La semana pasada el periódico El Mundo publicó una serie de noticias alrededor de la agencia Trasgos que, presuntamente, estaba implicada en la red Gürtel de adjudicaciones públicas. [Ver noticias aquí]
¿En serio? ¡No me lo puedo creer! ¿Entonces han descubierto que Trasgos, presuntamente, se quedaba con todos los proyectos de imagen del ayuntamiento? ¿Y que tenía cuatro sociedades para presentarse a los concursos y ganar siempre? ¿Y que facturaron un montón de dinero? ¿Ahora? Repito ¿Ahora se enteran? [Todo lo anterior, repito, presuntamente que luego me meto en cada lío]
Es gracioso ver como salen estas noticias en los medios porque cualquiera que desarrolle su actividad en Valencia sabe como funcionan ciertas instituciones desde hace décadas. No es un casualidad que el nivel de calidad de la imagen institucional haya caído en picado desde hace tiempo. Solo hay que ver la cantidad y calidad de los trabajos que presenta Trasgos en su web. [Tengo el corazón dividido desde hace años entre el logo de la Agencia Valenciana de la Salud y el de la Fundación Deportiva Municipal. Como los veo tanto no se de cual enamorarme. Es un sinvivir.]
Pero lejos de ser una anécdota esta práctica es habitual en todas partes. ¿Quién no conoce en su ciudad la agencia que se queda todo lo que hace el Ayuntamiento? ¿O en la comunidad autónoma? ¿Quién no conoce una agencia que tiene otras denominaciones, pero que en el fondo son la misma, para presentarse a concursos y cubrir los requisitos?
Las conoceréis porque la mayoría tienen instalaciones impagables en las que apenas trabaja gente, y que en su mayoría son unas perfectas desconocidas dentro del sector. La famosa Orange Market del ‘Bigotes’ era un buen ejemplo. También porque la mayoría o no tienen web o tienen una en la que muestran sus trofeos públicos. Webs horripilantes con trabajos que han debido ser aprobados por clientes ciegos o muy bebidos. O las dos cosas.
Incluso otras agencias más conocidas y capacitadas que eran capaces de englobar todo tipo de servicios en una misma empresa también jugaban a este juego del ‘tu que me das a cambio’ junto a imprentas, fotógrafos, diseñadores, ilustradores, directores de museos… Todos sabemos como funciona el mundo de las comisiones. Una mano por aquí otra por allá y luego el trabajo ya veremos quien lo hace. O si se hace, que más de una vez el trabajo no se ha llegado ni a realizar.
Agencias pobladas de becarios, freelancers, amigos, jóvenes mal pagados o incluso explotados con horarios intempestivos, en plazos de entrega inauditos, todos ellos dirigidos muchas veces por verdaderos incapacitados para este oficio.
¿Y esto por qué? La causa de este tipo de presuntos trapicheos en el sector creativo es variopinta pero seguramente es igual que en cualquier otro sector. La corrupción llega a todas partes y el diseño no iba a ser menos. Pero personalmente tengo una teoría, no sé si acertada, de que el sector de la creatividad tiene una condición especial.
¿Cuánto cuesta la creatividad? ¿Cuánto cuesta un logo? El diseño gráfico, la imagen, la comunicación son términos muy poco tangibles y ahí es donde hay un verdadero filón. Si no existe un precio de mercado claro y definido las facturas se pueden hinchar de forma muy abultada. Si un logo puede costar desde 500 hasta 18.000 -límite legal-, pues que cueste 18.000. Y si tiene que valer más y hay que hacer un concurso con 4 presupuestos, pues se presentan 4 presupuestos -todos del mismo grupo- y listo. Más de una vez me han llamado para participar de ‘mariachi’ para completar presupuestos. «Hemos pensado en ti para hacer este trabajo», aunque en el fondo lo que querían decir es: «Envíanos un presupuesto que nos falta uno para completar»
Si además para desarrollar cualquier trabajo gráfico -un logo, un cartel, unas invitaciones- se necesita apenas un ordenador y un becario pues perfecto. ¿La calidad? Eso es lo de menos. Una oficina, unas mesas, unos ordenadores, un par de chavales con ganas y buenos contactos y a ¡guanyar diners! Ha pasado y pasará en cada una de nuestras ciudades.
En otros proyectos que desarrollan las instituciones hay unos costes que cubrir, unas garantías que cumplir, y sobre todo un precio de mercado que, salvo ocasiones, es complicado hinchar. Para hacer un puente se necesita un tipo de hormigón o cumplir unas normas de seguridad -excepto Calatrava, que él va por libre-. En este sector no se mata a nadie por hacer un cartel horroroso. Es feo pero ahí está. Aunque ahora que me acuerdo, a veces también hay empresas que esgrimiendo temas de seguridad en las web les pasan unas facturas a los clientes que déjate de Gürtels.
Ahora hay toda una fauna de pseudo profesionales que lo único que les preocupa es tener contactos, buenos amigos y hacer negocios. ¿A quién le va a importar que el Ayuntamiento tenga una imagen deplorable? Si al político no le importa a ellos menos. Algunos incluso se creen que hacen un gran trabajo, aunque algunos confiesan en privado que saben que hacen un trabajo indigno. Estos últimos son los peligrosos los que saben lo que hacen.
Hace mucho aquellos que se dedicaban a esto del diseño eran personas preocupadas por su profesión, por la calidad de sus proyectos, por el buen hacer, por ganar dinero también pero no era su principal objetivo. Estos ahora no son los elegidos. La meritocracia no es un valor en alza en estos momentos. Con lo fácil que sería contar con los mejores. Si cuesta lo mismo -o menos- hacerlo bien que mal.
En el fondo es que nos sabemos buscarnos amigos, hacer contactos y sacar la cartera cuando toca. Qué mucho invitar a cafés y a cervezas y no nos damos cuenta de donde hay que estar y con quien.
¿A que os suena todo lo que os he contado? Y van y se enteran ahora. Pues si solo tenían que preguntar un poco, si los diseñadores somos muy de contarlo todo.