España, un país de pandereta

Hoy iba a escribir sobre otra cosa, pero no me sale. Hoy iba a hablar del negocio del diseño pero lo dejo para otro día.

Hoy es un día extraño en España. De incredulidad. De sorpresa. De ganas de emigrar. Por simple estadística el 33% de los que nos leéis -desde España- os gusta el azul. Es un color como otro cualquiera si no fuera por lo que simboliza. No es un color como otro cualquiera, lo siento. Es el color que simboliza valores imposibles. Representa el país de pandereta que somos.

Es algo que no acabo de entender. ¿Se puede ser más tonto que elegir un color que te sienta mal? Me gusta la historia y cuando veo ciertas actitudes, cantos, proclamas no puedo más que pensar que estamos igual que hace 80 años. No hemos cambiado ni una coma. Por eso cogemos los textos de Lorca, Hernández, Alberti, Machado… y siguen valiendo palabra por palabra. Ya dijo aquel que lo dejaba todo atado y bien atado. ¡Qué país!

No puedo ni imaginar qué es lo que estarán pensando los miles de personas que han estado viendo esto desde la distancia. Seguro que lo que menos se les pasa por la cabeza es volver. Su incredulidad será mayor que la nuestra. La distancia te da mucha perspectiva e imagino que ellos se darán cuenta de que este país tiene poco remedio y poco futuro para ellos. ¿Quién quiere volver a un país con tanto tonto por metro cuadrado?

Como siempre intento ver las cosas desde el lado optimista, hago las cuentas a la inversa, y al 70% del país le gustan otros colores. Eso me esperanza. Al menos sé que no estamos rodeados de tanto mal gusto.

Si hay personas que son capaces de elegir ese color será porque les gusta. Sus motivos tendrán. Y entonces me pregunto: ¿Cómo podemos los diseñadores hacerles ver lo maravillosos que son otros colores?

Tenemos dos opciones. Nos quedamos lamentándonos en nuestros muros de Facebook o hacemos algo como Polster, por ejemplo. Y si alguien puede hacer algo, esos somos nosotros.

Mi única esperanza es que todos los partidos que ahora se lamentan de lo mal que les ha ido, se acuerden de la cantidad de profesionales y conocimiento que han ninguneado con la frase ‘lo hemos hecho internamente’, ‘no nos ha costado ni un euro’. Igual habría que ir pensando en contar con aquellos que saben de verdad, con los de probada solvencia y no con los amigos que saben dibujar y tienen un ordenador.

¿Qué precio tiene haberlo hecho mal?

No me cabe la menor duda de que somos como somos y que no somos mucho peores que en otros países. Solo hay que ver lo que ocurrió con el Brexit. Los políticos son capaces de influenciar a la población. Son unos expertos en comunicación mucho más que nosotros que somos demasiado estetas.

Una vez Fernando Gutiérrez me dijo que los diseñadores somos capaces de cambiar el mundo con nuestro trabajo, con nuestros mensajes, con nuestros colores y con nuestros conceptos. En su día me parecía una misión un tanto ambiciosa pero tal vez merezca la pena. ¿No os parece? ¿O cogemos la pandereta y seguimos cantando?

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