Simone de Beauvoir es una de las pensadoras más influyentes del siglo XX. Y no solo por sus tratados y estudios sobre feminismo –que también–, sino por firmar escritos que reflejaban la situación de la mujer y, en clave ficticia pero también real, mostraban un escenario donde el género femenino todavía estaba –está– por detrás en muchos sentidos. Lunwerg reedita La mujer rota, una de las obras de esta célebre escritora francesa y lo hace, en esta ocasión, con la aportación gráfica de la ilustradora Sara Herranz.
La mujer rota narra la historia de Monique, una mujer que, ya adulta y con dos hijas mayores criadas, descubre que su pareja le está engañando. Aconsejada por su entorno, Monique decide tolerar la situación autoconvenciéndose cada cierto tiempo de que su permisividad le devolverá a su marido cuando este, finalmente, se aburra de su aventura amorosa. Durante la montaña rusa de sentimientos que vivirá a lo largo del libro, la protagonista se enfrenta a numerosas dudas y reflexiones, entre las cuales destacan la dependencia económica y sentimental de la mujer con el hombre, la cuestionable crianza y transmisión de valores a sus hijas y la completa dejadez física y mental que experimenta ante la ausencia de su pareja.
En 1968, fecha original de la obra, Simone de Beauvoir escogió el formato del diario para reflejar los pensamientos de Monique. Intercalados con estos pensamientos fugaces y volátiles aparecen ahora, en la reedición firmada por Lunwerg (Grupo Planeta), los dibujos de la ilustradora Sara Herranz (Tenerife, 1986), que aporta un interesante contrapunto a la historia narrada por la autora francesa.
Herranz, cuyos trazos se caracterizan por ser contundentes, evocadores; sutiles y minimalistas, reinterpretan el texto, convertido ahora en un clásico contemporáneo.
La ilustradora abandona su universo propio –el que la ha catapultado al éxito, como demuestran sus cerca de 198.000 seguidores en Instagram– para adentrarse en esta historia escrita hace 60 años y cuya vigencia, sin embargo, no ha variado lo más mínimo. Para ello, la ilustradora tinerfeña explora a Monique, los ángulos y perspectivas a los que se somete su vida, y se vale de un estilo directo -avalado por el uso del blanco y el negro– para indagar en las reflexiones de la protagonista en clave conceptual.
La mujer rota no deja indiferente. No lo hacía antes, por la crudeza de sus letras; ni lo hace ahora, por lo potentes de sus ilustraciones.