En este artículo Álvaro Pons nos recomienda Titú, el verano de las colinas infinitas, de Chris Stygryt y Carlos Maiques, donde la nostalgia de los veranos de la infancia se convierte en poesía.
De la mano de Titú, creado por Stygryt y Maiques recorremos los veranos de nuestra infancia, que son inmensas madalenas proustianas, cocinadas a fuego lento durante los meses que dejábamos las aulas del colegio con una sencilla receta de imaginación y recuerdos, sazonada con generosas cantidades de nostalgia.
Con el tiempo, nuestra memoria las ha ido modelando como idealizadas representaciones donde las aristas se pulen hasta dejar solo esencias de remembranzas, que sentimos verídicas y palpables, envueltas en un aura de irrealidad que no nos preocupa. Territorios íntimos que, paradójicamente, toda la humanidad comparte en algún lugar de su mente, siempre dispuestos a volver sin importarle si nuestra existencia cotidiana se haya inmersa en el drama o en un simulacro de apacible felicidad.
Una cartografía imaginaria por la que todo humano ha transitado y dejado su marca, como esa que grabábamos en los árboles con una pequeña navaja para indicar nuestro primer descubrimiento estival. La amistad, el amor, el deseo, el sexo, el miedo, la decepción o la desilusión…Todos los sentimientos encuentran su momento y su lugar en ese mapa de los veranos pasados, que desdibuja sus límites temporales para plegarse en único calendario sin fechas, en el que las cronologías son marcadas por la memoria de los descubrimientos.
La cultura ha intentado transitar muchas veces ese lugar, creando obras que se contagian de su magia para quedarse enganchadas en nuestra memoria como los cadillos del campo se pegaban a nuestra ropa. De Cuenta conmigo a Verano Azul, de la canción de Fórmula V a las novelas de Los gemelos de Laura Lee Hope; la lista es interminable, pero coincidente en su voluntad descriptiva, en acercarse desde fuera con un poco de miedo a tocar unos recuerdos que se piensan inestables y que, como esculturas de humo, desaparecerían si las tocamos.
stygryt y maiques
Sin embargo, el guionista Stygryt y el dibujante Carlos Maiques decidieron desde el principio que la serie Titú no sería un recuerdo nostálgico del pasado, sino una exploración de las sensaciones y sentimientos que esculpieron la memoria. Stygryt, excelente ilustrador y guionista reputado, sabía que esa investigación requería de una aproximación especial para la que buscó inspiración en Sempé, pero sobre todo de un trazo distinto que encontró en Carlos Maiques, dibujante de imparable curiosidad que ha buscado siempre la esencia expresiva de un trazo.
Maiques es un dibujante especial, inquieto e inconformista, siempre al acecho de las posibilidades de una fina pincelada, de una línea perdida.
Maiques es un dibujante especial, inquieto e inconformista, siempre al acecho de las posibilidades de una fina pincelada, de una línea perdida. Ha surcado la abstracción y la experimentación más radical, pero también la ilustración más delicada y exquisita, persiguiendo desde el minimalismo de la tinta la máxima expresividad.
pura infancia
Stygryt es un gran ilustrador de sueños, pero necesitaba para Titú un dibujante que pudiera caminar con naturalidad por ese país de los veranos pretéritos, donde la imaginación, los sueños y la realidad se confunden sin solución de continuidad. Y Maiques ha sido una elección perfecta, porque su Titú es pura infancia, que no tiene problema en perderse por los vericuetos de la fantasía para acto seguido desembarcar en la rutina cotidiana sin que haya saltos abruptos, siguiendo el hilo de esa percepción infantil.
Titú. El verano de las colinas infinitas (Dolmen Editorial), la tercera entrega de esta maravillosa serie, entra de lleno en esos estíos de plácido recuerdo, explorando sensaciones y sentimientos que tienen la extraña capacidad de evocar en el lector nuestras propias experiencias desde una perspectiva inédita, que deja de lado la nostalgia de lo añorado para hacernos recordar aquello que imaginábamos.
Stygryt y Maiques dibujan sonidos y olores que despiertan nuestros sentidos.
En Titú. El verano de las colinas infinitas Stygryt y Maiques dibujan sonidos y olores que despiertan nuestros sentidos, llevándonos de la mano de su pasado a un territorio que hace tiempo que abandonamos: el de las imaginarias aventuras de nuestra infancia. Y, de repente, descubrimos que aquellas fantasías siguen ahí, deseando que volvamos a jugar con ellas, intactas, como si no hubiera pasado una eternidad de supuesta madurez.
El país de los veranos pasados tiene todavía las puertas abiertas de par en par, esperándonos para volver a recorrer colinas infinitas de la mano de nuestros Titús particulares.