Carlos Giménez: «Lo único que sé hacer en esta vida es escribir y dibujar tebeos»

Carlos Giménez ocupa un lugar de honor entre los diez autores esenciales de la historia de nuestro cómic. Precursor de la autobiografía y de la Memoria histórica, a través de su obra se puede establecer la secuencia de lo vivido por el país a lo largo del pasado siglo. Con él repasamos su trayectoria.

Paracuellos de Carlos Giménez realiza uno de los retratos más lúcidos y despiadados de los niños que crecieron en la posguerra.

A través de tu obra podemos seguir la historia del siglo XX desde la guerra civil a través de la gente de a pie.

Suelo escribir y dibujar sobre las cosas que conozco, las cosas que he vivido, muchas veces sobre experiencias personales: Mi colegio, mi barrio, mi profesión… La vida propia es un buen filón de ideas y experiencias.

Por esta razón las historias que cuento se refieren siempre a gente sencilla, la gente que mejor conozco, la gente a la cual yo pertenezco. He contado la historia de este medio siglo xx porque es la época que me ha tocado vivir.

En “Paracuellos” narras tus experiencias y las de toda una generación en los colegios sociales del régimen.

Normalmente los historiadores se refieren siempre a los grandes hechos, a los sucesos importantes. Pero hay pasajes de la historia más sencillos, que no se escriben con letra mayúscula, que también merecen ser contados. De estos sucesos, de estas historias es de las que suelen escribir los novelistas.

Yo, contador de historias, decidí narrar como era la vida de los niños internos en los colegios de Auxilio Social, durante la posguerra española. Porque los había conocido perfectamente durante ocho años de mi infancia y porque me pareció que desde el punto de vista personal de todos los que hemos vivido en esas instituciones era un tema suficientemente importante como para merecer la pena ser contado.

La obra nace en un momento en el que tienes un perfecto dominio de los recursos del cómic. Desde la composición al dibujo y la narrativa se pliegan a un relato autobiográfico que mezcla la ternura de los más pequeños con la crudeza de la situación, algo muy presente en toda tu trayectoria.

Traté de contar estas historias con un máximo de sinceridad. Lo bueno de escribir y dibujar sobre temas que conoces muy bien es que suelen resultar creíbles. Desde el punto de vista técnico, yo no traté de dibujar niños reales con proporciones físicas reales, traté más bien de dibujar las emociones y los sentimientos de estos niños, tales como el miedo, el hambre, la soledad, la indefensión…

Gran admirador de la obra de Carlos Giménez, Guillermo del Toro encargó al autor el storyboard de su film “El espinazo del diablo”.

La memoria histórica es uno de los puntales de tu obra pero vivimos en un momento en el que hay una voluntad de reescribir la historia y blanquearla. ¿Cómo lo vives?

Yo empecé a escribir y dibujar sobre lo que luego se ha llamado la Memoria histórica, antes de que se acuñara esta definición. En este aspecto puede decirse que yo fui un precursor. Alguien me dijo luego “La Memoria Histórica la inventaste tú, solo que no sabías que se llamaba así”. Mi única pretensión al contar estas historias era la de dejar constancia de aquellos colegios de niños internos en los que yo había pasado largos años de mi infancia. Y me parecía que, si no lo contaba yo, posiblemente nadie lo contaría. Por otro lado, era un buen tema para contarlo con dibujos, en forma de historietas.

Luego resultó que al principio nadie lo quería publicar, pero eso ya es otro tema. Después de que yo lo hiciera mucha gente ha escrito e investigado sobre este tema de Auxilio Social. Lo más probable es que lo hubieran hecho igual, aunque yo no hubiera dibujado mis humildes tebeos. De todas formas, si en algo colaboré, me alegro de que así haya sido.

El compromiso social y político está muy presente en las historias de Carlos Giménez.

Eres precursor del género autobiográfico. En “Barrio” continuamos conociendo tu vida y en “Los profesionales” nos muestras cómo era el trabajo de agencia de los dibujantes.

Sí, es posible que en esto también haya sido precursor. Pero más pronto o más tarde los autores de tebeos también habrían contado historias partiendo de su propia biografía, como han hecho los novelistas y los cineastas. Está en la esencia del narrador de historias. Lo que ocurre es que los tebeos -los tebeos que no son de humor-, durante mucho tiempo, se habían dedicado casi exclusivamente a contar historias de aventuras y poco más.

España. Una, Grande y Libre recopila la obra que realizó Carlos Giménez para la revista El Papus en colaboración con el humorista Iva a mediados de los años setenta. La revista sufrió un atentado por parte de la ultraderecha en 1977.

Has trabajado mucho por el reconocimiento de los derechos de autor a lo largo del tiempo. ¿Cómo ves la situación del medio en estos momentos?

Efectivamente sobre los Derechos de Autor he trabajado mucho y durante mucho tiempo. Desde siempre me he preocupado de esta cuestión, cuando nadie lo hacía. Gracias a eso conseguí muy pronto poseer todos los originales de mis trabajos y los derechos de los mismos. Ahora todos los autores saben que son los derechos de autor y supongo que los estarán ejerciendo, aunque no me extrañaría que algunos todavía no se hayan enterado.

Los dibujantes solemos ser muy perezosos y despreocupados en estas cosas. Así nos luce el pelo. ¿Puede comprenderse que en una película de dibujos animados -dibujos- se beneficien de los derechos de autor el director, el guionista, el músico… Todos menos el dibujante?

En Los profesionales conocemos la realidad de los dibujantes de agencia como Selecciones Ilustradas.

Has conocido de cerca el trabajo de agencia, el auge y caída de las revistas y el nacimiento de la novela gráfica. ¿Cuál consideras que es o ha sido el mejor momento que ha vivido el cómic desde tu experiencia?

Creo que el mejor momento fueron la segunda mitad de los años setenta y los primeros ochenta del siglo pasado. A la muerte del dictador hubo una explosión de revistas con contenidos muy interesantes y tiradas como luego no se han vuelto a ver.

En trabajos como “Crisálida” tus personajes continúan creciendo contigo. Eres uno de los pocos autores en activo de tu generación.

Es posible. Normalmente a los 81 años los dibujantes de tebeos ya hace tiempo que dejaron de dibujar. Lo que ocurre es que yo no sé retirarme. Lo único que sé hacer en esta vida es escribir y dibujar tebeos. Para todo lo demás soy un hombre inútil, sin ninguna habilidad y sin ningún conocimiento.

La adaptación de obras es otra constante dentro de tu trayectoria. Desde “Koolau” o “Hom” hasta la más reciente “La máquina del tiempo”, siempre haciendo tuyos los relatos.

Suelo simultanear las historias que yo escribo sobre las cosas que conozco, de las experiencias que he vivido, con las adaptaciones de textos de escritores que me gustan. Normalmente los asuntos propios, los que yo escribo, al ser temas de la vida real, suelen ser más monótonos de dibujar. Mientras que cuando hago una adaptación disfruto más dibujando pues suelo escoger temas de aventuras, que se desarrollan en parajes exóticos, con personajes dinámicos, lo que me permite dibujar figuras en movimiento. Digamos que el escritor que yo soy se lo pasa mejor cuando escribe sus propios temas y el dibujante que también soy se divierte más cuando dibuja adaptaciones.

A través de las adaptaciones literarias, Carlos Giménez desarrolla su propio universo. En la imagen “Hom”, basado en un pasaje de Brian Aldiss “En el lento morir de la tierra”.

¿Cómo ves el mundo del cómic en la actualidad?

Los tebeos, los cómics, las historietas, como queramos llamarlas, se han convertido en un producto para minorías y se venden prácticamente solo en tiendas especializadas. No existen las revistas de quiosco. Se edita cualquier cosa, con tiradas tan limitadas que no permiten una distribución racional, lo que hace que los dibujantes y guionistas normalmente tengan problemas para vivir de su trabajo. Creo que la industria del tebeo se ha empobrecido tremendamente.

¿Proyectos?

Teniendo en cuenta mi edad, con terminar el libro que tengo entre manos ya me conformo.

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