iF Design Trend Report 2025: cuando las tendencias esconden las verdaderas preguntas

Cada año, el iF Design Trend Report se presenta como un faro para quienes quieren entender hacia dónde va el diseño. En su edición de 2025, el informe repite con solvencia su estructura habitual: un repaso a seis grandes transformaciones sociales, miles de propuestas analizadas a nivel global, decenas de conceptos vinculados a la sostenibilidad, la inteligencia artificial, la cohesión social o la economía emocional. Aparentemente, todo en orden. Pero cuando se observa con un poco más de distancia, el informe deja una sensación incómoda: la de que se están esquivando algunas de las preguntas clave del presente. O, al menos, no se están respondiendo con la claridad y urgencia que el momento requiere. Porque una cosa es mapear tendencias —algo que el informe hace con notable exhaustividad— y otra muy distinta es interpretar qué significan, a quién afectan y quién se está quedando fuera. Y es que si algo revela esta edición 2025 no es tanto el rumbo del diseño, sino sus contradicciones más profundas. La IA no solo ayuda: sustituye Una de las grandes protagonistas del informe es la inteligencia artificial. No es para menos. Herramientas como Midjourney, Adobe Firefly, Spacemaker o Runway están reconfigurando los flujos de trabajo en todas las disciplinas del diseño. El documento menciona su capacidad para generar imágenes, automatizar procesos, detectar patrones, acelerar iteraciones. Hasta aquí, nada nuevo. Pero detrás de los ejemplos positivos, lo que realmente está ocurriendo —y que el informe apenas señala— es un desplazamiento de profesionales: diseñadores gráficos, ilustradores, redactores, fotógrafos y creativos que ven cómo parte esencial de su trabajo ya no depende de ellos. El informe prefiere hablar de “colaboración” entre humano y máquina, pero pasa de puntillas por el hecho de que muchos diseñadores están quedándose literalmente sin trabajo. No es una predicción, es una realidad. Y, sin embargo, no hay una sola mención a cómo enfrentar ese impacto estructural. Ni una referencia al papel de las instituciones del diseño en esta transformación. El silencio, en este caso, también es una postura. Aprender, sí. Pero ¿aprender qué? El documento subraya que el nuevo diseñador necesita una formación transversal. Que debe dominar tanto herramientas digitales como pensamiento estratégico, ética del diseño, economía circular o psicología del comportamiento. Y tiene razón. La formación ya no puede limitarse a saber manejar software o a componer tipografías. Pero lo que el informe no dice es que, en la práctica, el acceso a esa formación sigue siendo desigual, y que muchas escuelas y universidades aún no han actualizado sus planes de estudio al ritmo que exige el mercado. Mientras en países como Taiwán se diseñan programas académicos directamente alineados con los desafíos laborales emergentes, en otros contextos —incluido el español— esa renovación es parcial, lenta o directamente inexistente. Y mientras tanto, el mundo cambia. Con o sin nosotros. ¿Dónde están las organizaciones? Otro de los vacíos notables del informe es el papel que juegan (o deberían jugar) las organizaciones de diseño. El documento cita con ligereza que el diseño “está en el centro de las estrategias de innovación de muchos gobiernos”, pero no entra a evaluar quién representa a los diseñadores, quién defiende sus intereses o quién articula la voz del sector ante retos como la automatización, la precarización o el impacto climático. El informe parece asumir que el diseño avanza por inercia. Que se adapta solo. Que las grandes corporaciones, universidades o estudios son los motores del cambio. Pero en todo ese discurso falta una estructura de representación profesional que impulse, coordine o al menos debata colectivamente los desafíos de fondo. Las organizaciones aparecen como espectadoras más que como agentes activos. Y eso, en un momento como el actual, es más que preocupante. ¿El diseño transforma o reacciona? Quizá la pregunta más incómoda de todas sea esta: ¿las tendencias que recoge el informe están siendo impulsadas por el diseño o el diseño simplemente se está adaptando a ellas? Porque buena parte de los vectores que se citan —transición ecológica, cambio demográfico, crisis energética, polarización social, disrupción tecnológica— no nacen del mundo del diseño. Son realidades impuestas desde otros campos: la geopolítica, la economía, la sociología, la ciencia. Lo que hace el diseño, en muchos casos, es reaccionar. Resolver. Hacer más comprensibles o accesibles procesos que ya están en marcha. Y eso está bien. Pero si el diseño aspira a tener un papel más transformador, debe dejar de correr detrás de las tendencias y empezar a cuestionarlas, a reescribirlas, incluso a anticiparlas. El informe lo insinúa, pero no lo plantea con la firmeza necesaria. Un informe necesario, pero no suficiente En definitiva, el iF Design Trend Report 2025 es una herramienta útil. Una cartografía global que permite ver por dónde se mueve el diseño en distintas latitudes. Pero no basta con identificar tendencias. Hay que interpretar sus consecuencias. Y, sobre todo, hay que asumir una posición crítica: no todo lo que viene es bueno, ni todo lo que se adapta es progreso. El diseño no puede conformarse con mejorar el mundo que le dan. Tiene que imaginar el mundo que falta. Y eso exige otra clase de liderazgo, otra clase de instituciones, y otra clase de preguntas. Las que no aparecen en este informe.

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