Carta de un diseñador que trabaja con gente joven

Querida Cira,

Hoy me he dado cuenta de que me estoy haciendo mayor. No me malinterpretes, ya sabes que mi espíritu es joven, pero el inexorable paso del tiempo emite avisos imposibles de evitar y últimamente andaba pensado en lo afortunado que soy al haberme rodeado de gente mucho más joven que yo.

La edad suma experiencia y errores. Si has sabido aprender de ellos eso es una ventaja pero el día en que mi equipo de trabajo comenzó a crecer y se incorporaron personas más jóvenes, fui consciente de la riqueza que aporta una mente joven al proceso de diseño y a la actividad profesional en general.

Sé que pensamos que una mente puede ser joven independientemente de la edad que uno tenga y quizá no nos falte razón pero lo cierto es que la vida aplasta dulcemente y los hábitos, las ganas, las compañías y las maneras de vivir van cambiando con el paso de los años, el ADN de cada uno se va transformando lentamente, es lo que tiene la evolución y las etapas de la vida.

El caso es que últimamente andaba yo pensando en lo interesante de las mixturas de edad en los equipos de trabajo y sobre todo en lo que enriquecen y aportan las personas jóvenes a esos equipos. Es cierto que alguien joven puede pecar de inexperiencia, ingenuidad y de ilusión o desazón que, en ocasiones, se puede interpretar como prepotencia o desinterés. Pero te aseguro que si te encuentras con alguien joven al que le interese o motive su trabajo y las personas que le rodean, todo esto se puede convertir en una bomba de relojería, en el buen sentido. Alguien joven viene de serie de otra generación; tiene diferentes intereses, otros aprendizajes, otras necesidades y sobre todo está teniendo unas vivencias que tú ya tuviste hace años pero con la ventaja de que las está teniendo en una sociedad más avanzada. Sí, sé que esto es perfectamente discutible, podríamos dejarlo en una sociedad actual. Es decir, se comparte el momento pero digamos que se vive de manera diferente y esto genera visiones diferentes. Si hablamos de la información y de los estímulos a los que estamos sometidos a diario, una mente joven alberga más espacio libre en el disco duro (yo te confieso que a veces mi memoria necesita un reset) y ello hace que a la hora de participar en una reunión y aportar ideas pueda poner en marcha todo este archivo y aporte una visión e ideas realmente interesantes.

Aunque uno puede estar amargado y deprimido a cualquier edad, otra de las ventajas de trabajar con alguien joven es la de la alegría. Querida Cira, ya hemos comentado muchas veces la imperiosa necesidad de ser feliz en el trabajo, bueno de ser feliz en general, y lo positivo de esto para el proceso, el resultado de los proyectos y la propia persona. El trabajo diario ya nos proporciona suficientes momentos de presión, conflictos a resolver y constantes decisiones a tomar como para trabajar en un entorno hostil. La alegría es necesaria, la gente joven suele ser alegre y esto se contagia. Eso conduce al buen humor, a estar contentos y conlleva a que seamos más empáticos, efectivos, productivos, etc. Y no lo digo yo, numerosos estudios lo avalan y nos saturan con los beneficios de la relación entre la felicidad y el trabajo.

También me he dado cuenta de que conforme avanzamos en edad nuestros hábitos y manías se acentúan convirtiéndose en prejuicios, y que el binomio ‘experiencia’ vs ‘inexperiencia’ conforman una hoja de ruta en blanco que vale la pena cumplimentar. Pasar del ‘Esto es así’ a ‘¿Por qué no probamos esto a ver qué tal?’ es muy aconsejable y las respuestas sorprenden si ambas partes se despojan de sus egos para adentrarse en nuevas posibilidades a explorar.

Las aportaciones culturales en función de la edad son muy variopintas. Hay proyectos que en su proceso de investigación requieren de documentación y cuando el equipo está compuesto por personas de diferentes edades los resultados son sorprendentes. Ambas partes se descubren cosas y eso a mi me parece fascinante. También me fascina la capacidad tecnologica que tienen las personas jóvenes. No nos engañemos la mayoría nos llevan ventaja,  nosotros crecimos en mundos de papel con sus ventajas y desventajas y ellos sin embargo han llegado con el Mac bajo el brazo, eso sin duda aporta mucho valor a un equipo de trabajo.

Es cierto que muchos jóvenes comenten errores, pecan de soberbia o piensan que lo saben todo (a los profesionales más mayores también les pasa). Pero a mi me maravilla su pasión, curiosidad, ingenuidad,  ganas, capacidad de aprendizaje y ese brillo de ilusión que albergan sus miradas… Es sincero. Por suerte en este oficio nosotros seguimos conservando grandes dosis de estas cosas, pero digamos que el de ellos aún es más enérgico, cargado de fuerza y atrevimiento y rodearse de eso es muy positivo. A alguien con cierta edad le pueden frenar los miedos, pero un joven optimista el camino que tiene por delante lo ve lleno de retos a alcanzar y poco que perder o todo por ganar, mientras que a alguien con mucha trayectoria hay veces en que le asustar perder lo poco que ha ganado. Aunque esto bien analizado, seguro que nunca es real. Ya que aquí la cosa no va de llegar a metas –de perder o ganar–, si no de carreras de fondo que hay que disfrutar.

En definitiva, creo que es un acierto que diferentes edades convivan en equipos de trabajo y pienso que alguien joven puede aportar mucho. Yo te puedo confirmar que cada día me enseñan cosas a la vez que siento que yo les puedo enseñar a ellos, porque aquí uno nunca deja de aprender en todos los sentidos y para aprender solo tienes que querer aprender y estar dispuesto a desaprender… En eso andaban hoy mis pensamientos Cira, ya me contarás qué tal fue la presentación de aquel proyecto que me comentaste.

Te mando un beso!… Ay, Juventud, divino tesoro.
Daniel

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