Irlanda convertirá en permanente su renta básica para artistas a partir de 2026

El programa piloto, iniciado en 2022, ha demostrado mejorar la estabilidad, la salud mental y la producción de más de 2.000 creadores. Cada euro invertido ha generado un retorno social de 1,39. Irlanda se prepara para dar un paso histórico: convertir en política permanente su Basic Income for the Arts, el programa que desde 2022 ofrece un ingreso garantizado a artistas y trabajadores creativos. La medida, pionera en Europa, nació como un experimento social y se ha consolidado como una herramienta de estabilidad para el sector cultural. A partir de 2026, el Gobierno irlandés abrirá una nueva convocatoria con criterios ampliados, tras confirmar que el piloto ha cumplido sus objetivos y genera beneficios medibles para la economía y la sociedad. Durante tres años, 2.000 artistas seleccionados aleatoriamente —entre más de 8.000 solicitudes— han recibido 325 euros semanales, unos 1.400 al mes. A cambio, solo debían participar en las evaluaciones del programa: encuestas sobre su bienestar, tiempo de trabajo o producción artística. No había informes que justificar, ni plazos de entrega, ni presión por resultados. El objetivo era medir qué ocurre cuando se otorga libertad económica a la creación. Los datos han sido contundentes. Según los informes publicados por el Department of Tourism, Culture, Arts, Gaeltacht, Sport and Media, los beneficiarios dedican más horas a su práctica artística y menos a trabajos ajenos al sector, reportan una mejora significativa en su salud mental y una mayor continuidad profesional. El análisis coste-beneficio cifra en 1,39 euros de retorno social por cada euro invertido, con un coste neto estimado de menos de 72 millones de euros. Es decir, el programa no solo ha mejorado vidas, sino que ha demostrado ser rentable para el país. https://www.instagram.com/reel/DLFAuuEq-Qa/?utm_sourceig_embed Más allá de las cifras, el proyecto irlandés ha redefinido la relación entre Estado y cultura. Por primera vez, un gobierno europeo trata el trabajo artístico no como un privilegio, sino como un servicio público con valor económico y simbólico. “No se trata de subvencionar el arte, sino de permitir que exista”, resume una de las participantes en el informe cualitativo del programa. El éxito del piloto ha llevado al Ejecutivo a extenderlo seis meses más, hasta febrero de 2026, mientras se diseña el nuevo marco permanente. El llamado successor scheme incluirá una segunda fase de inscripción prevista para septiembre de ese mismo año. Se mantendrá el pago semanal, aunque aún no se ha confirmado si el número de beneficiarios aumentará ni cómo se integrará el programa en los presupuestos plurianuales de cultura. Lo relevante es el cambio de enfoque: Irlanda ha convertido la inversión cultural en política social, vinculando la creación artística con la salud, la cohesión y la economía nacional. Y ese gesto tiene un valor simbólico enorme en un continente donde los creadores siguen atrapados entre la precariedad y la dependencia de subvenciones puntuales. España: el espejo que falta En España, el debate sobre una renta básica cultural apenas ha comenzado. Las ayudas al sector siguen siendo intermitentes y dependientes de convocatorias competitivas que penalizan la continuidad. Mientras Irlanda ensaya un modelo estructural, aquí la mayoría de los creadores continúa navegando entre facturas, intermitencias laborales y una protección social casi inexistente. El caso irlandés ofrece una lección clara: invertir en cultura no es gasto, es retorno. Significa fortalecer una identidad colectiva, mejorar la salud mental de una población sometida a la precariedad y generar innovación desde la base. Irlanda lo ha demostrado con datos y rigor. La pregunta es si España se atreverá a hacer lo mismo: garantizar que crear no sea un lujo, sino un derecho.

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