Juzgar la excelencia con el color de un lápiz

En unas horas cojo el tren para asistir como jurado a los Premios Junceda de la Associació Professional d’Il·lustradors de Catalunya. En cuanto acabe mañana, me subiré a un taxi para que me deje lo antes posible en el aeropuerto del Prat para embarcar sin esperas rumbo a Londres. Asistiremos como medio internacional a la Semana del Jurado de los Premios D&AD. Y así casi cada semana…

Asistir a los D&AD me hace mucha ilusión. Desde que estudiaba por allí, esta institución era lo más de lo más. Y sigue siéndolo –más de 50 años en ello–. Unos premios  a los que se presentan más de 20.000 proyectos de todo el mundo es todo un acontecimiento. Conseguir un lapicito de estos debe ser la leche..

Juzgar el trabajo de los otros es una mezcla de placer, responsabilidad y miedo:

Placer, porque no hay nada como ver lo que hacen los demás y disfrutar de los grandes y maravillosos proyectos ante tus ojos. ¡Qué fácil parece todo cuando no lo has hecho tú!

Responsabilidad, porque juzgar, ya lo he dicho muchas veces, es injusto y por mucho que lo intentes siempre hay proyectos que no se juzgan en su justa medida, o que no los ves con los ojos que se debería. El gusto personal siempre se presenta como juez infalible.

Miedo, porque ver lo que pasa por ahí fuera es aterrador a dos bandas. Por un lado, la cantidad de trabajo que hay que no tiene ningún riesgo, que son simplemente correctos sin más. Pero por otro la cantidad de virtuosos que son capaces de presentar propuestas muy, muy brillantes. Y cuando miras quién está detrás, descubres que es alguien que apenas acaba de empezar en esto. Menudo futuro nos espera.

A pesar de todo, con el tiempo vas dándote cuenta de que aunque hay injusticia la vista se afila y mejora con el tiempo. Cada año que pasa el background visual es mayor, la cantidad de corrientes y opciones gráficas que vemos es mayor y podemos comparar.

Al igual que un buen experto en vinos es capaz de ver matices que los demás, por falta de experiencia y degustación, no son capaces de percibir, aquí pasa algo parecido. Cuanto más ves más eres capaz de saber a primera vista si lo que tienes ante tus ojos tiene valor o no. Tal vez necesitas varias degustaciones, un poco de reposo o incluso acompañarlo con consejos de otros… pero con un pequeño sorbo puedes percibir las diferentes notas visuales.

Y como cada paladar es diferente y siguiendo el símil vinícola, al final lo que ocurre es que cada uno cultiva y produce el vino como cree que es mejor. Es un tema de paladar visual. Cada uno elige el color, la tipografía, la composición… igual que se elige la variedad de uva, la mezcla que va a llevar, las barricas, el tiempo de fermentación… Vamos, que lo que para unos es exquisito para otros es un horror.

Aun así, cuando pruebas un gran vino –de los caros– se nota mucho. Muchísimo y ahí siempre hay consenso. Al juzgar diseño pasa igual. Ante un proyecto brillante todo el mundo está de acuerdo… y ante un proyecto con matices, siempre hay disparidad de opinión.

Espero que la semana esté llena de grandes reservas y añadas estupendas de las que disfrutaré y os haré partícipe para que todos podamos paladear, entre la selva y el ruido del diseño, el suave sabor de la excelencia visual.

A ver si tengo suerte y me traigo un lapicito de esos, que me hace ilusión. Os dejo que pierdo el tren…

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