es un buen día para leer un poema.

xxxoooxxx

Daniel.

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