Esto era uno de Zaragoza, uno de Menorca, otro de México, una italiana, unos valencianos, unos catalanes, unos madrileños, una andaluza… Todos se unieron en una ciudad medieval, no una cualquiera sino en la que nació Fernando el Católico, sin cobertura, aprendiendo a diseñar tipografías, de cero a cien en una semana. Parece un chiste pero es verdad.
Este fin de semana me he acercado a Glíglifo. Una actividad tipográfica que se desarrolla en Sos del Rey Católico (Zaragoza) dirigida por Pedro Arilla (Don Serifa) y Damià Rotger (Dúctil) en la que pretenden y consiguen que quienes asisten a sus clases tengan los conocimientos necesarios para desarrollar con suficiente solvencia el diseño de una tipografía en apenas una semana.
Llegué casi al final, pero ver cómo verdaderos neófitos en la materia eran capaces de desarrollar proyectos tipográficos desde cero con calidad y solvencia dice mucho del ambiente y del compromiso de todos. Normalmente en este tipo de eventos, y más en verano, siempre hay mucho de risa y ocio, pero aquí el plan es ambicioso y nadie se duerme.
En verano este tipo de ‘campamentos piscineros’ son muy recomendables. Se conoce a gente nueva, se pone cara a los amigos digitales, se adquieren nuevas habilidades, nuevas formas de hacer, nuevas herramientas, nuevos trucos y secretos de la profesión y, sobre todo, este tipo de cursos sirven para romper con la rutina. Es muy importante salir de la caverna de nuestro estudio y coger aire y ánimos. De ese modo, en convivencia ‘Gran Hermano’ nos damos cuenta de que ni somos tan especiales, ni tan raros, ni tan buenos. Que siempre hay mucho que aprender y descubrir.
Y esto no debería tener edad. Siempre encuentro a gente relativamente joven, pero estaría bien que algunos que ya solo tienen canas se pasaran también por este tipo de eventos para ponerse al día y también para enseñar lo que saben a los demás. Que en Glíglifo también hay tiempo de conferencias y exposiciones de proyectos personales.
En Glíglifo mucha piscina no he visto (aunque la había). Incluso los del pueblo estaban sorprendidos porque los ‘niños’ no habían ido a refrescarse a la piscina municipal. También estaban un poco extrañados porque no sabían muy bien qué hacían esos 20 tipos durmiendo en el albergue juvenil como niños de colegio y trabajando 8 horas diarias haciendo no se sabe qué con letras. Asumimos que somos raros y que ni nuestros propios padres lo saben tampoco.
Lo que sí sé es que como experiencia es altamente recomendable para todos aquellos que quieran aprender los fundamentos de la creación tipográfica, asistida por dos profesionales que conocen bien todos los secretos del diseño de la letra. Desde la historia y la composición, pasando por el software y acabando por el dibujo y la vectorización.
Un campamento de verano que cambia las gallinas, tirolinas y tiendas de campaña por kerning, remates, palos secos, diacríticos, líneas Gromenauer y demás palabrería técnica.
Si podemos, el año que viene, desplazamos la redacción a Glíglifo y nos tomamos unas vacaciones tipográficas la mar de bonicas. Pues eso. ¡Rediós! Que me ha gustao. ¡Qué pasa pues!
PD. Forrar las mesas con papel es ideal. Los bocetos y comentarios dibujados son automáticos. Para pensarlo seriamente en el estudio.