Los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 fueron la chispa que activó la mecha de una actitud vanguardista latente que despertó para ir evolucionando hasta el día de hoy, tomando al diseño como estandarte.
El 25 de julio de 1992 los ojos de los espectadores de todo el mundo estaban puestos en Barcelona: se inauguraban los Juegos Olímpicos en la Ciudad Condal. Por primera vez en España se organizaba un evento deportivo de tales dimensiones y sus consecuencias tuvieron un efecto tan espectacular, que incluso hoy todavía podemos ver sus repercusiones a muchos niveles. Entre ellos, y especialmente, en el ámbito del diseño. Es por ello que hoy, uniéndonos a la conmemoración de un día tan especial, hemos querido echar la vista atrás –y seguir su estela hasta hoy–, para ver por qué las Olimpiadas del 92 fueron clave para el desarrollo del diseño en España.
Hoy, 30 años después, es indudable que los Juegos Olímpicos, para una España que apenas contaba con quince años de régimen democrático, supusieron un punto de inflexión en la posición internacional de la ciudad y del país. Fue un proyecto colectivo a partir del cual en la sociedad se vio un cambio radical y no solo por las transformaciones que sufrió Barcelona en infraestructura, sino por lo que significó en el desarrollo cultural que, más tarde, aprovecharía ese impulso para posicionar Barcelona como centro del diseño en España.
«Cuando yo llegué a Barcelona en 1975 descubrí una ciudad muy pequeña, oscura y gris. Y de repente, con las Olimpiadas, pareció que habían encendido la luz en una habitación oscura. Todo cambió. No hay lugar donde se vea que no haya cambiado desde entonces. Y para nosotros, los grafistas, lógicamente también cambió. Todo el mundo tenía cosas por hacer», nos cuenta Ricardo Rousselot
hacer y avanzar
A mediados de los años 80 en Barcelona ya se respiraban las ganas por hacer y avanzar; por innovar e intentar posicionarse en la vanguardia. En 1982, este proyecto adquirió mayor fuerza con la llegada a la alcaldía de Pasqual Maragall. En 1984 se creó la Oficina Olímpica de Barcelona y desde el gobierno de la Generalitat –presidido por aquel entonces Jordi Pujol– también se apoyó con intensidad la organización de los Juegos Olímpicos. También los ciudadanos se volcaron en ello y dieron todo su apoyo a esta iniciativa.
«Fue entonces donde el diseño empezó a sonar como un tambor que llama a la multitud a congregarse en un lugar. Un tambor que sonaba a todo ritmo en Barcelona. Empezó en los 90 y duró muchos años después, hasta hoy mismo»
Víctor Palau
Con el apoyo institucional y social, la creación de uno de los eventos deportivos más importantes del mundo, hizo que en Barcelona el diseño eclosionara como nunca antes lo había hecho. De pronto, fue necesario diseñar miles de elementos que hasta entonces, nadie ni se había percatado que tras su diseño había un diseñador, como el logotipo de los Juegos Olímpicos –diseñado por Josep Maria Trias–, las mascotas como Cobi y Petra –diseñada por Javier Mariscal–, el cartel oficial de los Juegos olímpicos de Barcelona de Enric Satué, etc.
Fue también en ese momento cuando la ciudad atrajo a cientos de profesionales del diseño que decidieron, para llevar a cabo los encargos entorno a las Olimpiadas, establecerse en ella, llegando algunas incluso a hacer de su estancia su sede en España hasta hoy.
epicentro del diseño
Barcelona pasó de ser una ciudad catalana a ser la capital del diseño en España. Se creó y se diseñó intensamente dando lugar a millones de diseños gráficos, de productos, merchandising de todo tipo… Se crearon cosas inimaginables, diseños con mejor o peor acierto que otros, pero diseños al fin y al cabo que necesitaban de toda una industria que no demoró en surgir. El diseño y la creatividad se convirtió en una disciplina tremendamente interesante y creadora de negocio que, a su vez iba construyendo los cimientos de una cultura visual centrada en el diseño que no dejaría de evolucionar desde entonces.
«Como ciudadano de Barcelona, para mí fue un orgullo. Unos Juegos excepcionales con una organización impecable. Y un gran proyecto de ciudad»
Mario Eskenazi
A pesar de que, tras los Juegos Olímpicos del 92, la mayoría de elementos nuevos que surgieron a su alrededor pasaron a un plano más comedido dentro de la historia, ya se había plantado una semilla que años más tarde daría sus frutos. El concepto de diseño y diseñador ya no se separaría de la ciudad, sino que, al contrario, implantado ya en ella, abrió una ventana que acabó convirtiéndose en una gran puerta de la que no dejaría de entrar y salir diseño de calidad.
Las Olimpiadas del 92 no solo fue un gran escaparate para el mundo entero que vio como Barcelona existía y estaba en plena ebullición; fue una gran exhibición de cómo el diseño, en realidad, era una herramienta de lo más ventajosa.
«Fueron precisamente las Olimpiadas de Barcelona las que pusieron la palabra en el vocabulario de la calle»
Víctor Palau
La labor de las instituciones por comunicar todo aquello que se estaba creando entorno a las Olimpiadas del 92, hizo que muchos ciudadanos empezaran a conocer el nombre de diseñadores que hasta entonces habían permanecido en la sombra. Se presentaba el diseño y a su correspondiente diseñador de la mascota, de los iconos, de la antorcha olímpica, de los carteles, etc. Todos sabían que se necesitaban profesionales del sector para que todo aquello fuera posible. Y que, gracias a ello, la ciudad iba creciendo. La cantidad de gente que acudió a la ciudad fue increíble. Y no solo fueron turistas. Barcelona también atrajo a multitud de empresarios de todo el mundo quienes establecieron allí sus negocios.
«Era como si todos estuviéramos eufóricos ante tanta cantidad de proyectos para hacer. Ojalá hubieran otras Olimpiadas»
Ricardo Rousselot
el diseño como motor económico
Muchas empresas de diversos sectores en Barcelona vieron en el diseño un motor económico con el que generar riqueza. La eficacia del diseño se hizo patente cuando fue notable la trayectoria mediática que conseguían los Juegos gracias al trabajo de diseño y de comunicación que se estaba realizando. Las consecuencias también fueron positivas para la ciudad que se estaban creando. La sociedad descubrió casi de pronto qué era eso del diseño; fue consciente entonces más que nunca de que el diseño era una disciplina muy útil en los negocios.
El concepto caló tanto que, hoy en día y sobre todo en Barcelona, es habitual que los ciudadanos piensen en el diseño como parte necesaria en el desarrollo de un proyecto. Ahora, cualquier empresa, sea del tamaño que sea, es consciente de que necesita un profesional que se encargue de la comunicación.
La proliferación de escuelas de diseño, asociaciones de diseño, estudios y agencias en Barcelona también forma parte de estas secuelas tan positivas derivadas de la actividad que se generó entorno a los Juegos Olímpicos. Entendiendo qué ocurrió en el 92 no parece extraño que Barcelona sea uno de los destinos profesionales que escogen muchos diseñadores para desarrollar su actividad como lo hacen con otras grandes ciudades como Londres o Berlín.