«Rediseñar el sector del cómic para que los creadores puedan vivir dignamente de su obra» por Álvaro Pons

¿Es posible el deshielo? Retomando un tema que ya trató en Gràffica. Pons expone los datos, y hace sugerencias. Queremos saber tu opinión en los comentarios.

La denuncia que se ha movido estos días en las redes no es nueva: el porcentaje de derechos que se lleva la autoría de un cómic es ínfimo respecto al de otros miembros de la cadena de producción y evita que se pueda vivir dignamente del trabajo creativo.

Y aunque las causas de que haya renacido esta polémica vengan de otro tema que tiene más que ver con los problemas de un sistema económico que está dominado por las estructuras de intermediación y no por las de producción, la situación de los autores y autoras en este país es tan crítica que todo momento es bueno para señalarlo y para reflexionar, en la línea de lo que ya hablamos por aquí sobre la Edad de Hielo de los autores y autoras.

Así que la pregunta que debemos hacernos es: ¿se debería aumentar el porcentaje de la autoría en el proceso de producción de un cómic?

modelo de retribución obsoleto

Hagamos una pequeña introducción: en el actual modelo de retribución de la autoría de un cómic, los autores y autoras perciben un porcentaje del precio antes de impuestos del ejemplar, que se paga como adelanto de la tirada. Este porcentaje se mueve en entornos del 8 al 10%, mientras que distribución y librería se quedan entre el 50-60% y el editor el resto.

¿Es un modelo justo? La respuesta no es fácil, pero posiblemente podemos darla en pasado: ERA un modelo razonablemente justo. Con las tiradas medias habituales de antaño, el avance del 50% de los derechos respecto al total de la tirada era un pago relativamente razonable. En el fondo, no es un tema de justicia, sino de consenso hacia una forma de pagar el trabajo y reconocer la participación del autor en el éxito de las ventas.

Si se da un porcentaje fijo sobre ejemplar físico vendido, en el caso de que el tebeo no funcione, el autor/a generalmente se quedaba con un anticipo que, aproximadamente, cubría el coste de creación de la obra y, en el caso de ventas por encima de las pensadas, podía hacer que esa remuneración aumentase.

Si pensamos en ventas medias de 15.000 ejemplares y un precio de portada de 12€ antes de impuestos, el autor recibiría 9.000€ de adelanto y 18.000€ en el supuesto de venta de toda la tirada. Cantidades que no eran para tirar cohetes pero colocaban la remuneración por el trabajo en la media de sueldo anual de aquella época si suponemos que la obra ha tenido un tiempo de desarrollo de un año.

La realidad actual es que las tiradas más comunes han bajado hasta los 1.000-1.500 ejemplares […] con el porcentaje del 10% es absolutamente imposible vivir del trabajo.

Sin embargo, la realidad actual es que las tiradas más comunes han bajado hasta los 1.000-1.500 ejemplares, manteniendo el porcentaje de remuneración en el 8-10% de precio de portada (aunque muchas veces sin dar adelanto, ese es otro tema más) y la denuncia de los autores y autoras está clara: con el porcentaje del 10% es absolutamente imposible vivir del trabajo.

Las cuentas son muy fáciles: si asumimos, consultando el informe de Tebeosfera, que el tipo de obra más común es el libro de 120 páginas con un precio aproximado de 18€, la remuneración bruta, vendiendo toda la tirada, oscilaría entre 2.100 y 2.700€ para una obra que ha supuesto, por término medio, un año de trabajo (pensemos que eso supone más o menos una página cada dos días: guion, planificación, dibujo a lápiz, entintado, coloreado y escaneado —que, por supuesto, ya está en el lado de la autoría, no de la imprenta—).

Si comparamos con los datos del INE del salario más frecuente (cifrado en 18.489,74€), la diferencia es demoledora: no llega al 14% de ese salario. Si pensamos que el objetivo de salario mínimo es que sea un 60% del salario medio (24.395,98€), la diferencia no mejora mucho: un 18.44% del salario mínimo. Con eso, paguen impuestos, vivan y tengan familia.

modelo insostenible

El problema es que la situación es tan dramática que la petición de un aumento del porcentaje no es tampoco la solución: pensemos que, en el caso que hemos marcado anteriormente, para que un autor o autora recibiera un salario mínimo, que no digno, debería llevarse un porcentaje del 54,2%. Para tener un salario medio, un 90,35%. No bastaría con duplicar o triplicar los porcentajes que reciben actualmente los autores, sino multiplicar por 5 o hasta 9. La conclusión es obvia: el modelo actual es insostenible.

Los cambios profundos que ha tenido la producción editorial entre ellos la generalización de un aumento de la oferta basado en la disminución de tiradas dinamita por completo esas condiciones iniciales.

Y es lógico: el modelo que se estaba utilizando venía de un consenso basado en unas condiciones y coyuntura que daba como resultado un pago razonable para la autoría en el pasado. Pero los cambios profundos que ha tenido la producción editorial, desde la aparición del libro digital, nuevos mecanismos de edición, la lidia con bajísimos hábitos de lectura y, por supuesto, la generalización de un aumento de la oferta basado en la disminución de tiradas dinamita por completo esas condiciones iniciales.

El modelo de reparto por porcentajes es, simplemente, imposible de aplicar hoy en día y solo es válido para aquellos títulos que tienen ventas elevadas, por encima de unos 15.000 ejemplares.  

otras opciones

Es necesario y perentorio buscar un nuevo modelo de remuneración de la autoría, que tenga como objetivo que el creador o creadora reciba un pago digno por su trabajo. No deja de ser paradójico que, frente a este tsunami que está arrastrando a los autores y autoras no solo en nuestro país, sino en toda Europa, el modelo americano mainstream obtenga resultados mejores: es cierto que se pierden los derechos de autoría, pero el modelo de pago por página y royalties permite que los autores y autoras puedan recibir una remuneración más digna.

Evidentemente, es posible por las ventas muy superiores que se dan en esos mercados, pero también porque se produce un cambio de paradigma en el que la editorial se convierte en la empresa que busca todas las posibilidades de explotación de la creación. No creo que defender un modelo de pérdida de derechos sea la solución, evidentemente, pero quizás sí que la negociación de las obras se haga sobre explotación de la creación durante una ventana temporal en las diferentes opciones que se abren hoy.

El autor o autora marcarían un precio por su trabajo y las editoriales buscarían las formas de rentabilizar la inversión en un determinado plazo. Si funciona muy bien, evidentemente los creadores aumentarían su caché en las siguientes negociaciones, pero si funciona mal, el riesgo volvería al tejado de la editorial, no de la creación donde se ha instalado.

¿Debería el editor convertirse en un activo buscador de posibilidades de explotación comercial de la obra que ha adquirido?

Claro, este cambio implica también una profunda modificación del concepto actual de editorial: se acabó el editor/a que simplemente hace de intermediario entre autores y autoras, imprenta y distribuidora. Se debe convertir en un activo buscador de posibilidades de explotación comercial de la obra que ha adquirido, en un auténtico mecanismo de promoción de la obra creativa.

Puede parecer muy radical y se puede argumentar que mejor dejar lo que ha funcionado hasta ahora. De acuerdo, seamos conservadores, pero eso pasa por recuperar las condiciones de inicio que hacían válido el acuerdo de porcentajes. Y eso pasa, necesariamente, por aumentar ventas y tiradas, es decir, aumentar público lector.

Si las tiradas volvieran a medias de 15.000 ejemplares, el sistema de porcentaje podría volver a recuperarse, cierto. ¿Pero realmente se puede volver a esos lectores solo con el libro impreso? Porque si el libro digital explota en algún momento —y personalmente creo que la única opción de aumentar lectores y lectoras pasa por ahí—, el mucho más reducido precio que debería tener lo digital respecto a lo impreso nos lleva a la casilla de salida, comparando un modelo basado en el libro físico con un objeto que solo existe en el ciberespacio digital.

Y volveremos a plantearnos la necesidad de cambiar el modelo. O de aumentar cada vez más el porcentaje de la autoría, en un camino que solo lleva a la insostenibilidad.

O una tercera opción, claro: la reducción del número de títulos que se están publicando. De nuevo, el modelo de edición desaforada, de explosión de novedades, es un resultado de la reducción de lectores y tiradas, creando un sistema que puede ser viable circunstancialmente para la parte industrial de la cadena (ojo, no digo que rentabilísimo, la gran mayoría de editoriales que conozco son pequeñas empresas que subsisten a duras penas), pero no para la parte creativa.

Reducir novedades permitiría, supuestamente, aumentar las tiradas, pero, ojo: reduciría las posibilidades de edición de nuevos autores y autoras y disminuiría drásticamente la espectacular diversidad y fecundidad creativa que vivimos. ¿Queremos leer mucho y distinto o aceptamos leer menos para que los y las que crean esas obras vivan dignamente?

No sé si estas propuestas son válidas, no sé cuál es el modelo de remuneración de la autoría que puede ser ideal en este nuevo mundo que vivimos, pero es evidente que toda la industria se debe sentar a hablar y debatirlo.

No sé si estas propuestas son válidas, no sé cuál es el modelo de remuneración de la autoría que puede ser ideal en este nuevo mundo que vivimos, pero es evidente que toda la industria se debe sentar a hablar y debatirlo, a llegar a acuerdos para tener claro que los autores y autoras no son un eslabón más: son sobre el que se desarrolla toda la industria del cómic.

Es absolutamente injusto que sean los que asumen todo el riesgo y los peor pagados de la cadena. Sin autores y autoras, no hay cómics (y sí, ya lo sé, son necesarios las editoriales, los distribuidores y las librerías, sin duda, pero una vez el libro ha sido creado: libros en blanco son libretas). Y si no pueden vivir de su vocación, lo harán de otra cosa.

Y atención a las instituciones: no es solo un problema industrial, es un problema de lo que entendemos por cultura y la cultura que queremos defender. Y eso es una cuestión clave: intentemos entre todos que llegue el deshielo a los autores y autoras.

Y los lectores y lectoras deben también sensibilizarse con este problema, aunque solo sea por el egoísmo de poder seguir disfrutando de nuestra pasión.

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