Alumnos de Elisava presentan a Jordi Roca de El Celler de Can Roca siete soluciones disruptivas de Food Design.
Los proyectos, de los estudiantes de cuarto curso del Grado en Diseño de Elisava, forman parte de un proyecto de investigación impulsado en colaboración con El Celler de Can Roca para encontrar posibles soluciones sistémicas a problemas existentes en el ámbito de la alimentación.
Con la fusión del diseño y la gastronomía, la producción y la industria, y otros aspectos esenciales y necesarios se han elaborado propuestas innovadoras para aplicar a los escenarios actuales. A partir de una profunda inmersión formativa a través de talleres, experiencias y charlas, se han abierto nuevos horizontes al Food Design, entendiendo que es necesario actuar desde la agricultura, hasta la mesa.
food design, un agente de cambio
El mundo agroalimentario y gastronómico avanza y se transforma rápidamente y, especialmente en los últimos tiempos, la cocina se ha convertido en una disciplina admirada y valorada por el conjunto de la sociedad. En el marco de esta tendencia creciente, el Food Design va más allá de la comida, es un ámbito del diseño que actúa como agente de cambio para mejorar el sistema agroalimentario de nuestra sociedad tanto a nivel cultural, social, económico o técnico para garantizar un futuro sostenible y saludable.
El Food Design debe ser un agente de cambio para garantizar un futuro sostenible y saludable.
El resultado de la investigación de los alumnos de Elisava se ha materializado en siete proyectos que reflexionan y dan respuesta a cuestiones importantes de nuestros sistemas alimentarios de forma holística, concreta y con impacto.
Los alumnos han sido tutorizados por Jordi Roca, cocinero de El Celler de Can Roca, Héloïse Vilaseca, responsable de I+D de El Celler de Can Roca y Mariana Eidler, Directora del Food Design Lab de Elisava, el laboratorio que promueve el Food Design como agente de cambio.
siete proyectos
El proyecto Tres Erres, de la alumna Mar Vallory, es un catálogo completo de 95 colorantes en polvo plant-based y ecológicos destinados a la restauración. Los colorantes están elaborados a partir del aprovechamiento de los restos y los excedentes alimentarios del sector vegetal y transformados en polvo. El Celler de Can Roca ha probado la propuesta introduciendo los alimentos en polvo a recetas de cocina con resultados satisfactorios. El proyecto también tiene un trasfondo didáctico, práctico y útil. Existen cuatro pantoneras diferentes (primavera, verano, otoño e invierno), según el producto de temporada, para respetar al máximo la proximidad y localidad del alimento. El proyecto crea un diseño sistémico de un producto dentro de los términos de sostenibilidad, 0 waste y circularidad que crea conexiones para luchar en contra del derroche alimentario.
Bon Profit!, la propuesta de Clàudia Peraire, es una herramienta lúdico-educativa en formato de juego de cartas que tiene como objetivo concienciar y aprender sobre el derroche alimentario en torno a los niños de entre 6 y 12 años. En cada baraja de cartas encontramos ochenta cartas de alimentos y diez cartas de ayuda (una cocinera, la familia o una monitora) que dan una alternativa a derrochar. La dinámica del juego consiste en escoger un personaje que tiene asociado un alimento que rechaza e intercambiar este alimento para evitar que acabe derrochado.
La gran taula, de Marta Casañas, propone un servicio innovador que conecta los mercados con el sector de la restauración que proporcione una comida sana y económica a los estudiantes de la universidad. El servicio consiste en proporcionar a los restaurantes el excedente alimentario de los mercados de la zona para que elaboren menús que se puedan consumir en un espacio rediseñado del entorno público y urbano. La alumna presenta el innovador servicio y el sistema modular del mobiliario que se situaría en los espacios urbanos de Barcelona rediseñados para acoger a los estudiantes en la hora de comida. Principalmente estos espacios están situados en las plazas próximas en las universidades y los mercados municipales de Ciutat Vella de Barcelona.
Depende, de Diego Quílez, es una joya de plata en forma de anillo que se pone en la boca y que produce una experiencia gastronómica diferente basada en los sentidos. El objeto desarrolla al máximo el sentido del gusto y del olfato y, a través de unas gotas con gustos y olores concentrados se puede experimentar la alimentación de una forma totalmente novedosa. Depende invita al cambio, a experimentar y sentir, a soñar con un mundo en el cual con una única gota, o incluso con dos, podamos llegar a alimentarnos.
2100 es el proyecto distópico de la alumna Naila Gordils que reflexiona sobre cómo sería un mundo sin la agricultura. El proyecto se concreta en un tótem dodecaedro vertical con unos círculos, donde cada una de las caras del tótem representa los meses del año, y los círculos, los diferentes tipos de cultivo según el fruto. Este tótem se situaría en tierras degradadas y recordaría qué frutas y verduras existían en cada época del año si la agricultura hubiera desaparecido. 2100 es un proyecto de diseño conceptual, crítico y distópico que nace a causa de la preocupación por el descenso del sector agrario tradicional.
El funeral de la leche, del alumno Liam Kelly, es un documental que pone de relieve la situación actual crítica del sector lechero vacuno en Cataluña, así como el riesgo de extinción de los pequeños productores. El proyecto plantea una comida donde cocineros, que han creído en una leche de calidad y proximidad, y pequeños productores que se han ocupado de producirla, se sientan a comer y a dialogar con un tono emotivo y de amistad sobre el pasado, presente y futuro de nuestro sistema de alimentación. Actualmente, en Cataluña, los pequeños productores lecheros distribuidos por el territorio catalán se ven forzados a abandonar la actividad a causa de la falta de rentabilidad económica. Empobrecidos y endeudados a menudo se ven obligados a deshacerse de vacas productivas para poder cubrir costes. Esta pérdida se puede considerar una problemática sistémica, puesto que afecta a todo el entorno rural así como la gastronomía tradicional local.
Time is (not) money, de Luís Garí, propone una experiencia multisensorial para evidenciar el paso del tiempo a través del cambio natural generado en un alimento, donde los comensales, aislados del mundo exterior, se cuestionan la relación que tienen con los alimentos y el tiempo. El proyecto se materializa a través de una mesa redonda donde se sitúa un aro de plata con unas pinzas para sujetar los alimentos y permitir hacer un análisis esmerado.